Diana Gutiérrez
En el marco del FICCI 61 y acogido por el teatro Adolfo Mejía y su ciudad natal, Cartagena, diversos espectadores pudieron conocer o recordar, pero especialmente descubrir, a uno de los reporteros visuales colombianos a blanco y negro más importantes del país, a veces olvidado, como lo enuncia su propio director y las diferentes voces que participan del documental.
La obra de Nereo es una ventana a la vida de las cárceles, el campo, los pueblos y las calles de los años sesenta a los noventa y un poco más. Este hombre, con una mirada y encuadre bastante certeros, en realidad tuvo un encuentro serendípico con la cámara de un conocido, que la dejó en sus manos por error; a veces así comienzan las grandes aventuras y así también encontramos vocaciones que no parecían escritas en la línea del destino. De trabajar en medios de comunicación a viajar como independiente, Nereo capturó miles de escenas urbanas y rurales construyendo un acervo de memoria de los pueblos colombianos valiosísimo: las fiestas, carnavales, las tradiciones ya olvidadas, la vida de los pescadores, campesinos o habitantes humildes, en resumen, esa “otra Colombia”, donde no llega la luz eléctrica y donde las vías son irregulares o no existen.
Y en esos caminos de la otra Colombia, también Nereo forjó su personalidad seductora y libertina, retratando hermosas mujeres, amores pasajeros que se conectaban, tal vez, con esa pasión inherente por la imagen y la belleza. Ese es el precio que se paga por seguir la vocación, ir errante, amar y dejar atrás a quien amamos, como si el artista estuviera condenado a ese trasegar soberano por encima de toda noción moral o familiar.
Y en esos caminos de la otra Colombia, también Nereo forjó su personalidad seductora y libertina, retratando hermosas mujeres, amores pasajeros que se conectaban, tal vez, con esa pasión inherente por la imagen y la belleza.
En este retrato sin permiso, así como el mismo Nereo retrataba, vivimos también una reflexión sobre el oficio a través de la obra del autor, y en esa reflexión conocemos voces contemporáneas de la fotografía y también a su linaje, que van comentando las imágenes-testimonio; pienso en Burckhardt y el concepto de testimonio involuntario, esa huella surgida de la cultura popular, que queda para la posteridad y nos asalta con su carácter indicial e histórico. Es así como a través de indicios y otras voces del gremio, miramos el fotoreportaje en retrospectiva.
La obra de Nereo es un referente, no solo en este país, sino finalmente en el exterior, donde, como pasa con muchos artistas, fue a morir buscando mayor estabilidad. Dos cosas son fundamentales de esta producción: el papel de la curiosidad acerca de cómo viven los otros para lograr imágenes únicas, esas imágenes que nos atropellan con temperatura vital, y finalmente, la importancia de aportar y preservar la memoria de los pueblos, países, etnias. En un mundo que va pletórico de vértigo, medios virtuales y fotos de consumo rápido que se desechan en menos de 24 horas, volver a la vasta de obra de un fotógrafo como Nereo (sus libros, su archivo análogo…), nos abre la visión sobre quiénes fuimos y hacia dónde vamos, también, sobre cómo podemos usar las herramientas actuales (celulares, cámaras digitales) para lograr imágenes con alma.