Desposeídos y subalternos: el wéstern en Colombia

Paula Barreiro P.
Profesora asociada Universidad de Antioquia. Miembro del grupo de investigación-creación Contracampo

El género cinematográfico wéstern responde a un contexto sociopolítico marcado por una ideología expansionista y por políticas de asentamiento, expresadas a través del Destino Manifiesto estadounidense.[1] Esto obliga al género a posicionarse frente a la Guerra de Vietnam, la Segunda Guerra Mundial y evidentemente la guerra con México. Por este contexto, más una retórica y una estética propias de la cultura norteamericana, es que André Bazin llamó al wéstern el género americano por excelencia. Sin embargo, a pesar de estar atado a un contexto sociopolítico y artístico que lo convierten en una carta de amor al país del norte, el género wéstern ha sabido adaptarse a otras latitudes, en algunos casos –como ocurre con el spaghetti western– emulando tierras agringadas; pero en otros, ofreciéndose como lienzo en el que se pueden escenificar duelos con machetes entre campesinos en vez de cowboys.

Latinoamérica es una de las regiones en donde el wéstern más se ha transformado. El wéstern latinoamericano pone su lupa en el sujeto subalterno –usualmente el campesino– que ocupó el segundo plano de las representaciones hegemónicas. Desde México hasta Argentina, pasando por Colombia, se ha dado una reapropiación narrativa y estética del wéstern para girar la fórmula y hablar de un entorno diferente. En Sudamérica encontramos más de 109 wésterns a partir de 1960.[2] Brasil y Argentina son los dos países del Sur que más wésterns han realizado, con 44 y 30 respectivamente, le sigue Chile con 10, Colombia con 9, Ecuador con 7,[3] Bolivia con 3, Venezuela y Uruguay con 2 cada uno, y, por último, Paraguay y Perú con uno. Para Centroamérica encontramos que solo en México existen más de 200 wésterns.

Al no existir en Latinoamérica un Destino Manifiesto –al menos en la forma exacta que existió en Estados Unidos–, las formas nómadas del wéstern en esta región son diversas. Sea por un desplazamiento forzoso o por uno voluntario con la promesa de un futuro mejor, a los personajes del Centro y Sur los caracteriza un vagabundeo diferente al de los personajes del Norte. Si en el Norte los personajes se desplazan buscando dónde asentarse, en Centro y Sudamérica los personajes deben permanecer en continuo movimiento, sin reposo, puesto que el asentarse en un punto puede representar peligro de muerte. La lucha por tierras cobra especial importancia en el wéstern sudamericano. En el caso colombiano, el desplazamiento forzoso es quizás uno de los temas que más sobresalen. La pugna por tierras y los enfrentamientos entre grupos armados, ponen a los personajes campesinos y sus tierras en la mira.

A partir de 1960, el wéstern colombiano nos ha entregado 9 películas.[4] Estos wésterns son: Aquileo Venganza (1961), dirigida por Ciro Duran; El Taciturno (1971), del director Jorge Gaitán; Canaguaro (1981), de Dunav Kuzmanich; Tiempo de Morir (1985), de Jorge Alí Triana; Ahora mis Pistolas Hablan (1986) dirigida por Fernando Orozco y Aldo Sambrell;[5] La Captura (2012) de Dago García; Pariente (2016) de Iván Gaona; Malos días (2016), de Andrés Beltrán;  por último, Adiós al amigo (1019), también del director Gaona.

Desde 1945 en Colombia se han realizado wésterns que transitan entre discursos de izquierda y derecha, tratando especialmente asuntos de violencia y robo de tierras. El wéstern Aquileo Venganza (1968) representa el robo de tierras campesinas a manos de grandes terratenientes apoyados por un corrupto alcalde. Asesinatos por la espalda, engaños con escrituras de tierras e incluso masacres de familias enteras, guían al protagonista de la cinta, Aquileo, a buscar venganza. Su destino después de esta búsqueda es incierto, sin tierra ni familia, la película deja a su suerte al protagonista para hacernos entender que deberá seguir sin reposo y sin rumbo, pues le han arrancado sus raíces.

Por otro lado, en el 2012 la cinta La Captura representa a un municipio rural amedrentado por un bandido violento, perseguido por las autoridades colombianas. Entre la espada y la pared, los campesinos no saben si deben cooperar con la ley o encubrir al bandido que los amenaza. Sin saber cómo manejar esta encrucijada, una de las familias tímidamente recibe en su casa a los militares a cargo, acto seguido pierden sus tierras en un incendio que el bandido Álvaro Salcedo provoca como retaliación por hablar con los militares. Así como en Aquileo venganza, en La captura no se nos relata qué pasará con esta familia ahora sin hogar y con un futuro incierto. En manos del espectador está entender que estos campesinos deberán vagabundear sin reposo.

