Entrevista a Natalia Imery Almario

Una cineasta en transición

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Óscar Iván Montoya

El choque de generaciones, cómo los revolucionarios de antaño se convierten en los conservadores del presente, y de qué manera lo privado se convierte en público, son algunos de los temas que aborda Dopamina, (2020), la ópera prima de Natalia Imery Almario. Lo más destacable de su propuesta, es que logra transitar por estos difíciles tópicos con calidez y naturalidad, aunque el tono sea de permanente confrontación. En el documental Dopamina, la familia de Natalia está dividida, los padres, en el pasado militantes de la izquierda progresista, no aceptan la orientación sexual de su hija y, al mismo tiempo, el padre, Ricardo, es diagnosticado con Parkinson. El núcleo familiar se tambalea, y las convicciones ideológicas y culturales saltan por los aires. Diez años después la hija regresa, para igual que la dopamina, generar conexiones, tender puentes, crear puntos de encuentro.

Ya desde el cortometraje Alén, (2014), Natalia Imery había abordado algunos de los temas que después se desplegarán con más profundidad en Dopamina: ambigüedad sexual, emancipación femenina, libertad de los cuerpos, todo en medio de la fiesta, la música electrónica y una ciudad vibrante. En Dopamina se retoman estas situaciones, pero en un ambiente íntimo y desde la quietud de su estilo visual, con una cámara que registra desde posiciones y movimientos muy controlados, cómo las palabras surgen, chocan, por momentos sacan chispas, pero siempre en una atmósfera de respeto y fluidez que pocas veces se ve en los debates públicos, y ni se diga en la esfera privada, en donde muchas veces las diferencias se resuelven con gritos y amenazas. 

Dopamina tuvo su estreno mundial en el Festival de Ji.hlava, en República Checa, en 2019; además, participó en festivales nacionales e internacionales como el de Cali, Lima, La Habana, Torino. Recientemente, en el BAFICI 2021, obtuvo el premio a la mejor dirección de fotografía para Laura Imery. Natalia Imery prepara su primer largometraje de ficción, por el momento titulado Malakianta

En la información de la película aparece que Dopamina fue tu trabajo de tesis, y que con un primer corte te lograste graduar. ¿Cómo fue la evolución de un proyecto universitario, en un primer corte, a un largometraje documental, con una factura muy personal, con un recorrido por festivales nacionales e internacionales, y con un estreno en salas comerciales?

Exactamente. Este es mi proyecto de tesis para graduarme como Comunicadora Social- Periodista de la Universidad del Valle, en donde se me aceptó adelantar una investigación escrita y realizar un primer corte con el material de archivo que yo llevaba rodando hacía algún tiempo. Era un material que yo había grabado con una cámara casera, tipo home movies, con mi padre, mi madre, a los que filmaba en casa o cuando íbamos de paseo. Luego, yo ya vivía con unos amigos, y entonces también los filmaba a ellos en fiestas, en situaciones cotidianas, y de ahí junté un buen material que finalmente constituyó el primer corte que yo armé para graduarme de la universidad. En ese primer momento, pensé que ahí estaba la película, que simplemente había que continuar con el trabajo de edición para terminar de redondearla. Pero fue a través de asesorías, de encuentros con otras personas, y que además participé en el diplomado de Documental de Creación de la Universidad del Valle, en donde me asesoraron Marta Andreu y Catalina Villar; y bueno, lo primero que me dijo Marta fue que “esa no era la película”, aunque ese material nos podía servir para continuar la investigación. A partir de ese momento fue como un nuevo punto de partida, porque llegó Oscar Ruiz Navia como productor y la película tomó otro aire.

Era un material que yo había grabado con una cámara casera, tipo home movies, con mi padre, mi madre, a los que filmaba en casa o cuando íbamos de paseo.

¿Y qué estrategias desplegaste para convencer a Oscar Ruiz Navia de que más allá de un drama familiar, comenzando por la enfermedad de tu padre y siguiendo con tus conflictos con tu entorno, Dopamina era una propuesta que podía llegar a muchas personas, que tenía unos personajes a su modo entrañables, y unos valores de producción que se podían hacer más evidentes en un documental terminado?

Cuando llegó “Papeto” al proyecto, yo estaba trabajando con Gina Hernández, que era la productora de la peli; además, antes ya había tenido la ocasión de trabajar con Oscar Ruiz Navia, pues él había sido director de fotografía y camarógrafo en mi primer corto Alén, entonces ya teníamos una relación personal y profesional. No recuerdo el momento exacto, pero en algún punto nos encontramos y dijimos: bacano si podemos seguir colaborando, y ya después a él le gustó el proyecto de Dopamina y dijo listo, y se incorporó de lleno en la producción. Para nosotros fue muy importante, porque claro, Papeto ya tiene una trayectoria muy sólida en el campo cinematográfico como director y productor; además, posee una mirada muy aguda, entonces para la película fue muy determinante su participación y, en el fondo, fue lo que hizo posible que Dopamina se pudiera proyectar en otra forma porque él creyó en la propuesta nuestra. Finalmente, él fue el que hizo el primer desembolso de un dinero grande para poder rodar el proyecto en su totalidad y con todas las condiciones. Ya después él recuperó ese adelanto con el premio del FDC.

