Óscar Iván Montoya
En uno de los comienzos más famosos de la historia de la literatura, León Tolstoi decía que “Todas las familias felices se parecen unas a otras; pero que cada familia infeliz tiene un motivo especial para sentirse desgraciada”. Se podría agregar después de ver Clara, (2022), que cada familia infeliz también tiene su peculiar forma de curar y cicatrizar sus heridas, para este caso, el rodaje y estreno de una película. Clara nace como un proyecto que pretende abarcar la historia familiar, para, finalmente, centrarse en la figura de la mamá de la realizadora, Clara Ruiz, una especie de madre coraje que en el pasado fue señalada y casi obligada a vivir su particular historia de amor en la clandestinidad, y recurriendo a toda clase de engaños y subterfugios.
Clara es el segundo largometraje de Aseneth Suárez después de Parador Húngaro, (2014), trabajo codirigido con su esposo y colega de aventuras cinematográficas, Patrick Alexander, quien en Clara desempeña labores de guionista, asistente de dirección, sonidista, además de “transporte, catering y psicólogo”. Fue un trabajo de seis años, que pasó por diferentes etapas, entre el rechazo y la aprobación de sus propios familiares, para finalmente lograr su estreno en salas comerciales, algo improbable para esta clase de películas apenas unos lustros atrás en nuestro país, que poco a poco se abre paso a formas de pensar y de actuar más acordes al momento histórico, y que le brinda a las personas con una orientación sexual distinta a la normalizada, la oportunidad de expresar sus sentimientos y emociones sin las mordazas y los escarmientos de antaño, que no solo buscaban la sanción social, sino que castigaba con cárcel el amor entre dos hombres o mujeres.
“Faltó una embarrada para que me juzgaran el resto de la vida”, dice en algún momento de desconsuelo la protagonista Clara Ruiz; sin embargo, al final de la película, después de un ejercicio de honestidad envidiable, la propia Aseneth manifiesta: “Ahora que ventilamos el pasado, el aire es más fresco”. Y los propios espectadores, que asistimos con algo de incomodidad al drama familiar, comprobamos al final que las heridas cicatrizan mejor al contacto con el aire, y que las contrariedades y los dolores son más asumibles cuando empiezan a nombrarse con honestidad.
Viendo tu película y todas las cosas que salen a flote durante los ochenta minutos de duración, pensé mucho en una frase de Luis Ospina que dice más o menos: “Para hacer cine hay que tener fe. Para el cineasta tener fe es creer en lo que no se ha revelado”. Pensaba tanto en el proceso técnico del revelado, como en el oficio técnico de Luis Ospina, que era montajista, y que me imaginó esperaba siempre con ansia encontrar muchas cosas en el material, y a su vez, lo relacionaba con tu caso, con las revelaciones de tipo personal que se despliegan en el documental. ¿Cuando arrancaste este proyecto pensaste en algún momento que ibas a exponer tanto tu intimidad, y lo que en tu círculo familiar llamaban el secreto de tu mamá?
Estoy totalmente de acuerdo con lo que decía Luis, de que para ser cineasta se necesita fe, y yo agregaría, sobre todo, fe en uno mismo, porque sé por experiencia que para ser directora de un proyecto como Clara, que se dilata en el tiempo, que te confronta directamente, fueron muchas las veces que me pregunté: ¿Juepucha, yo estoy loca o qué, porqué estoy haciendo esto? Obviamente hay una cierta locura en los que nos ponemos a hacer esta vaina, que es en el fondo, hacernos nuestra propia terapia con un ejercicio artístico.
Y creo que Luis lo decía también, porque en su época se filmaba y no se veía hasta el final lo que se estaba haciendo. Yo sí sabía lo que estaba haciendo, y lo que he aprendido de estos procesos de trabajo documental, es que debe haber transformaciones, y tiene que haber registro de este proceso, eso es algo que he aprendido haciendo las series y las cosas que he hecho para la televisión; entonces, ya tenía claro que, como película, yo no podía ir de afán o en plan periodístico, porque tenía que dejar que la vida pasara para poder capturarla; entonces por eso es un proceso tan largo, y para un documentalista lo más humilde y honesto que puedo ofrecer es su vida, su intimidad.
¿Juepucha, yo estoy loca o qué, porqué estoy haciendo esto? Obviamente hay una cierta locura en los que nos ponemos a hacer esta vaina, que es en el fondo, hacernos nuestra propia terapia con un ejercicio artístico.
