Los cortometrajes de Lina Rodríguez

Autopercepción, historia y visibilidad

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Karol Valderrama-Burgos

Investigadora en cine latinoamericano y estudios de género

Desde hace varios años he tenido un interés específico en el cine de Lina Rodríguez. Por un lado, es una de las cineastas que hace parte de esa sublevación de mujeres en el cine que viene alterando gradualmente el orden “lógico” de las cosas en una industria y sociedad tan patriarcal como la nuestra –tanto por los temas y representaciones que dicha nueva ola femenina ofrece, como por el simple hecho de que sean mujeres las que lo hacen. Por otro lado, es una de las pocas realizadoras en la historia del cine colombiano que, hasta ahora, ha logrado exhibir al menos dos largometrajes de ficción oficialmente en carteleras colombianas. A pesar de que esto es un hecho fuerte y desequilibrado en relación con el número de películas hechas por hombres, y que han resultado exhibidas y distribuidas comercialmente en el país hasta la fecha, las películas de Rodríguez logran marcar una diferencia.

Para quienes han podido apreciar la propuesta creativa y política de Lina Rodríguez, su trabajo es diferente. Este ofrece un corte “independiente”, experimental y propio. Entiendo que para algunas personas puede resultar incomprensible, convulso, lento o hasta difícil de digerir. Sin embargo, justamente subvirtiendo las expectativas de una industria y contextos definidos por lo convencional y masculino, Rodríguez elabora una propuesta que habla de la mirada femenina desde una habitación propia e híbrida –haciéndole eco a puntos clave de las obras de Virginia Woolf (1929) y de Néstor García Canclini (1990). Tal y como lo explica ella, sus producciones son la ruta –y el gusto personal– para ‘contemplar la minucia del día a día, lo que parece inútil o poco importante para reflexionar sobre cómo negociamos nuestros espacios e identidades; sobre cómo y desde dónde observamos, pues ver no es tan fácil como parece’.

Es justo a través de esta mirada vanguardista e inédita de mujer, sobre lo que parece trivial para muchxs, que nos acercaremos a sus cortometrajes y perspectivas multiculturales –en particular a sus últimos cuatro. Aunque se diferencian en formatos, temáticas y estéticas específicas, todos coinciden en tres grandes aspectos: la mirada reflexiva y cercana que ella construye sobre las múltiples realidades que captura y de las cuales también se siente parte, el interés de abordar el espacio como protagonista y personaje que redefine lo histórico, y el discurso de fluidez y movilidad constante que revela la pluralidad de lo que ha sido tradicionalmente concebido.

Lo autobiográfico

Para empezar, Aquí y allá (2019) y Self Portrait No 1 (2017) son dos producciones que evidencian el claro interés por retratar el espacio como sujeto narrador de los recuerdos y cómo estos se construyen en el tiempo y en la distancia para desarrollar un proceso de autopercepción. Ambos cortometrajes se exhibieron en la I Muestra de cine autobiográfico 2020: “Toronto en primera persona”, realizado por el Museo Online de Cine Autobiográfico (MOCA), enfatizando su compromiso con el cine independiente e invitando a diferentes artistas, como Rodríguez, para promover la agencia en primera persona de cineastas que residen en Canadá (Rodríguez es colombiana, pero produce y hace cine en ambos países).

… son dos producciones que evidencian el claro interés por retratar el espacio como sujeto narrador de los recuerdos y cómo estos se construyen en el tiempo y en la distancia para desarrollar un proceso de autopercepción.

Aquí y allá (2019) – 22’

Este corto propone un retrato familiar, presentándonos a los hermanos Rodríguez –José Almeiro, Jairo Humberto, Ana Yolanda, Silvia Judith y Nohora Cecilia– padre, tío y tías de la realizadora, respectivamente. A través de sus interacciones, en ocasiones a modo de entrevista y diálogo con la realizadora en tiempo presente y en Chipaque (el pueblo en donde crecieron), podemos apreciar un ejercicio creativo y de memoria colectiva. Esta dinámica acepta el desafío que manifiesta María Silvana Sciortino sobre los encuentros nacionales de mujeres indígenas en Argentina, ya que, a pesar de ser contextos y situaciones diferentes, coincide en ser una propuesta que le apuesta a ‘comprender a los otros/as a partir de la historia que los constituye y no en tanto entidades dadas ontológicamente’ (Sciortino, 2011: 311). Es así como dicha dinámica está claramente cifrada en el afecto, el humor, la nostalgia y la calma, pero entendida desde la experiencia particular y compartida, y en lo que para ellos y ellas se define la idea de “familia”. Siendo un viaje continuo entre el pasado y el presente, esta película le da oportunidad a la audiencia de conectarse con lo que un mismo espacio parece conservar sobre dicha cultura y vida familiar, pero que a su vez se deconstruye en el tiempo y con un mismo grupo de personas, y cómo eso finalmente se articula con lo que Rodríguez identifica en sí misma a través de su rol simultáneo de familiar, creadora y cronista. Un cortometraje que no solo representa a una familia, sino que la convoca para tomar la batuta y recrear su propia historia desde lo público y lo privado, delante y detrás de cámara, y sin etiquetas específicas.