¿Y de qué manera manejaste el asunto familiar a sabiendas de que se iban a ventilar asuntos de índole muy íntima, incluida la enfermedad de tu padre, a lo que había que agregarle el tono de confrontación que recorre gran parte del documental, y el tema de la afirmación de identidad? ¿Cómo fue el proceso de persuasión y convencimiento para que participaran de manera asertiva en el rodaje? ¿Cuál fue su reacción cuando vieron la proyección de la peli?

Fue una de las cosas más difíciles de Dopamina, porque ya de por sí realizar una película autobiográfica supone una responsabilidad enorme, ya que uno se ve empujado a abordar las problemáticas de su propia familia, que va a involucrar a las personas que se tiene alrededor, en mi caso, mis padres, mi pareja y mis amigos. A mí me gusta pensar que son las películas las que lo escogen a uno para que las filme, y aunque yo sentí la necesidad de hablar de aspectos de mi vida personal y familiar, fue gracias al cine y a lo que él permite, que pude expresar muchas de las cosas que estaba sintiendo en ese momento; o sea, el cine como una especie de catarsis, el cine como camino, el cine como proceso de sanación, el cine como un elemento que trasciende la esfera cotidiana, y que le brinda a ciertas cosas y elementos del día a día, una importancia inédita. Entonces, de esa manera, con el cine como mediador, estos asuntos íntimos se pueden abordar, conversar, confrontar. Ese fue obviamente mi primer planteamiento. Ya más tarde con mis padres fue un trabajo más prolongado y complejo, pues al principio, sobre todo mi madre, estaba un poco distante del proyecto, como con un poco más de resistencia, pero a medida que fuimos avanzando y nuestra relación también fue mejorando, porque una de las cosas más importantes es que Dopamina solo fue posible cuando nuestras relaciones como madre-hija y padre-hija, estuvieron bien o estaban en un lugar en donde fuera posible hablar de asuntos que nos afectaban. 

A mí me gusta pensar que son las películas las que lo escogen a uno para que las filme, y aunque yo sentí la necesidad de hablar de aspectos de mi vida personal y familiar, fue gracias al cine y a lo que él permite, que pude expresar muchas de las cosas que estaba sintiendo en ese momento;

En los créditos de la película apareces como directora, guionista, productora e intérprete. ¿No sentiste en algún momento que eran demasiadas funciones, y específicamente en el momento del rodaje, no se te cruzaban los cables entre la directora y la intérprete?

Estuve en muchas facetas de la producción, en distintos cargos, y siempre lo encaré de la mejor manera; pero, definitivamente, lo más difícil siempre fue dirigir y estar al frente de la cámara. Siempre lo asumí de la mejor manera, y más o menos ya tenía un método que era “setear” la cámara con mi directora de fotografía, mi hermana Laura Imery, que para el rodaje fue muy importante que ella estuviera al frente de este departamento, porque era la garantía de que iba a conseguir el grado de intimidad que pedía la película. Entonces configurábamos la cámara, realizábamos la composición del cuadro, y cuando la parte técnica ya estaba resuelta, yo pasaba al otro lado e intentaba desprenderme de esa lógica de dirigir, y ponía toda mi atención en intentar establecer el mejor contacto con mis padres, así fuera en plan de confrontación.

Igual con mi pareja, con mi amiga, buscamos la forma más natural, aunque no sé si natural sea la palabra, más bien diría que dejándome permear por lo que ellos me proponían, y también, claro, por mis propias reacciones. Eso yo creo que se logró en la mayor parte de las secuencias, en unas más que en otras como es obvio. Finalmente, eso me aportó dos cosas, una de ellas era que estando yo frente a la cámara, tenía la posibilidad de ser la persona que dirigía la conversación; es decir, que ese elemento me brindaba un plus y era que podía estar dirigiendo desde adentro las escenas, porque yo era la que llevaba la batuta, la que estaba guiando las reacciones. Lo segundo, fue que ese descubrimiento me pareció muy interesante, que nunca había explorado en otros proyectos, porque siempre que estas detrás de la cámara piensas en que deberían suceder ciertas cosas, o se debían pronunciar algunas palabras, o que los personajes deberían reaccionar de tal forma, pero no puedes hacer nada; en cambio, si eres un personaje puedes incidir directamente sobre lo que está sucediendo.