Mucha gente me ha dicho que por qué no hablaba de otras cosas, que teniendo la sensibilidad que tengo podría hablar de la guerra, muy seguramente, y que son temas a los que quisiera acercarme en algún momento, pero, en esta instancia, y también por mi camino personal y profesional, pues creo que tengo que comenzar por lo que yo sé y conozco, o sea, de mi realidad. Entonces para mí era urgente y necesario hacer esta película, para hacer otras cosas y arriesgarme, que es lo que ha venido pasando.
Entonces, hasta qué punto está bien develar todos estos secretos de la familia, no te podría contestar, pero lo que sí puedo decirte, es que no fue una imposición, todo fue concertado con mi mamá, pues a mí nunca se me ocurrió decirle que repitiera algo predeterminado, o decir cuando algo me afectaba de manera personal: “Listo, hagamos un corte”, sino que eran diálogos y acciones en los que ella estaba totalmente consciente de lo que significaba, y creo que haberlo capturado con respeto, con amor y con cuidado, hace que la película sea una gran peli, porque hay muchas de esas películas documentales, de corte íntimo o familiar, en donde uno siente la incomodidad, o que los personajes están declamando algo dirigido; al contrario, pienso que el éxito de Clara es que aquello que yo quería capturar, nuestro día a día, se logra, porque hay unos registros largos, juiciosos, en donde yo siempre pensaba en una frase de los hermanos Maysles, unos documentalistas gringos, que decían que si uno va a grabar cinco horas diarias, y si de esas cinco horas consigues cinco minutos, lo lograste. Entonces creo que en Clara hay mucho de eso, mucha disciplina y observación, mucho estar ahí para después ver muchas horas de material, y encontrar esos cinco minutos de cada día de grabación.
Y ¿hasta dónde debes contar? Hasta donde no lastime a nadie, y creo que este proceso fue para nosotras, sobre todo para mí, muy sanador, y yo traté de hacerlo con mucho cuidado y respeto, y obviamente, son seis años de producción, y tuve momentos en que me tuve que alejar para poder entender qué era lo qué estaba tratando de decir, fue todo un proceso, y no soy la misma mujer que empezó a realizar esta película en 2014. Soy otra persona, y eso es lo que quedó registrado en Clara.
Comenzando la película queda registrado el momento en que llega la notificación de Proimágenes anunciándote que te habías ganado el premio para rodar la película. ¿Qué estrategias se desarrollan para enfrentarse a un jurado, y eventualmente a un público, y lograr seducirlo con una propuesta con un corte tan íntimo, y darle unas resonancias tan universales?
Yo personalmente creo que es por eso, porque las historias más universales parten de lo más personal, y de la identificación que eso genera, pues como seres humanos todos compartimos multiplicidad de asuntos, rituales, a todos nos da hambre y frío, y más allá de lo físico compartimos emociones, todos tenemos una familia, todos somos hijos, o somos madres o padres, y creo que la historia de Clara apunta a eso, y a la hora de venderlo, de conseguir los recursos, tienes que aferrarte a esa pequeña historia personal, de todos los aspectos que desde lo íntimo y personal se convierten en universales, de aquellas cosas que todos tenemos en común, eso fue lo que hicimos básicamente.
Yo personalmente creo que es por eso, porque las historias más universales parten de lo más personal, y de la identificación que eso genera, pues como seres humanos todos compartimos multiplicidad de asuntos, rituales, a todos nos da hambre y frío, y más allá de lo físico compartimos emociones…
Hay que entender también que las películas tienen temas, pero también enfoques, entonces es muy importante entender cuál es tu enfoque, y ser honesto cuando vas a un pitch y entender a quién le estás hablando y qué estás buscando. Si es un pitch de desarrollo yo estoy encontrando mi enfoque, si ya estás en la etapa de producción, debes tener clarísimo cuál es tu enfoque y encontrar la manera de concretarlo, y si ya está terminado y necesito un empujón para que brille, comprender perfectamente a quién se lo estás vendiendo. Hace poco encontré una de las notificaciones que envía facebook de hace años, y en una de esas me mandó una de hace diez años del primer pitch en Cartagena, y yo recuerdo que no podía ni hablar en esa ocasión, y yo pensando antes de entrar que la tenía clara, y una vez en el pitch no podía ni modular, y estaba muerta del susto, y mis hermanas de vida como Sasha Quintero, me decían que todo lo que es nuevo en la vida da susto, y así y todo me lancé, y lo hice, y fue muy difícil, pero lo agradezco muchísimo, porque a partir de ese momento comprendí que si yo era capaz de hablar de mi película, y contar mi peli, y hacer sentir mi peli desde mi discurso, la tenía clara y los otros la iban a entender.
