Amparo, de Simón Mesa

Buscando amparo

Liliana Zapata B.

“La guerra es para los pobres”, le dice a Amparo un tramitador cuando ella le solicita ayuda para que a su hijo mayor lo declaren exento de prestar el servicio militar obligatorio –que deben cumplir en Colombia los jóvenes cuando finalizan su período de educación secundaria–, después de haber sido reclutado por el ejército en una calle del barrio en el que viven. Esta lapidaria frase de Amparo (2022), la más reciente cinta del director colombiano Simón Mesa, es un preludio de lo que veremos a lo largo del angustioso metraje, donde una madre que cuenta con los recursos mínimos para subsistir, padece todas las vejaciones imaginables para salvar a su hijo de una situación que puede poner en peligro su integridad e incluso su vida.

En su primer largometraje de ficción –luego de pasar exitosamente por Cannes, al igual que lo hicieran Leidi (2014) y Madre (2016) sus cortometrajes previos–, Mesa nos narra en Amparo todas las humillaciones a las que debe someterse la madre protagonista de esta historia para rescatar a su hijo Elías de un destino que sabe trágico, pues al ser reclutado con la mayoría de edad para prestar un servicio obligatorio –que había sido eludido omitiendo algunos procedimientos legales establecidos–, es asignado a una zona del país, donde se libraba en los noventa, una guerra cruenta de la que pocos involucrados podían salvarse. Ella, madre soltera con dos hijos, un empleo precario que le da apenas para subsistir penosamente, una relación angustiosa con su propia madre y su pareja; cuenta con poco sustrato tanto económico como emocional para afrontar una situación tan extrema.

Amparo, como seguramente la gran mayoría de las madres lo harían, recurre a toda clase de maniobras más o menos ortodoxas para evitar que su hijo, al que ella considera altamente vulnerable y débil, se marche a donde lo han asignado. El director del filme, en una postura bastante clara acerca del machismo y del patriarcado rampante que ha regido y circundado nuestra sociedad desde siempre, nos hace partícipes de cómo Amparo se ve sometida por los hombres que la rodean y a los que por necesidad debe acudir para lograr su objetivo, poniendo de manifiesto –de nuevo– que las mujeres hemos sido y seguimos siendo el eslabón débil, que aun cuando haya cambios, es el hombre el que tiene el poder, el que elige, el que puede decidir y el que en ocasiones usa a su favor todo ese poder para salirse con la suya y subyugar a una mujer sola que solo necesita comprensión –que no lástima.

El director del filme, en una postura bastante clara acerca del machismo y del patriarcado rampante que ha regido y circundado nuestra sociedad desde siempre, nos hace partícipes de cómo Amparo se ve sometida por los hombres que la rodean.

De alguna forma, todos los hombres que se cruzan en su camino la usan o se aprovechan de su situación, pero en ninguno encuentra empatía y compasión. Los primeros planos de Sandra Melissa Torres, la actriz que interpreta portentosamente a esta mujer dolida, sola y desprotegida, nos hacen entender y empatizar completamente con su temor, con su agonía, con su soledad, sobre todo eso, con esa soledad tan estridente, que dota a este relato simple, de una profunda humanidad.

La interpretación que llevara a su actriz principal a ganar el premio a la mejor actriz revelación en la Semana de la Crítica de Cannes ­­­­­en 2022, es tan sencilla pero tan auténtica, que, en la poca locuacidad y adustez de su expresión, dilucidamos la tristeza y el hartazgo de una madre echada a su suerte con el amor por sus hijos como su única pero más potente arma.

Simón Mesa tiene varios logros con este relato. El primero, lograr que Medellín, que ha sido tantas veces retratada como el escenario de una cruel guerra de droga, en esta película sea más un telón de fondo, pues esta historia podría suceder tanto allí como en cualquier otro lugar del país; lo que conduce al segundo logro, y es que, aun relatando una situación dolorosa y fuerte, no alude directamente al tema recurrente del narcotráfico ya tan manido y extenuante en el cine colombiano. Más razones que hacen de este un cineasta interesante que con su nueva compañía productora Ocúltimo –recientemente creada–, su capacidad de escribir y contar historias y su formación cinematográfica, puede ofrecernos mucho material para ver, explorar y acercarnos a realidades que, aunque hayamos tenido cerca; o no tuvimos que sufrirlas directamente o nos faltó la misma empatía que a quienes rodean a Amparo para sentirlas propias. Es precisamente allí donde subyace esa esencia del cine, en permitirnos sentir y conocer realidades que quizás habíamos olvidado, o lo que es peor, que nos pasaron de largo.