Subrayaste el hecho de que tu hermana, Laura Imery, fuera necesariamente la directora de fotografía, y que gracias a su participación lograste el recogimiento y una atmósfera muy armónica para el rodaje; pero, por el otro lado, en el sonido estaba César Salazar, un cineasta con toda la experiencia del mundo, con un trabajo de mucha calidad, en diferentes tipos de producciones. ¿Cómo funcionó ese tándem de juventud y experiencia?

Cuando yo empecé a armar el crew, y al pensar cómo se iba a rodar Dopamina, lo primero que pensé fue que la única persona que podía estar al frente de la cámara era mi hermana Laura Imery, primero, porque es mi hermana y la confianza que eso generaba en el set no lo conseguiría con ninguna otra persona, y segundo, yo quería que fuera una mujer la que estuviera dirigiendo la fotografía, porque a mí me parece que esa era la manera más adecuada que ella pudiera entrar en el mundo audiovisual, porque es muy difícil que una mujer sea la directora de fotografía, o participar de los oficios técnicos más importantes es muy dificultoso para las mujeres, porque la mayoría de las veces, con una o dos excepciones, la fotografía la hacen los hombres, e independientemente de su condición de género, es porque tienen más experiencia. Lo que yo siempre me preguntaba es cómo le vas a pedir a una persona que tenga experiencia si no le das la oportunidad de ponerse al frente de un departamento de fotografía en un trabajo de largo aliento; entonces, en parte, esas fueron dos razones de peso para escoger a mi hermana en la dirección de fotografía, y fuera de todo, porque es una gran fotógrafa.

… es muy difícil que una mujer sea la directora de fotografía, o participar de los oficios técnicos más importantes es muy dificultoso para las mujeres,…

Por otro lado, para mí era muy importante que la persona que estuviera en el sonido fuera alguien con mucha experiencia, porque finalmente una buena parte de la película son las atmósferas sonoras y las conversaciones, entonces necesitaba que estuvieran perfectamente registradas, porque Dopamina es una película en la que tienen especial preponderancia los diálogos, y necesitaba que esa parte quedara muy bien cubierta. Entonces comenzamos a pensar en varias opciones, hasta que manifesté que me gustaría mucho trabajar con César Salazar, pero nunca imaginé que él fuera a aceptar, cosa que fue maravillosa para el proyecto, porque César es una gran persona, tiene mucha experiencia, sabe demasiado, y como si fuera poco, es súper humilde, muy humano, que nunca se sintió que fuera diferente o mejor que nadie, aspecto que yo personalmente había en parte padecido, porque al menos a mí no me gusta esa lógica de algunos rodajes donde tengo que reverenciar a yo no sé quién porque hizo yo no sé qué películas, o porque fue el director de tal proyecto. A mí me parece que independiente del rol de cada uno, que todas las personas merecen respeto por el mero hecho de existir, y luego ya la trayectoria es otra cosa. Finalmente, todos somos seres humanos que valemos y sentimos las mismas cosas.

En el encuentro en el MAMM mencionaste que para dirigir a los actores-personajes, te guiaste por el método de la entrenadora de actores Fátima Toledo, la brasilera que trabajó en La tierra y la sombra, y cuyo principal divulgador en Colombia de su método es Carlos el “Fagua” Medina. ¿Cómo es el asunto de preparar y dirigir actores-personajes para un documental? ¿Quedaste satisfecha o le hubieras podido sacar más provecho?

Con el Fagua ha sido un proceso increíble, de mucho aprendizaje, que comenzó cuando él me llamó a trabajar en Niña errante, la película de Rubén Mendoza, y fue a través de él que conocí el método para entrenar y dirigir actores implementado por Fátima Toledo, que fue muy conveniente para Dopamina, porque pude en poco tiempo absorber lo máximo, y después aplicarlo directamente al documental. Reconozco que fue una adaptación sobre la marcha y también muy intuitiva. Lo que yo siento es que el método de Fátima Toledo logra reconectar a los actores, y en el fondo a los seres humanos, porque siento que muchas veces las personas estamos viviendo a la loca, como sin sentir nada, como sin sentido, como okey mañana trabajo y pasado lo mismo, y pasan los días y las semanas sin hacer una pausa para reconectarnos con nuestro cuerpo físico, con nuestro cuerpo emotivo, con las memorias sensoriales, con las historias pasadas. Entonces lo que hicimos fue adaptar el método a nuestras necesidades, que consistían básicamente en traer al presente cosas olvidadas, aspectos personales que estaban silenciados en tu interior, en tu cuerpo físico y sensorial, sacarlos a flote, recobrar esos momentos en el documental, porque a mí me interesaba mucho rescatar esas sensaciones que siempre están en el ambiente, pero que en este caso se trataba de encauzarlos de la mejor manera, casi como algo terapéutico, que podría estar en la órbita de lo medicinal, pero de pronto de una manera muy distinta a lo más clásico. Pienso que se lograron liberar muchas tensiones, muchos miedos, que se volcaron en el momento del rodaje, y que, de alguna manera, por medio del cine, se dejaron ahí expuestas para que se puedan transformar en algo más sobre llevable, más ligero. 