Entonces, para rematar, un pitch es un ejercicio muy asustador; pero, en especial, te está reafirmando a ti mismo en lo que quieres, y cómo lo quieres decir. Y, sobre todo, mover emociones, las películas son emociones.
Mencionaste en alguna parte que uno de los propósitos de rodar Clara, era hacerte un álbum familiar porque nunca habías tenido uno, y a raíz de eso recordé una frase del cineasta chileno Patricio Guzmán, que dice que “un país sin cine documental es como una familia sin álbum familiar”. ¿Cuál es la pertinencia de que el cine documental siga profundizando en estas raíces familiares, y que, sin abandonar su faceta más pública, pueda seguir ahondando en estos universos tan fructíferos?
En estos momentos estamos en el imperio de la selfie, de tomarse muchas fotos, de registrarlo todo, y siento desde lo personal que ese ejercicio y esa ocasión de tener la imagen tan a la mano, paradójicamente, está acabando con la posibilidad de una memoria real. Cuando volví a Colombia después de ocho años fuera, no tenía casi nada para contar, porque realmente la comunicación por el facebook, por el whatsapp, te limitan la posibilidad de contar experiencias auténticas, o los recuerdos, porque todo está ahí puesto; entonces, para mí, la foto impresa, el álbum físico es muy importante, yo tengo ahora mis álbumes en la biblioteca de mi casa, y puedo ir y cogerlos, y mostrarlos a mi hija, que es la sobrina que aparece en la peli, y contarle aquí pasó tal cosa, y en tal año sucedió determinado evento, eso no es lo mismo que cuando abres el facebook o el whatsapp, o las fotos digitales, definitivamente no es lo mismo, para mí el objeto físico es muy importante, es como los libros, que tienen vida propia.
…porque la memoria digital está ahí, pero los objetos físicos tiene vida, son tangibles, al contrario de lo que está en la nube, que es etéreo, que no se puede tocar ni oler ni sentir.
Entonces, en la peli tenía ese objetivo, porque mi familia tiene fotos que están regadas por todas partes, muy desorganizadas, y yo quise organizarlas, y entender que eso somos, nuestra memoria, lo que nos ha formado, de esa manera Clara se volvió una excusa, una excusa para narrar, y finalmente ese gran álbum familiar se llama Clara, con duración de 80 minutos, en los que hice mi álbum, que es el mismo de la peli, el azul pequeñito, y ahí sigo poniendo mis recuerdos, que considero muy importantes, porque la memoria digital está ahí, pero los objetos físicos tiene vida, son tangibles, al contrario de lo que está en la nube, que es etéreo, que no se puede tocar ni oler ni sentir.
Y nos cuentas algo del rodaje, de la parte operativa. ¿Cómo organizaron las jornadas de trabajo, sobre todo, teniendo en cuenta, que en la misma casa que vivían era en la que grababan? ¿De qué forma fueron surgiendo esos momentos cotidianos que son, de alguna manera, la antesala a las revelaciones que se despliegan a lo largo de la película?
Te cuento que las primeras grabaciones fueron en 2015, estábamos solamente mi mamá y yo, y Melanie, ella es mi sobrina y hoy en día mi hija, que en ese momento la estaba cuidando mi mamá, y también sus perritas, y ésta es como la primera parte, y ahí surgieron muchas cosas, entre ellas, el espíritu real de la película, con las secuencias de la chaqueta y la planchada, esa parte la hicimos solitas. Básicamente yo me levantaba y dejaba que ella hiciera su rutina, que cocinara, que se estresara, que me hablara, porque yo quería que sucediera de esa manera, y estos momentos son los que se tienden a quitar o no poner en el montaje, a invisibilizarlos, pero yo no creo en esa invisibilidad en el documental, la respeto cuando se logra, pero, para mi caso, no creo en ella.
Esas fueron las primeras jornadas, ya después formamos un pequeño crew; entonces, en ese momento fue que entró Patrick Alexander, que siempre había estado en el entorno; además, somos familia, y fue muy bueno porque mi mamá sentía que ya me había contado todas las cosas a mí, pero no a Patrick, y ya después de un año de ese primer acercamiento mi mamá había cambiado, ya estaba en otras cosas, pero todavía estaba cuidando a Melanie, y muchas veces teníamos que esperar que la niña se durmiera para nosotras poder hablar, y recuerdo que esas conversaciones eran tarde en la noche.
