El embajador de la India, de Mario Ribero

O la soportable trivialidad de la notoriedad colombiana

Gonzalo Restrepo Sánchez

Ante la formulación sobre películas colombianas de calidad en lo cinematográfico, en la realidad imaginada y cotidiana del país y que merecen ser observadas, no una vez más como fue realizada, sino a través del remake [repetición de rodaje], creo que existe una media docena de cintas nacionales que valdría la pena revisitar. Siempre he defendido esta posición en películas exitosas como Esposos en Vacaciones (Gustavo Nieto Roa, 1978) o El embajador de la India (1987).

Pero vayamos por partes en la idea de por qué El embajador de la India y por qué remake. Aunque un remake hoy día es concebido como una película que se hace de nuevo a partir de otra y el concepto de adaptación cuando hay filmes basados en textos literarios, vale la pena traer como una acotación y explicación histórica y bibliográfica [si se quiere ver así], el concepto de remake.
Druxman (como se citó en García, 2017) delibera que “la revisión bibliográfica sobre el concepto de remake debe comenzar con Make It Again, Sam: A Survey of Movie Remakes (1975), de Michael B. Druxman, el primer libro dedicado íntegramente a analizar el fenómeno del remake cinematográfico [analiza treinta y tres casos en concreto]. En dicha obra, Druxman limita la definición de remake a “aquellas películas cinematográficas basadas en una fuente literaria común (es decir, una historia, novela, obra de teatro, poema o guion) pero que no constituyen una secuela de ese material” (p. 9). El mismo Druxman reconoce las limitaciones de su propio enunciado, como subraya Verevis (2005, p. 5), especialmente teniendo en cuenta que “muchas películas que obviamente son remakes no hacen referencia a sus orígenes” (Druxman, 1975, p. 9). Además, aunque el trabajo de Druxman supuso un hito que abrió el camino a la investigación sobre remakes, su definición se centra únicamente en los remakes que a su vez son adaptaciones de obras literarias (p. 93).
Explicado y detallado el concepto de Druxman, es el que razonamos hoy día por remake y consignamos para este artículo; si bien el guion de El embajador de la India, de Mario González, no está basado en fuentes literarias, sino en la vida misma. La película es una fábula pintoresca y algo rara [de la vida real] acaecida en la ciudad de Neiva en el año de 1962 y encumbrada por el gran actor colombiano Hugo Gómez. Y es que la cinta sería un memorable remake porque devela, en acento burlesco y al mejor estilo de cualquier filme como tal, tres conductas típicas de nuestro temperamento nacional de todos los días [y ahí la clave del remake para este caso]: el arribismo, la lisonja y el chisme. No es pues solamente un personaje que se cree más listo que los demás, no, es toda una idiosincrasia colombiana capaz de superar a sí misma sus propios infortunios culturales.

La película es una fábula pintoresca y algo rara [de la vida real] acaecida en la ciudad de Neiva en el año de 1962 y encumbrada por el gran actor colombiano Hugo Gómez.

Si Serceau afirma que “el verdadero remake es una recreación, no una simple refabricación” (1989, p.73), cabría entonces teorizar que un remake no puede circunscribirse a calcar algunos aspectos de la película original, sino que debe inquietarse por recrear y reinterpretar lo que contó el cineasta Ribero a través de su cámara. Todo esto implica, a la larga, una inventiva en firme desarrollo.
Y es que, a fin de cuentas, El embajador de la India, con Jaime Torres Ortiz [aquel seminarista que se hizo pasar por embajador de la India y mintió a todo el mundo en la ciudad de Neiva, en un tiempo en el que Colombia no tenía relaciones diplomáticas con el país asiático], así como otros personajes y entornos triviales e insustanciales, permiten la afirmación de Serceau. Al reafirmar otras razones básicas para un futuro remake sobre la película colombiana, obedecen a que la historia [aunque se antoja superficial] y sus personajes permiten desarrollar un guion y elementos verosímiles. Un dispositivo muy hacedero fue el registro en el hotel del señor Torres Ortiz, prueba que utilizó el abogado de aquel entonces para aclarar que el personaje de marras no tenía preparada ninguna burla contra las leyes ni nadie.
Y es que, El embajador de la India, como las historias de la gran pantalla, o las de las páginas de un libro, tienen un gran trasfondo común:
[…] son narraciones. En ambas encontramos personajes, trama, cosas que suceden; hay un comienzo, un desarrollo y una conclusión. Ambas atraen a su público de modo muy similar, apelando a la razón y a la emoción de manera compleja; comparten los mismos principios retóricos básicos. […] [Ambas son] ficción (Fumagalli, 2006, p. 18).
Una de las lecciones que deja esta buena película colombiana [y de las mejores comedias], es que el ser humano, a la larga, por querer ser alguien importante, a veces “juega” con el mejor papel de su vida. Bien claro queda entonces el concepto de Oscar Wilde cuando señala que “solo las personas superficiales no juzgan por las apariencias”. La visión de cada segmento variará según el prisma en que se observe; pero, en líneas generales, nos encontramos ante una obra sugerente, inteligente y de excelente factura. Sobre la película, Laurens (1988) afirma: “La novelería, esa folclórica afición por cuanto acto social sea digno de presenciar, crea falsas expectativas y originan movilizaciones sin precedentes de colegialas y damitas de sociedad (p.155).
Frente a quienes consideran que los remakes son productos menores y carentes de singularidad, qué mejor originalidad que alguna productora colombiana se atreviera a realizar el remake de El embajador de la India, no solo porque es de alguna manera la dicotomía sobre la particularidad de la vida: insinuante y perspicaz, sino porque realmente vale la pena.

Bibliografía
Fumagalli, A. (2006). Cine y literatura. Claves de la cultura y ejes del desarrollo social y económico de un país, Navarra. (España): Nuestro Tiempo, octubre, nº 628.
García, I. (2017). La “glocalización” como rasgo definitorio del remake transcultural en televisión. DOI: 10.14201/fjc20171491111
Laurens, M. (1988). El vaivén de las películas colombianas. Bogotá: Contraloría general de la República.
Serceau, M., & Protopopoff, D. (1989). Le remake et l’adaptation. CinemÁction, 53.