Desde el mismo afiche, pasando por el trailer y la primera imagen de Dopamina, siempre está muy presente el agua en sus diferentes manifestaciones: en la piscina, en las nubes, en el río, en el Lavapatas. Una de las cualidades fundamentales del agua es la capacidad de curación, inclusive mencionaste al principio de esta entrevista que uno de los puntos más valiosos de este proyecto fue que te permitió recomponer tus relaciones con tu familia, y que en ese aspecto te había ayudado a sanar esa herida. ¿Por qué esa presencia constante del agua en los momentos más importantes de Dopamina, como en las constantes sesiones con tu padre en la piscina, la ecografía, o en el ritual del Lavapatas?

Fue algo muy consciente de mi parte, porque la película empieza con la ecografía de mi madre donde estoy yo dentro de su panza, y eso, por supuesto, es agua. La primera imagen es pues acuosa, y luego están las imágenes de archivo en VHS en donde mi madre está saliendo del parto, y al mismo tiempo yo cuento la historia del Lavapatas, porque mi mamá nada que quedaba en embarazo, y por eso decidieron ir al Huila, a la fuente ceremonial donde a través de un ritual mi madre pudo quedar por fin en embarazo. Esa primera sensación que se genera es de vida, en ese caso yo, pero también en el caso de mi padre, porque el agua es el medio que le permite moverse mejor, y porque dentro de ella recupera la sensación de bienestar, de tranquilidad. Este elemento me permitió impulsar los recuerdos, trascender las situaciones familiares, avanzar en el proyecto, realizar un proceso de purificación y armonizar las diferencias. De igual forma, está el momento medio performático donde todos los personajes están como una especie de río, de selva, en donde mi mamá se está echando agua en la cara. Siempre el agua fue el aglutinante de todo. 

… pero también en el caso de mi padre, porque el agua es el medio que le permite moverse mejor, y porque dentro de ella recupera la sensación de bienestar, de tranquilidad. Este elemento me permitió impulsar los recuerdos, trascender las situaciones familiares, avanzar en el proyecto,…

El año 2020 fue un año catastrófico para la industria del cine en general, que se vio fuertemente golpeada desde antes del inicio de la pandemia, y todavía en este momento no se sabe a ciencia cierta qué va a pasar con las salas y con las películas que están represadas esperando un estreno. Solamente algunas salas como las del Colombo y la del MAMM han abierto sus puertas, con miles de precauciones y con aforos muy limitados. ¿Por qué decidiste estrenar tu película en salas comerciales en plena pandemia? ¿Cuáles fueron las circunstancias que te abocaron a esta decisión? ¿Cómo te ha ido con el estreno de la película en estas condiciones poco habituales?

Lo de hacer el lanzamiento en estas fechas, 3 de diciembre 2020, lo meditamos mucho con Papeto y con Consuelo Castillo, la directora de la agencia DOCCO, que es la encargada de la distribución de la película. Finalmente decidimos que este era el momento justo por varias razones; primero, porque Dopamina ya había tenido su estreno mundial en el festival de Ji.hlava, en República Checa, y después tuvimos un recorrido por varios festivales nacionales e internacionales: Cali, Torino, La Habana, y en marzo vamos para el BACFICI 2021. Segundo, porque yo estuve muy de acuerdo con Consuelo Castillo cuando planteaba que todas las películas tienen su tiempo, que las películas no son eternas, y llegamos a la conclusión de que este era el tiempo para Dopamina, y sentimos que era necesario mostrarla y poderla compartir. Lo que me parece muy loco es que justo el tiempo de la pandemia y todo lo que ha removido en el interior de las personas, ha sido como el mejor escenario para una película con estas características. Me parece muy loco, y no lo digo porque me parezca brutal que haya una pandemia, sino que me parece muy significativo lo que la pandemia ha permitido aflorar en las personas. Entonces, siento que Dopamina en este contexto ha llegado de una manera más certera al público, y no sé qué hubiera pasado en circunstancias normales con esta película, pues la recepción de los espectadores me ha dejado muy satisfecha, lo mismo que los conversatorios, las preguntas que te plantean, las cosas que te dicen espontáneamente las personas que la vieron, que me aseguran que se engancharon con la historia a pesar de ser un asunto tan familiar, que me agradecen haberles permitido ingresar en ese espacio de intimidad, y haberse ellos también confrontado de diferentes formas.