Ya en un momento posterior, ingresó más gente al equipo, y armamos algo más grande, con Andrea Said, como productora; Paula López, como productora de campo; Pedro Pablo Vega, como camarógrafo, que realizó un trabajo lindísimo y fuera de lo común para una dirección de fotografía, y le tocó hacer de todo: hizo scouting, puso las luces, nos dio un taller a todo el equipo, porque éramos conscientes que esta película tenía la peculiaridad de que en cualquier momento yo iba a brincar de detrás de la cámara para ponerme al frente de ella, y todos teníamos que estar pendientes para capturar estos instantes significativos.
Entonces todos nos formamos para poder realizar un registro, para poder capturar un audio o una imagen, y en ese proceso el crew se fue ensanchando, ya con el editor incluido, Andrés Porras, con el que nos fuimos a mirar el material que teníamos rodado, mientras seguían pasando cosas que eran determinantes para la película; casi que estábamos editando y en la vida cotidiana seguían sucediendo y cambiando cosas.
Por ejemplo, yo tenía que estar en todo momento preparada con el equipo para grabar lo que considerábamos esencial, como el famoso encuentro mágico hacia el final de la película, que fue parte de una jornada en la que nos fuimos como productoras de campo a preguntar a cada una de esas señoras que trabajan o trabajaban en el centro sí querían ser registradas para el documental, y ahí fue que apareció Lilia, y resulta que ni siquiera teníamos cámara, y eso está muy mal, hay que tener siempre la cámara para esos registros de campo; pero, resulta que ese día precisamente Pedro se había llevado la cámara para setearla y conocerla mejor, justo ese día. Y bueno, lo que está registrado ahí lo logramos con un celular viejito, porque Andrea andaba con un Iphone y no funcionó, y el mío tampoco sirvió, y finalmente, el de la productora de campo, que era un celular de flechitas, nada inteligente, ese fue el que funcionó, el que salvó la patria.
Clara tiene muchos momentos cuidados desde la fotografía, muy planeados, y otros donde lo primordial era grabar y ya está. Y así fueron a grandes rasgos las diferentes etapas de rodaje, y hacia el final, en la armada del arbolito navideño, que parece que fuera un año en el tiempo cinematográfico, pero realmente entre una grabación y otra pasaron tres años entre la desarmada y la vuelta a armar del arbolito. Tres años con diferentes momentos para construir un año cinematográfico en ochenta minutos. También pasó mucho que, por el momento mío con Patrick, cogíamos la cámara y nos grabábamos o me grababa, estábamos muy conectados, siempre tratando de ser muy cuidadosos, pues éramos conscientes que en Parador Húngaro todavía estábamos muy chapulines, aquí poníamos todo el esfuerzo por ser muy meticulosos, siempre tratando de hacerlo mejor.
Andrea andaba con un Iphone y no funcionó, y el mío tampoco sirvió, y finalmente, el de la productora de campo, que era un celular de flechitas, nada inteligente, ese fue el que funcionó, el que salvó la patria.
En ese momento llega Clara Ruiz, protagonista del documental…
Hola Clara, y paso directamente a preguntarte, ¿cómo llegaron a ese convenio y esa complicidad para poder abordar este proyecto, porque sin su participación hubiera sido imposible?
El proceso fue muy duro y difícil, sobre todo recordar aquellas cosas no fue nada fácil, pero poco a poco me fueron convenciendo, hasta que llegó el momento en que les dije: Será hacerlo, hagámoslo pues. Pero no fue nada fácil porque lo más duro para mí en la vida ha sido haber separado a mi familia, fue muy duro para mí y para mis hijos, porque los hice sufrir también, y eso me ha marcado mucho.
Clara, ¿y cómo fue contar todas estas cosas frente a una cámara, pues sí hacerlo sin testigos, en la vida cotidiana, es difícil, ahora con una cámara prendida y varias personas alrededor?
Ufff, fue muy duro, porque todo era sin maquillaje, al natural, era lo que salía de mi cabeza y la de ellos, no fue nada libretiado. Al comienzo fue más complicado, con mucha pena, sin saber qué decir, era algo muy difícil pues nada estaba planeado. Las cosas surgieron en mi vida, pero a la hora de decir cómo fueron y cómo pasaron, ni yo misma me entiendo.
