Cristian Jaramillo Palacio
En la historia del cine nacional, el cine de género fantástico y de terror parece que ha sido relegado a un lugar del olvido. Los elementos de la ficción fantástica parecen que son castigados por una falta de rigurosidad para contar las historias creadas en Colombia. Pocos se han atrevido a sumergirse en estas aguas peligrosas y poco exploradas, menos aún se han atrevido a repasar e investigar qué se ha hecho en Colombia bajo esta premisa del género fantástico.
En el año 2012, aparece Frankenstein no asusta en Colombia!!! un documental de Erik Zuñiga que narra con las voces de varios escritores y cineastas colombianos cómo el cine de género nacional se pierde entre unas problemáticas sociales mucho más complejas y oscuras que cualquier filme de horror. Asimismo, en el año 2020, Jorge Navas construye con Sebastián Hernández un documental alrededor de una leyenda del cine de género en Colombia: Andrés Caicedo. Su obsesión por Lovecraft y los guiones de serie B lo llevan a una aventura poco conocida en la historia del cine colombiano que se reconstruye con las voces de Luis Ospina, Rosario Caicedo, Sandro Romero Rey, Eduardo Carvajal y Patricia Restrepo. Balada para niños muertos (2020) fue estrenada en el Festival de cine de Cali y en Fantasmagoría: festival de cine fantástico y de terror de Medellín.
Para completar esta trilogía documental de horror, aparece La venganza de Jairo (2021),de Simón Hernández, que sigue al mítico Jairo Pinilla a través del rodaje de su última hazaña de género de terror. Jairo es un personaje complejo, misterioso y lleno de matices, para algunos es el mal llamado “Ed Wood colombiano”, además es considerado el padre del terror y la ciencia ficción en Colombia, y es director de películas como Funeral siniestro (1977), Área maldita (1980) y 27 horas con la muerte (1981), las cuales fueron un éxito de taquilla en los años setenta y ochenta.
El título del documental, a primera vista, parece ser complejo e intrigante, un ser humano tan cariñoso y amable como Jairo no podría exigir una venganza ante las injusticias que casi hicieron borrar su nombre de la historia del cine colombiano. El mismo tiempo y los años, no Jairo, se han encargado de sacarlo a la luz, de resurgir de las tinieblas más oscuras para ponerlo en el lugar que se merece y homenajearlo en festivales de género como Sitges en España, Macabro en México, Insólito en Perú y Fantasmagoría en Medellín.
El origen del documental está muy ligado a la historia personal del director que siente cierto fetiche ante un cineasta “de culto” que había desaparecido del mapa y que genera curiosidad cómo acabó en el olvido después de haber logrado ser un exitoso director setentero. Simón, en su nota de director lo plantea de la siguiente manera:
“Mi relación con Jairo se remonta al año 2000. Año en el que encontré a Jairo y lo contraté para filmar un corto de terror. Desde antes de encontrarlo Jairo se había convertido en una especie de obsesión para mí por la clase de películas que había hecho, por ser un fantasma de la historia del cine nacional y porque nadie sabía dónde estaba. Este documental es el terreno perfecto para lograr conocer el interior de la cabeza de Jairo. Entender su vida, conocer a fondo su camino, para entender por qué hace lo que hace, por qué escribe lo que escribe, por qué filma lo que filma.”
“Mi relación con Jairo se remonta al año 2000. Año en el que encontré a Jairo y lo contraté para filmar un corto de terror. Desde antes de encontrarlo Jairo se había convertido en una especie de obsesión para mí por la clase de películas que había hecho…
La apuesta de Simón es reconstruir la figura de Jairo a partir de material de archivo, de entrevistas a personajes como los cineastas Luis Ospina y Ciro Guerra, o el fotógrafo Jaime Uribe, y del registro en vivo por parte de Hernández del rodaje de El espíritu de la muerte, la última película de Jairo y considerada para él mismo como la primera en 3D por fuera de la animación. El documental está cargado de nostalgia por ese personaje apasionado y visionario que hizo historia en los años setenta y ochenta y que ahora en su ímpetu final muestra cómo él mismo, en su casa, se encarga de todos estos efectos especiales, trabajándolos, muchas veces de la forma más artesanal posible.
La historia narrada y el recorrido planteado por el director y la coguionista, Elisa Audel, en cierto punto parece tomar un giro muy extraño y el espectador empieza a sentirse incómodo ante los problemas de rodaje de esta película imposible, que solo cabe en la cabeza de Jairo. Las discusiones y malentendidos hacen parte de la cotidianidad y es interesante que no fueron editados. Se deja la cámara como testigo de los desvaríos, de los sueños y de la fe intacta en creer en las propias ideas que caracterizó a Jairo en todos sus años de producción. El rechazo que se llega a sentir por el equipo de rodaje es clave para entender a ese ser inentendible que es Jairo y que ahí sí aplicaría su venganza que, con la terquedad de siempre, termina por salirse con la suya.
Este documental se convierte no solo en un punto de quiebre ante la historia de Jairo Pinilla, que empieza a ser revelada y a tomar su lugar en la historia del cine colombiano, sino que se convierte en un nuevo punto de partida para contar ese “otro cine” que se hace en el país y que ha estado relegado por diversas circunstancias, pero que tiene grandes trabajos como El resquicio (Acosta, 2012), Carne de tu carne (Mayolo, 1983), La cara oculta (Baíz, 2011), Pura sangre (Ospina, 1983), La mansión de Araucaima (Mayolo, 1986), El páramo (Osorio Márquez, 2011), Saudó (Hinestroza, 2016), Siete Cabezas (Osorio Márquez, 2017), entre otros.
Es necesario conocer el cine nacional y darle la mirada amplia y completa cargada de matices, historias, miedos y, por supuesto, historias fantásticas y de terror. Quizás este tipo de documentales son el comienzo para detenerse un poco y reconocer las diversas formas que tiene Colombia de ser contada y narrada desde el cine de género fantástico y de terror.