La trama del wéstern se caracteriza por hacer chocar fuerzas opuestas, estas oposiciones pueden ser la ley formal versus la informal, lo civilizado versus lo salvaje y los de adentro versus los de afuera, entre otras. Una de las oposiciones más frecuentes en el wéstern colombiano es la de la ley formal versus la informal. En ocasiones la trama del wéstern colombiano comienza justo cuando los protagonistas están forcejeando por sus tierras contra terratenientes corruptos (que pueden llegar a ser políticos al mando); en otros casos, al antagonista lo encarnan las fuerzas militares, como ocurre con los ejércitos conservadores de la cinta Canaguaro (1981), forzando al héroe a unirse a las guerrillas liberales para terminar divagando, escapando de la muerte. El wéstern en Colombia ha apostado por escenificar la tensión entre las leyes formales e informales que se enfrentan en las montañas del país, algunas veces denunciando incluso hechos reales, como es el caso de Canaguaro. Sin embargo, más allá de posturas políticas, la representación de la izquierda y la derecha está caracterizada por una violencia similar a la del Oeste americano, es decir, una violencia completamente normalizada.

El contexto temporal de todos los wésterns colombianos está unido de una u otra forma a la violencia en el campo. La posguerra de los Mil Días (presente en las cintas Aquileo venganza y Adiós al amigo), las acciones de los chulavitas[6] (Canaguaro), la presencia de un criminal que violenta al pueblo (La captura y Malos días) o la desmovilización de un grupo armado (Pariente), son las circunstancias que disparan los hechos de las películas. La amenaza de desplazamiento de tierras y el posterior incendio de los predios campesinos, es un tema que atraviesa a cintas como Aquileo Venganza, Canaguaro y La Captura.

En la mayoría de los casos el trasegar del héroe wéstern en Latinoamérica tiene un inicio violento. Contrario al wéstern estadounidense en el que el héroe abandona la civilización para conectarse con la naturaleza salvaje, en búsqueda de nuevas tierras para asentarse; el héroe latinoamericano con frecuencia es expulsado de su tierra, su deambular no es voluntario, sino que es obligado. Al héroe latinoamericano le está prohibido detenerse, su viaje se construye como una búsqueda por retornar al lugar perdido.

Colombia, junto con otros países de Latinoamérica, ha hecho lo suyo por apropiarse del género en cuestión. Los cambios que este país le ha introducido al género, pueden hacerle pensar a los puristas del cine que en realidad no se trata de wésterns; sin embargo, sí hay una intención en sus realizadores de que así sea. La mirada crítica al levantamiento en armas de subalternos voraces, los campesinos que no se muestran tan dóciles y están dispuestos a dar la pelea por la tierra o por la venganza a los terratenientes, la representación del Estado como criminal, el folclore en la estética y el vestuario, el uso de actores no profesionales y la música colombiana que acompaña cabalgatas o enriquece persecuciones, dan cuenta de una interesante apropiación y demuestran que  el wéstern está lejos de ser solo un género norteamericano e imperial, puesto que ha ido convirtiéndose en uno en donde desposeídos y subalternos encuentran un escenario de confrontación al orden establecido que les ha sido velado en el mundo real.


[1] Nicolás Panotto (2016) explica la doctrina del Destino Manifiesto como la ideología que justificó el impulso expansionista de los colonos hacia el Oeste en los Estados Unidos. “Los colonos tenían el destino misional de moralizar el Oeste del territorio conquistado, y a partir de allí todo el mundo” (p.2).Esta ideología expansionista se materializó en las políticas de reasentamiento, las cuales tuvieron como resultado la emigración al Oeste Norteamericano. En: “El “destino manifiesto” de la fe: legado misionero poscolonial y sutura de la diferencia socio-cultural en la iglesia evangélica latinoamericana”.

[2]  Antes de 1960 también se realizaron algunos wésterns. Argentina, por ejemplo, tiene películas pertenecientes a este género desde los años 20. Para este texto solo tomaremos en cuenta los realizados a partir de 1960, que es cuando la producción de wésterns comenzó a ser más consistente.

[3] Ecuador ha realizado muchos más de lo que ellos llaman “wéstern chonero”, que son producciones de bajo presupuesto con actores naturales y distribuidas muchas veces en el mercado de la piratería. Hemos encontrado 7 de estos wésterns online, el resto queda por explorar.

[4] Antes de 1960 identificamos dos wésterns más: Allá en el Trapiche (1943) y Sendero de Luz (1945).

[5] Hoy en día solo se puede acceder a esta cinta a través de la visualización directa en la sede de la Cinemateca de Bogotá.

[6] Los chulavitas fueron un grupo armado al servicio del Partido Conservador que operó durante la llamada época de la violencia en Colombia.

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