Clara, ¿y cómo fueron sus sensaciones una vez terminada la película?
Fueron muchas sensaciones: duras, chistosas, algunas inesperadas. Tengo muchas, demasiadas cosas en mi cabeza; sin embargo, sigo haciendo un análisis, pues ya lo que pasó pasó, pero es raro verse uno en una pantalla tan grande, es muy extraño, y a ratos como que no me la creo todavía.
Clara, su hija Aseneth ha mencionado que a la par de la realización de la película, se desarrolló un proceso paralelo, que ella denomina proceso de sanación al interior del núcleo familiar. ¿De qué manera cambió o evolucionó su relación familiar a raíz de este proyecto cinematográfico?
Como resultado de esta película tengo otra vez el cariño de mis hijos, el respeto de ellos, y poco a poco han ido entendiendo, no todos, pero ahí vamos, despacio. Esto fue muy complicado, como le digo, especialmente para una mamá con tantos hijos elegir una vida como la que yo escogí, que fue muy criticada, siempre escondida, me tuve que inventar lo de la tía para mis hijos. Yo tengo unos muy buenos hijos, unos no tan de acuerdo con la película ni con mi estilo de vida, pero igual ahí estamos, yo los quiero y los respeto.
Interrumpe Aseneth…
Disculpa Óscar, algo que yo creo importante que puedo decir sobre este asunto, y es que me alegra mucho que mi madre te pueda contestar, pues como muestra la película, para mi madre, para mí, para ambas, era muy difícil abordar ciertos temas, y a cada momento se ponía a llorar porque no lo podía expresar como lo hace ahora, y lo bonito es que al final de su proceso de transformación podemos hablar de cualquier cosa con naturalidad, y nos reímos de ellas, pues se convirtieron en asuntos de los que se puede hablar y ventilar con tranquilidad, igual que si estuviéramos hablando de qué vamos a almorzar hoy o dónde vamos a pasar la tarde. Que mi mamá haya llegado a ese estado es realmente el mayor premio de esta película.
…y a cada momento se ponía a llorar porque no lo podía expresar como lo hace ahora, y lo bonito es que al final de su proceso de transformación podemos hablar de cualquier cosa con naturalidad…
Aseneth, ¿y cómo ha sido tu relación con tus hermanos a raíz de este proyecto?
Pues mira que de los ocho hijos que tuvo mi mamá ahora somos cinco, porque ella perdió uno cuando era chiquito, y dos de ellos murieron ya adultos. A mis dos hermanos que ya se fueron, obvio no les pude pedir permiso, pero se los pedí a sus hijos y lo aprobaron. Otra cosa fue que los nietos y sobrinos insistieron y me dijeron: “Por favor, haz la película; porfa, es una película necesaria; nosotros no la tenemos tan clara, pero si lo logras hacer, adelante”, fueron algunas de las frases de mis sobrinos.
Y de mis hermanos, la mitad estuvo de acuerdo, y los otros decían: “¿Estás segura que quieres hacerlo?”, a lo que yo les respondía que no tenía ninguna duda. En determinado momento sabían que yo ya estaba rodando, y hasta pienso que alguno de ellos estaba esperando para entrar directamente en la película, pero al final ninguno de ellos participó.
Ya cuando terminamos, sabiendo que la hicimos con la zozobra de qué iba a pasar con ella una vez finalizada, adónde íbamos a ir. Pero bueno, una vez concluida intentamos replicar el ejercicio que hicimos con mi mamá, y fue verla con ellos igual que la vimos con mi mamá. A todos se les mandó la peli, pero dos de ellos no han querido verla por el momento, pero saben perfectamente de qué va, de qué se habla, y qué pasa en definitiva, porque ya nos habíamos sentado para explicarles que en la peli pasaba esto y lo otro, y no es que nunca la quieran ver, sino que en el momento no se sienten listos, y me han dicho: “Dame tiempo”, pero digamos que ya podemos hablar naturalmente; por ejemplo, ahoritica estamos acá en Medellín mi mamá y yo para mostrar la peli, y ellos lo saben, y no dicen “Qué chévere!”, y yo comprendo que para todo el mundo no es fácil, y seguramente si no la ven en el momento, o no la ven nunca, por lo menos saben que existe y pueden estar en paz con eso.
Lo que yo sí he sentido, es que ha sido como un bálsamo sanador para todos, para ellos, para mí y para mi mamá. Ese es nuestro mayor premio, nuestra alfombra roja. Ya de acá en adelante, si la película sirve para detonar en otros el mismo diálogo y la misma sanación, puedo decir que lo logramos.
