Los cines por venir, de Jerónimo Atehortúa Arteaga

De la melancolía a la fe

Daniel Mesa de los Ríos

Los cines por venir de Jerónimo Atehortúa Arteaga es uno de los libros de cine más importantes de la Historia, de nuestra Historia.

El autor colombiano dialoga con quince colegas de todo el mundo (y desmenuza la vida cinematográfica de un brillante pero amargo maestro húngaro) para tejer una extraña constelación escasa. Sus introducciones, preguntas y contrapreguntas están cargadas de una profunda curiosidad, así como de un intenso y formado fuego creador, exprimiendo al máximo el tiempo dedicado por Víctor Erice, Mariano Llinás, Rita Azevedo Gomes, Víctor Gaviria, Lucrecia Martel, Alice Rohrwacher, Apichatpong Weerasethakul, Carlos Reygadas, Kelly Reichardt, Albert Serra, Pedro Costa, Lav Diaz, Radu Jude, Albertina Carri y Luis Ospina, para leerlos a contrapelo con su incisivo acercamiento fílmico.

Un cuestionamiento constante en el libro es la concepción de que el cine está hecho para contar historias, interpolando diversos puntos de vista para ir más allá de la creatividad narrativa y darle mayor fuerza a la creación Histórica. El grupo de cineastas como productores, como dueños de sus medios de producción, resiste contra los significados prefabricados de las imágenes a través de una constante: la pelea contra la noción del realismo desde el desafío a las convenciones, a las normas restrictivas autoimpuestas o transmitidas por otros.

Gracias a la congruente estructura entre capítulos del texto, dicha camada de cineastas navega entre la nostalgia y la melancolía para derivar en la fe, expresando fluidamente su entrega absoluta por inventar formas de vida desde la mutante esperanza eterna que irradia lo cinematográfico: la victoria del tiempo sobre el dinero.

En diversas charlas pandémicas acerca del libro, Atehortúa Arteaga revela cómo la columna vertebral de sus diálogos está en el contraste entre lo teológico[1] y lo filosófico[2] en las búsquedas por dar cuenta de la verdad[3] desde la lucha por la creación y la fuerza de las imágenes a través de cada expedición que desata la tópica, no obstante tentacular, pregunta insoluble: ¿Qué es el cine? Esta base ontológica, parafraseando al autor, sirve como hoja de ruta para mirar con más fuerza; gesto hermano del fundamental ejercicio de volver a ver, tanto los archivos, como los filmes, como la vida en el mundo, para descubrir nuevas ideas intensas, profundas y verdaderas.

Gracias a la congruente estructura entre capítulos del texto, dicha camada de cineastas navega entre la nostalgia y la melancolía para derivar en la fe, expresando fluidamente su entrega absoluta por inventar formas de vida

En las ricas 345 páginas (incluyendo el bello prólogo de Pedro Adrián Zuluaga) capturadas, transcritas y traducidas enteramente al español por el escritor, crítico y realizador antioqueño, hay más cine que en muchos productos audiovisuales disfrazados de supuestas películas. Las conversaciones están tan bien estructuradas que se siente un diálogo directo entre los entrevistados así nunca conversen entre ellos, forjando un verdadero acercamiento crítico apasionado. Leer, escuchar o conversar con los cineastas da nuevas dimensiones a sus obras y al gesto cinematográfico, ahora, nuestra tarea como lectores, es absorber su contenido, decodificarlo y transmitirlo con mayor ímpetu. 

Para concluir, dejo unas cuantas citas anónimas, deseando que la persona que lea la reseña sienta la necesidad de rebuscarlas entre las voces que componen esta rigurosa e inspiradora pieza crítica:

“…si quiero hacer una película y tengo una idea, pero también sé que ese proyecto nunca obtendrá financiamiento porque quizá a nadie le interesa poner dinero en esa película ¿qué debo hacer? ¿Renunciar a hacerla porque no se tienen recursos? Mi respuesta es buscar el modo de hacerla a como dé lugar.”

“En el rodaje, si miro lo que pasa, no oigo lo que dicen y si oigo lo que dicen, no veo lo que pasa. (…) No me gusta valorar si una escena que hemos hecho es buena o mala. Mi única obsesión son las calidades intrínsecas de los actores. Desde que me baso en presencias y no tanto en personajes da igual lo que los actores hagan, lo importante es que hagan algo interesante, sin interesar en qué dirección.”

“Muchas veces el pago de los derechos no llega al autor, se queda entre los intermediarios. Me interesa mucho la posición de Godard y de Mark Rapapport sobre la propiedad intelectual, desde siempre dijeron: ¡A la mierda con ellos. Nada me impedirá usar las imágenes y si me cae la policía ya veremos! (…) Además, para nosotros la piratería ha cumplido el papel de la cinemateca francesa. Es la piratería la que nos ha permitido tener acceso al cine del mundo, a películas que ninguna sala comercial presentaría.”

“La gran torpeza de la actualidad audiovisual es confundir el argumento con la película. Es una torpeza que hace un tiempo parecía superada, pero ahora, con las series de televisión hay un retroceso. Si el mar es el mundo narrativo, el argumento es sólo la espuma, una cosa superficial que define sus bordes nada más. Una película está muerta cuando se insiste en que lo que la debe estructurar es el argumento. Lo que la trama significa dentro de la estructura de una película es mínimo frente a todo lo demás”

Además, para nosotros la piratería ha cumplido el papel de la cinemateca francesa. Es la piratería la que nos ha permitido tener acceso al cine del mundo, a películas que ninguna sala comercial presentaría.”

“No es necesario que una película para ser buena trate un tema importante, ni que tenga una gran historia. Porque, aunque siempre haya una historia, el cine no es sobre eso. Para ello es mucho mejor la literatura. Lo propio del cine es poder compartir nuestra visión personal, nuestra visión de la vida, porque cada uno de nosotros es un ser único y al tiempo compartimos muchas preocupaciones. Yo hago películas para compartir mis propias cosas (…) Yo quiero presentar ciertas cosas que siento y compartirlas con otros, aunque tal vez ellas no sean tan claras”

“Vivía completamente cegado como asistente, nunca me preocupé mucho por cuestionarme esas constantes repeticiones de las que estaba hecho el cine, en las que se filma una y otra vez la misma historia de amor (…) yo creo que el negocio del cine es una de las peores réplicas de todo lo malo en nuestra sociedad capitalista. Es una pirámide que contiene todos los clichés e ismos de nuestra sociedad (…) siento que debe haber algo más que las historias, debe haber algo más en la realidad, debe haber algo más para descubrir y que probablemente es mucho más hermoso, rico y complejo que cualquier historia que podamos escribir con nuestra propia imaginación”

Atehortúa, J. (2020). Los cines por venir. Bogotá, Crítica.


[1] “La verdad existe y ya fue revelada”

[2] “La verdad es algo que está pospuesto, que está en su búsqueda”

[3] entendida como la honestidad real,más no como la razón suprema.

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