Self Portrait No 1 (2017) – 2’27’’

La clave de este corto está en reconocer la voz que nos guía. Su realizadora es agente activo y narrativo que desarrolla una experiencia que, aparentemente, está colonizada por el idioma “universal” (el inglés), pero que finalmente refleja un mestizaje, algo opuesto o simplemente diverso. Es Lina Rodríguez quien de cierto modo coloniza dicho espacio, apropiándose de él a través del dominio de un segundo idioma sin renunciar al propio, y llevándonos en un proceso bilingüe e intercultural. En sintonía con lo que Betty Ruth Lozano Lerma (2014:338) afirma sobre los trazos del feminismo en América Latina y en mundos colonizados, podría decirse que el corto revela un lenguaje, tanto hablado como audiovisual, que se desprende de un discurso eurocéntrico sobre el ser femenino, pensando y enunciando su historia, con categorías, tonos y ritmos propios. Rodríguez nos conduce desde la puerta de su casa hasta llegar a sí misma, explícitamente a verla a ella en tan solo cinco segundos. Su hogar y objetos específicos la definen, lo temporal y lo espacial le hacen hincapié a su subjetividad. Una mezcla de blanco y negro, y tomas cortas, nos permiten apreciarla con detalle. Ante todo, este corto nos permite navegar sobre lo que implica aceptar las leyes de la vida en un nuevo lugar, pero cómo eso finalmente contribuye a la mirada transnacional sobre su experiencia como migrante y como ciudadana de un mundo renovado.

Lo histórico y el sentido de pertenencia

En segundo lugar, uno de sus más recientes cortometrajes, Ante mis ojos (2018), y uno hecho desde hace diez años, Protocol (2011) proponen narrar eventos a través de una técnica experimental y con un mismo propósito: examinar lugares concebidos como turísticos y emblemáticos que, por ende, suelen estar definidos desde miradas hegemónicas. No obstante, el planteamiento de Rodríguez es una serie de cortometrajes que, partiendo de esta idea, transgreden esta capa ‘indagando a la vez sobre qué se puede relevar respecto a sus respectivas historias a través de la textura, luz, movimiento y contraste de las imágenes [registradas]’ –como ella lo describe.

En este marco, es posible afirmar que estos dos cortometrajes de Lina Rodríguez van muy de la mano con dos aspectos que Juana Suárez observa acerca de las producciones de la realizadora colombiana, Laura Huertas Millán –quien también trabaja de forma transnacional, entre Colombia y otros países. En primer lugar, Suárez explica que el trabajo de Huertas no solo desafía la forma tradicional en que la historia ha sido concebida, sino que al tiempo propone nuevos discursos de descolonización. En segundo lugar, Suárez enuncia cómo el trabajo de varixs cineastas de Colombia revelan una especie de narrativa háptica, posibilitando un sentido cultural y de pertenencia para cineastas en la diáspora (Suárez, 2014: 322). Y es así como podría interpretarse este bloque de producción cultural de Rodríguez, pues reflejado en sus palabras, pone en evidencia cómo el espacio redefinido facilita nuevas enunciaciones del territorio colombiano, de la historia y del ser, y de cómo lo que se ha dado por sentado –incluso en el discurso narratológico colombian – viene en proceso firme y continuo de cambio.

