David Guzmán Quintero
Escuela de crítica de cine de Medellín
La tragedia griega tiene dos características fundamentales: la primera es que, con su pugna en contra de un designio divino, de alguna manera, nos hace un spoiler desde el principio, cuando algún ser mágico (como una bruja, una esfinge o algo por el estilo) predice el final del personaje principal, y lo que uno ve durante toda la obra es a este pobre diablo caminando solito hacia su desgracia. La segunda, es que, irónicamente, el conflicto surge por las virtudes del héroe, no por sus defectos. Como lo dijo Murakami en su Kafka en la orilla: “¿Sabes, Kafka Tamura? Lo que tú estás sintiendo ahora no es otra cosa que el conflicto central de la tragedia griega. No es la persona la que elige su destino, sino el destino el que elige a la persona. Esta es la concepción del mundo en la que se fundamenta la tragedia griega. Y la tragedia, según la define Aristóteles, irónicamente, no surge de los defectos del protagonista, sino de sus virtudes.”
Sucede algo similar en La forma que tienen las nubes (2021), cuyo relato enmarca una problemática de peso que abordaré in extenso más adelante. Tras la cámara perseguir a Neider por los pasillos y escaleras de la cárcel, un título nos advierte: “Tras cinco años de reclusión, Neider recibe un permiso de 72 horas para visitar a su familia”. O sea, en los primeros cinco minutos ya sabemos que lo que veremos posteriormente tendrá un final que ya nos anunciaron, en un tiempo límite que ya conocemos y conoce el mismo Neider. Pero de eso no nos preocupamos sino hasta el final, hasta que la cámara (o sea, nosotros) se queda con la hija del protagonista afuera de la cárcel, despidiendo a su padre, separados él y su pequeña por una reja metálica, una puerta imponente y la figura de Neider adentrándose nuevamente por los pasillos que vimos al principio. Y, ¿qué es lo que hace que el final tenga ese peso desgarrador? Las virtudes del personaje principal, su capacidad de amar a su familia, su forma de vivir estas 72 horas, ignorando por completo el porvenir.
Entonces, además de dichas características trágicas, Las nubes tiene un desarrollo mucho menos denso de lo que uno podría imaginarse, de hecho, es un desarrollo jovial. A pesar de ya no saber dónde está su ropa ni dónde guardan ahora la plancha (pues el tiempo siguió avanzando y su hogar siguió siendo habitado mientras él habitaba otro), Neider no se reconoce como un pasajero en esta casa, que fue la suya; en esta familia, de la que fue parte; en su rol de padre, que no podrá volver a ejercer como lo hizo durante dos días. Neider se reconoce como un padre, como un hijo, como parte de una comunión familiar a la que se integra intensamente durante su estadía, intenta dormir poco (cuatro horas) para disfrutar de esa parsimoniosa atmósfera hogareña que no ha sentido los últimos cinco años, cena, almuerza, hace sancocho, reza junto a su familia, va a nadar y a comer helado con su hija, mientras adivinan la forma que tienen las nubes, masas gaseosas que se esparcirán al caer la noche y al día siguiente no serán las mismas, las nubes se disuelven y no hay nada qué hacer.
Es inevitable identificarse con el personaje principal, está en nuestro ADN, diría alguna vez Roger Ebert. Neider no es, pues, el criminal que uno pueda esperarse, no es un asesino ni una persona de la que uno desconfiaría, es un joven de risa cálida y comportamiento ingenuo, todo realzado por el mero hecho de que la película apenas toca el tema de su pasado y el porqué está cumpliendo ahora una condena. Uno, por lo que vio en la película y teniendo en cuenta que Neider sabía que había una cámara siguiéndolo, podría pensar que es un hombre rehabilitado y el público puede llegar a dudar si este hombre, fraterno y cariñoso, puede volver a delinquir, que puede ser innecesario que vuelva a la cárcel. “Me parece degradante lo que hice, donde estuve, con quien estuve”. Pero seis meses después de haber conseguido la libertad condicional, Neider vuelve a ser condenado por homicidio a veinte años de prisión. Entonces, evidentemente, la cárcel no sirvió, ¿qué nos hace pensar que un segundo encarcelamiento sí resolverá el problema? Actualmente hay un debate sobre la abolición del sistema carcelario, teniendo en cuenta que esta reclusión nunca se ha demostrado del todo eficiente y, por el contrario, en muchos casos, solo resulta potenciando o creando nuevos delincuentes.
Es inevitable identificarse con el personaje principal, está en nuestro ADN, diría alguna vez Roger Ebert. Neider no es, pues, el criminal que uno pueda esperarse, no es un asesino ni una persona de la que uno desconfiaría, es un joven de risa cálida y comportamiento ingenuo…
Uno podría buscar una causal del comportamiento de Neider en su contexto social, sin embargo, la moral colombiana se ha contaminado sobremanera a partir de los carteles de droga de los años ochenta y noventa, ha instaurado un morbo por el rol del gangster, del sicario, del que obtiene el poder con un arma; eso se presenta en la mejor escena de la película, cuando Neider nos cuenta que a partir de su paso por el ejército nació en él una fascinación por las armas. “… todo lo que tuviera que ver con armamento, con violencia, me gustaba”.
¿Qué sigue? Neider terminará de cumplir su segunda condena cuando tenga alrededor de cincuenta años, seguramente las circunstancias lo arrojarán nuevamente al pasado, y entonces pueden pasar dos cosas: A, habrá “aprendido la lección” o estará demasiado cansado para aceptar; o B, lo pensará una, dos, tres, mil veces, pensará en su hija (que ya será una señorita y para entonces solo habrá pasado un cumpleaños con ella), pensará en la cárcel, y al final terminará aceptando y caerá nuevamente a prisión. Neider y otros están condenados a un círculo vicioso en la medida en que no se consideren alternativas que erradiquen la raíz (llámese “moral”, llámese “necesidad”) y no se limiten a castigar la acción y ya está.
¿Solución, entonces? No me compete y a la película tampoco.
Trágica la vida de los Neider, a los que recluyen por haber delinquido. No solo unos directores nos avisan del final de la película, la película misma puede ser una desafortunada predicción, que solo puede ser percibida como algo fatal en la medida en la que ansíe desesperadamente seguir siendo padre, seguir siendo humano, seguir siendo parte de una familia y una sociedad.