FICCALI 2020 o la apuesta por un festival de cine inclusivo

Daniel Zapata Villa

El 2020 cerró con el Festival Internacional de Cine de Cali, un evento que no solo se encontró alterado por la pandemia que actualmente aflige a nuestra sociedad, sino que mostró la capacidad de resiliencia y de sobreponerse a las dificultades dentro de la industria cultural, la cual ha sido uno de los sectores más afectados por la crisis mundial. Por ende, es de valorar que este festival ofreciera una considerable oferta cinematográfica en un momento en que este sector se encuentra bastante congelado, demostrando así que el cine sigue vivo y que puede continuar llegando a múltiples masas en distintos formatos, desde una óptica hibrida, ya sea en una sala de cine tradicional, una proyección en un sector vulnerable de la ciudad o desde la virtualidad en cualquier hogar del mundo.

El festival también se llevó a cabo con cierta aura de desazón, ya que se realizó sin la presencia del director Luis Ospina, quien fue un estandarte del cine en nuestra ciudad y en todo Colombia. No obstante, los homenajes para con el maestro no se hicieron esperar y pudo evidenciarse su nombre dentro de las premiaciones a Mejor Dirección de largometraje internacional y Mejor dirección de largometraje nacional. Acerca de su ausencia y del festival, Juan Carlos Romero, especialista en Cine, nos comentó lo siguiente:

“La ausencia de Luis siempre va a ser un punto difícil de sustituir, pero creo que este año el festival empezó muy bien en su dirección artística, tratando de sintonizar el festival con una agenda pública internacional que es oportuna, y que en el caso nuestro, bienvenida sea la discusión de la igualdad de género en las prácticas cinematográficas colombianas (…) esa línea curatorial que había trabajado Ospina con tanto esmero, que es la línea entre la ficción y la no ficción hoy abre espacio a una idea muy interesante que es “El cine de nuestro tiempo”. Creo que la directora del festival ha hecho un interesante esfuerzo por proponernos una mirada atemporal de la cinematografía, son obras universales que desde diversos lugares del mundo nos muestran las diferentes confrontaciones que día a día está sufriendo la mujer en distintos lugares del planeta”.

Este es un punto interesante dentro del festival, puesto que en esta edición se destacó el cine creado por mujeres y en su mayoría dedicado a las mismas. Por ende, se evidenció una especial subjetividad y profundidad en las producciones. Un ejemplo de lo anterior lo encontramos en el largometraje A media voz, dirigido por Heidi Hassan y Patricia Pérez, el cual ganó el Premio María a mejor largometraje internacional. Esta producción se encuentra en el límite entre el documental y la ficción, posee una visión nostálgica, de aquella generación cubana que se preparó para el cambio, pero con el pasar de los años, poco a poco observaron cómo ese cambio nunca llegó y no quedó más que la tristeza y desazón. Este es un sentimiento generacional que ha sido registrado magistralmente por autores de ficción como Leonardo Padura o Wendy Guerra. Sin embargo, en este caso, desde el lenguaje cinematográfico, las autoras materializan este sentimiento generacional en el caso de dos jóvenes cineastas, quienes observan en retrospectiva, cómo su amistad se fracturó por la situación de su país natal.

Esta es una película bastante subjetiva, porque nos encontramos inmersos en la cotidianidad y los sentimientos de los personajes, en especial cuando se ven en la obligación de huir de cuba, encontrando sentimientos adversos en los países donde se han radicado.

Vale la pena mencionar que este fue un festival que buscó integrarse con las comunidades más excluidas y llevar un cine de calidad a los sectores vulnerables, donde personas de todas las edades disfrutaron de las muestras audiovisuales, muchas de ellas lo hacían por primera vez en sus vidas. Esta labor social es interesante dentro del evento, ya que no solo se buscó una mayor inclusión de las mujeres desde el ámbito de las producciones, sino que también se hizo a nivel de las comunidades que pocas veces tienen la oportunidad de acercarse a este tipo de arte.

Palmarés del Festival

Mejor Largometraje Internacional: A media Voz – Heidi Hassan y Patricia Pérez – Cuba

Mejor Dirección de largometraje internacional: Luna Roja (Lua Vermella) Lois Patiño – España

Mejor Largometraje nacional: Tantas Almas – Nicolás Rincón Gille

Mejor Dirección de Largometraje Nacional: Como el cielo después de llover – Mercedes Gaviria

Mejor Cortometraje Nacional: Yo soy Paula (Je suis Paula) – Nelson Rodríguez Tequia

Menciones especiales del Festival

Competencia Internacional de largometrajes: Las Mil y Una – Clarisa Navas – Argentina

Competencia Nacional de largometrajes: La Frontera – David David

Competencia Nacional de cortometrajes: Heliconia – Paula Rodríguez Polanco

Premio del público

Huella y Camino: Kraken La historia – Alexánder Giraldo

Previous Story

5° Festival de Cine de Jardín