… Suárez enuncia cómo el trabajo de varixs cineastas de Colombia revelan una especie de narrativa háptica, posibilitando un sentido cultural y de pertenencia para cineastas en la diáspora

Ante mis ojos (2018) – 7’18’’

Este corto registra algunas imágenes en la Laguna de Guatavita, las que, como expresa Rodríguez, fueron un regalo de la laguna y su encuentro con el Super-8 (formato en el que fue realizado). Más allá de acercarse a un lugar como éste para contribuir a la representación cliché de lo exótico y de la otredad como legado colonial en América Latina (Shaw, 2013:2), Rodríguez se aventura a reinterpretar este lugar capturando “botines de oro” en la laguna de una forma alternativa. Desde una micro perspectiva, el corto invita a su audiencia a sentirse parte activa y cercana de la mirada que construye, abriendo la bitácora de viaje dentro de la maloca. La edición de Rodríguez pareciera sugerir una extensión directa de la mirada humana, parpadeando lentamente al contemplar la grandeza vista desde el interior de la maloca, y sin que esto se defina a través de puntos de vista convencionales u occidentalizados de ese espacio. La voz masculina de su sonidista y amigo Camilo Martínez nos habla ocasional e intencionalmente –pues Rodríguez eligió conservarla para inscribir su presencia y una mirada específica de percibir y compartir el espacio– guiándonos a través de movimientos lentos de cámara. El recorrido continúa poco a poco mientras se aprecia con minucia el estado natural de las cosas: los árboles, el viento, el movimiento de las hojas, el sonido de quienes están allí de paso. Nos invita a reconocer desde muy cerca la grandeza de la laguna con una perspectiva desde la cima de Guatavita. Y no se necesitan palabras de más o guías para entenderla. Es “ante nuestros ojos” que la historia se opone a discursos occidentalizados y se materializa de forma móvil y fluida, tal y como el agua que vemos en el cierre del cortometraje. De acuerdo con Rodríguez, en resumen, su corto nos lleva a reflexionar sobre esa noción de la historia y a plantearnos cuestionamientos de cómo vemos los espacios a los que pertenecemos.

Protocol (2011) – 1’

En este corto, el enfoque inicial está en el Castillo de San Felipe en Cartagena, uno de los varios atractivos turísticos de Colombia. De todos modos, de forma más precisa, este cortometraje está alineado con lo que Rosalva Aída Hernández Castillo y Liliana Suárez Navaz proponen en su libro Descolonizando el feminismo, pues de manera similar marcan un giro al ‘cuestionar las herencias de la dominación [y al] imaginar otras cartografías de resistencia posibles’ (2008: 6). Retratando la bandera de Colombia mientras permanece izada en el castillo y en constante movimiento, Rodríguez explora la condición de fluidez y liberación del momento a través de su sombra y reflejo. Zygmunt Bauman dice que lo fluido, al no conservar una sola forma, está con la clara disposición de cambiar el orden predeterminado, y que es el flujo del tiempo lo que cuenta y no propiamente el espacio que ocupan las cosas (2000: 2). Esto hace hincapié en el cuestionamiento al modelo tradicional de “patria” –desde esa perspectiva lingüística y masculina de la nación– buscando formular otro punto de vista. Por ende, el nuevo protocolo que nos ofrece Rodríguez es revertir la mirada: observar ese espacio, ese símbolo y esa especie de ritual, desde un lente antiimperialista que tan solo hace énfasis en una nueva y propia experiencia de construcción histórica desde el lente de una mujer.

Lo elemental: detectar lo invisible, visibilizar las diferencias

Por último, pero no menos importante, vale la pena mencionar brevemente que los primeros tres cortometrajes de Lina Rodríguez –Einschnitte (2010), 2’22”; Pont du Carrousel (2009),  6’; y Convergences et rencontres (2007), 6’– revelan lo que parece elemental y fundamental para ella: detectar y problematizar tanto lo visible como lo invisible desde diferentes perspectivas. Concentrada en estatuas famosas de Vienna en el primero, en el Puente de Carrusel en el Segundo, y en el cementerio de Montparnasse en el tercero, Rodríguez demuestra desde sus inicios esa necesidad genuina que tiene de retratar momentos y elementos que, según ella, no se resumían en la intención clara de “hacer” una película. ‘Lo que más me interesaba cuando estaba filmando era buscar formas de estar presente, reaccionar al momento y documentar ese tiempo y espacio. Las películas tomaron forma después [cuando] empecé a ver el material y buscar posibilidades de esculpirlo.’