Clara, una de las primeras imágenes de la película es usted haciendo ejercicio, y al final, después de la operación, también la muestran otra vez haciendo ejercicio. ¿Qué le brinda el ejercicio a su vida, y a nivel competitivo en qué modalidades participa y cuáles son sus títulos nacionales e internacionales?
En el momento estoy lesionada del brazo derecho y la mano, pero voy a ver sí lo sigo intentando, porque el deporte me ha aportado demasiado como persona, como ser humano, y para integrarme con mucha gente y viajar a otros países; por ejemplo, fui campeona suramericana en Brasil en mi categoría, y campeona nacional en lanzamiento de disco, bala y jabalina, compito en esas tres modalidades. Solo estoy esperando recuperarme, porque inclusive en el barrio ya me están llamando, y estoy por lo menos haciendo acto de presencia.
…fui campeona suramericana en Brasil en mi categoría, y campeona nacional en lanzamiento de disco, bala y jabalina, compito en esas tres modalidades.
Clara, y esta semana del estreno, ¿cómo se ha sentido por su hija cineasta, por su entorno familiar reconciliado, aparte que la película se va a exhibir en varias ciudades?
Pues yo me siento feliz, porque hoy en día puedo hablar de las cosas normalmente, ya no siento tanto temor, me siento grande en esa pantalla.
Aseneth, destacaste en los créditos la labor de Andrés Porras, por un “montaje creativo, vivencial y paciente”. ¿Nos cuentas quién es Andrés Porras y cuál fue su aporte a la película desde su oficio?
Considero, personalmente, que Andrés Porras es uno de los más destacados montajistas del país, y creo que él definitivamente mejoró el documental. Aparte, es un gran amigo, con el que tengo una gran relación de casi veinte años. También es un maestro que me ha enseñado muchas cosas, de saber registrar las cosas, a comprender mi propia sensibilidad, y como lo dijo recientemente: “Clara es nuestra mejor obra juntos”, y cuando fuimos a verla a la primera proyección, creo que fue en el MIDBO, él habló en la proyección, y dijo que para él ver sus películas ya montadas y exhibidas, siempre le generaba la sensación de querer quitar un cuadro, de insertar una toma, o de pensar que tal secuencia hubiera quedado mejor montada de otra manera, y que con Clara no le pasó, y que eso raramente ocurría, que sentía que todo estaba puesto en el lugar correcto. Clara es el resultado de nuestra amistad, esa amistad que nos une de igual manera con Patrick Alexander.
Ya en Parador Húngaro nos habíamos ido para una finca con Andrés, en Pance, en el Valle, completamente aislados, y para Clara hicimos lo mismo, nos fuimos a San Francisco, en Cundinamarca, para una cabaña y nos sentamos con Andrés, a encontrar la película. Lo que repetimos, es lo que ya había hecho con Patrick, que es que entre él y yo hacemos un proceso previo de premontaje, que es algo así como seleccionar en dónde está la peli, y luego de ese premontaje de cientos de horas, se sentó a verlo Andrés primero, y por último los tres.
Digamos que Andrés establece un método de trabajo con cada uno de los directores con los que labora, pero a Patrick y a mí nos dejó claro que él no nos iba a hacer la película, que él podía tener sus diferentes maneras, pero que en este caso no aplicaba. Entonces, él se involucró en esa parte de mucha escritura, papel, mucho papel antes de llegar antes de llegar a la máquina, muchas conversaciones, mucho entender qué era lo que estábamos haciendo. Pienso que en este proceso también hubo mucha transformación, y desde el día uno que nos sentamos los tres en esa cabaña, hasta el día final, que dijimos no vamos a tocar más ese material, pasaron casi dos años, no viviendo todo el tiempo juntos en la cabaña, pero sí fue un proceso muy intenso de tres meses al principio para hacer un primer corte; luego estuvimos juntos en la Residencia Walden, y ahí nos reestructuraron, y de ahí salimos sabiendo cuál era el camino.
Creo que Andrés ha sido fundamental en mi camino, y es un maestro y un ser muy sensible, muy femenino también en su sensibilidad, un tipo de sensibilidad que le hace falta a muchos hombres. Somos una familia realmente, y eso ha sido una de las cosas más mágicas de este proyecto, que los que estamos ahí somos familia, la familia que elegimos.