Si bien sus cortometrajes exploran grosso modo lo histórico, evidentemente reflejan espacios y contextos entendidos desde lo eurocéntrico pero que en sus manos y a través de su lenguaje audiovisual experimental, hablan de lo que Florence Thomas propuso hace algunos años en su texto ¿Y entonces qué quieren las mujeres? (2002). Los cortometrajes de Lina Rodríguez (y sus largometrajes también) reflejan la importancia de proyectar la esencia femenina en los entornos en los que se vive, partiendo de entenderse y de creer en sí misma, para luego construir una autoridad femenina, cifrada en la autonomía y la soberanía, y que posibilite lo que Thomas nombra como ‘el devenir femenino’ (Thomas, 2002: 118). En otras palabras, Rodríguez comparte una mirada que con el tiempo se ha perfeccionado y que ha sido altamente contemplativa, curiosa e inquieta para nombrar de forma inusual las realidades que la rodean y los cambios que éstas tienen en el tiempo.

‘Lo que más me interesaba cuando estaba filmando era buscar formas de estar presente, reaccionar al momento y documentar ese tiempo y espacio. Las películas tomaron forma después [cuando] empecé a ver el material y buscar posibilidades de esculpirlo.’

Aunque su propuesta y narrativa han sido tildadas como lentas e incluso “aburridoras” –como la misma realizadora cuenta cuando se habla de la recepción de algunas de sus películas, aunque no es algo preocupante para ella– justamente quiero enfatizar cómo esto demuestra la fuerza que sus producciones tienen para cambiar el curso predeterminado del lenguaje patriarcal de nuestras sociedades. En ese mismo orden de ideas, Rodríguez afirma que sus películas son una invitación para quienes desean aventurarse y mirar con atención, pero ante todo, a estar presentes en sus producciones y experiencias; ‘son una invitación a un encuentro… a que le presten atención a lo que es supuestamente pequeño e insignificante. Como decía [Chantal] Akerman, qué bonito cuando uno siente en el cuerpo que el tiempo pasa.’ Su trabajo es una forma de reconocer el carácter simple, intuitivo y trascendente de su obra y, en sintonía con su mirada –sin que sea igual a la de ella– nos invita a ser curiosxs cuando creemos que ya todo nos lo han contado a través del cine. Sin duda, su mirada busca detectar lo invisible y visibilizar las diferencias con pausa; es una propuesta de deconstrucción de nociones socioculturales que se han establecido a través de discursos hegemónicos, y que nos invita a interiorizar su hibridación desde diferentes perspectivas, como la feminista y la de ella.

Referencias

Entrevistas y diálogos con Lina Rodríguez realizadas entre julio 2020 y abril 2021 (Reino Unido – Canadá).

Bauman, Zygmunt. Liquid modernity (Cambridge: Polity Press, 2000).

García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad (México City: Grijalbo, 1989).

Lozano Lerma, Betty Ruth. ‘El feminismo no puede ser uno porque las mujeres somos diversas. Aportes a un feminismo negro decolonial desde la experiencia de las mujeres negras del Pacífico colombiano’, Tejiendo de otro modo: feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala, eds. Yuderkys Espinosa Miñoso, Diana Gómez Correal y Karina Ochoa Muñoz (Popayán: Editorial Universidad del Cauca, 2014), pp. 335-352.

Sciortino, María Silvana. ‘La cultura como espacio de enunciación y agencia: una lectura de la participación de las mujeres indígenas en los Encuentros Nacionales de Mujeres’, Feminismos y poscolonialidad: descolonizando el feminismo desde y en América Latina, eds. Karina Bidaseca y Vanesa Vasquez Laba (Buenos Aires: Ediciones Godot, 2011), pp. 301-324.

Shaw, Lisa. Carmen Miranda (London: BFI, Palgrave Macmillan, 2013).

Suárez Navaz, Liliana; Hernández Castillo, Rosalva Aída. Descolonizando el feminismo: teorías y prácticas desde los márgenes (Madrid: Cátedra Ediciones, 2008).

Suárez, Juana. ‘The Reinvention of Colombian Cinema’, A Companion to Latin American Cinema, eds. Stephen Hart, María M. Delgado, Randal Johnson (London: Wiley, 2017), pp. 307-324.

Thomas, Florence. ‘¿Y entonces qué quieren las mujeres?’, Psicología desde el Caribe, 10(2002), pp. 106-117.

Woolf, Virginia. A Room of One’s Own (Glasgow: Grafton, 1929).