Placeholder Photo

Enthusiasts, de Gonzalo Escobar Mora

Entusiasmados con las imágenes y la necesidad de partirnos

Daniel Tamayo Uribe

La imagen puede condensar una diversidad de cosas de diferente naturaleza, tales como sentimientos, proyectos, sueños, entre otros. Y aunque pueda parecerlo, no se trata de un contenedor pasivo y quieto. Es un objeto con el que interactuamos y lo que allí se posa nos afecta a tal punto que no podemos silenciarlo o reprimirlo con facilidad, pues la imagen es tan real que la podemos agitar, aunque parezca inmóvil y ella nos puede petrificar por más que nos suene imposible.

Vemos a un joven y a una joven calcular dónde ubicar unas puntillas para colgar en una pared un cuadro de colores pálidos y rosados con unas montañas rodeadas de agua. Así inicia el cortometraje dirigido por Gonzalo Escobar Mora, Enthusiasts (2021), filme que resulta ser la puesta en escena en la que los personajes, que casualmente son el mismo director y su pareja, tratan con un cuadro en que difusamente se proyectan elementos como los que mencioné al principio, a la vez que lidian con lo que desean en un momento específico de su vida.

Él y ella, fuera de cuadro y lejanos en la oscuridad teñida por luces exteriores, hablan de tener su casa y un «buen trabajo» y de poder dedicarse a sus propios proyectos. Son estas aspiraciones cuanto menos usuales viniendo de jóvenes, quizás de clase media, que empiezan a insertarse en el «mundo adulto» y que quieren adquirir independencia frente a quienes los han mantenido toda su vida, usualmente sus padres. Tal inserción puede ser para muchos  –aunque quizás lo digo por mí, un joven colombiano de 25 años– un choque con un nuevo “mundo” que irradia el lugar en que nos hemos mantenido encerrados por hábito: nuestro hogar. Ese “mundo”, sea el laboral, el de los adultos, el de los independientes o no sé cómo llamarlo, es posiblemente muy parecido al cuadro del cuarto, confuso. Dicha realidad entra por las ventanas como luces y se filtra por las paredes como sonidos. Se asoma difusa, intimidante y prometedora. A tal “mundo” es que se enfrentan los dos personajes, quienes hablan en lengua extranjera (inglés), casi igual de ajena que ese “mundo” que está a solo unos pasos. Posiblemente el director y su pareja también lidiaban con esto al momento de gestar y llevar a cabo el corto.

Y como frente a la vida, es normal sentirse inseguro al crear y acercarse a, en este caso, la imagen. La inseguridad y petrificación puede ser tal que no se es capaz de “soltar” por unos minutos lo que sucede y mantenerse flotando y relajado fumando. Aun con la llama al lado uno no enciende el cigarrillo. La pareja tiene dudas sobre la realización de las aspiraciones en el “mundo”, ni siquiera saben si podrán vivir más que una deuda de una casa. A pesar de ello, se mantiene entusiasta y decidida a seguir al pie de la letra su “buen plan”, aunque solo uno de los dos sobreviva. Empiezan a transitar entre un encierro “bucléico” y el exterior que penetra el sitio de resguardo. Días y noches pasan y entre ellos van como turnándose la posición. Con pinta y casco para montar bicicleta se aventuran al afuera y a la imagen.

Y como frente a la vida, es normal sentirse inseguro al crear y acercarse a, en este caso, la imagen.

Mas la aventura no es solo la inserción en el “mundo”, sino que, de hecho, se parte de la imagen y es en torno a ella y a través de ella que se están aventurando los personajes. Esto funcionaría en dos niveles, pero sobre uno no estoy seguro a falta de conocer la situación que vivían los realizadores y actores al momento de rodar la película. En un primer nivel, nos encontramos con este cuadro del inicio y que luego aparece recurrentemente en la habitación, el sitio más íntimo donde la pareja duerme en las noches. Tal cuadro parece convertirse en el eje de las acciones y los sucesos que se desenvuelven, pues ahí se proyectan los deseos que mueven a los personajes. Al mismo tiempo, que tal objeto condense los sueños hace que el cuarto donde se posa se convierta para los personajes en el sitio de “motivación” hacia la meta y el de descanso luego de los agotadores días.

En un segundo nivel, se trataría de la relación directa entre la realización del corto y los realizadores y actores. Podría ser que, muy próximo a la idea de performance, él y ella se encuentran performándose a sí mismos y a una situación que los ha entusiasmado hasta incitarlos a la creación audiovisual. Quizás como los personajes frente al cuadro, la pareja ve en la película condensados sentimientos, sueños y proyectos.

En ninguno de los dos casos hay una total pasividad por parte de los seres humanos ni por parte de las imágenes. Las imágenes son acción y pueden afectarnos. En el corto, de un lado, ellos montan cuidadosamente el cuadro, lo observan desde más de una perspectiva y hasta lo agitan, a lo mejor para ver si algo encuentran en sus profundidades o esperando que les dé una respuesta. De otro lado, recordemos, la pareja está intentando seguir su “buen plan” y se aventura al exterior. En lo referente al proceso de realización, en primer lugar, hay un ejercicio de autoconsciencia sobre esos posibles deseos o sueños y sobre el “mundo” donde ellos se harían realidad. Lo aspirado y su concreción se presenta bajo una imagen confusa y enredadora entre los bucles espaciales, cierta pérdida de la noción del tiempo con las disoluciones elípticas y sonidos y luces que irrumpen en el hogar de la pareja. En segundo lugar, puede que la pareja al tiempo que creaba esta obra se aventuraba al “mundo”, pero lo que pudiéramos decir al respecto sería muy especulativo. Por lo tanto y para el o la lectora, creo que debo asumir mi posición como espectador y realizador aficionado para reflexionar en torno a mi visualización de Enthusiasts.

El poder tener un inmueble propio y que el trabajar se convierta en algo provechoso para uno y para los proyectos personales y vitales, son ideas y muchas veces imágenes que solemos ver con anhelo e incluso belleza. Esto por más difusas que se vean y por más obstáculos que puedan atravesarse hacia su realización. Si sumamos que podemos lograr esto de la mano de esa persona amada que es a la vez amiga y cómplice, es plausible decir que se trata de promesas de una “buena vida” que nos hacemos a nosotros mismos: ser independientes, florecidos ante la adversidad, amados y amantes. Es un sueño (múltiple y complejo) lo suficientemente tentador como para proyectarlo mirando un cuadro y como para abordarlo realizando un corto sobre él. De esta manera, el carácter estético desde la contemplación o desde la creación lo embellecen todavía más y con ello, la pareja del relato –como seguramente los realizadores– y muchos de los jóvenes nos aventuramos al “mundo” y hacia esos anhelos. Pero, como en el filme, tal aventura es de vida o muerte. Luego, ponerse a soñar frente a la imagen mientras la “guerreamos” con un plan o poner en marcha la elaboración de una pieza audiovisual, parece de lo más razonable y hasta divertido.

El poder tener un inmueble propio y que el trabajar se convierta en algo provechoso para uno y para los proyectos personales y vitales, son ideas y muchas veces imágenes que solemos ver con anhelo e incluso belleza.

Mas justamente ahí puede descansar un riesgo de los muchos posibles. En estos días un amigo poeta, Rubén Darío García,  me envió uno de sus poemas para que yo lo leyera ya que “a mí me gusta el tema de la imagen”, dijo él. Me gustaría citar un par de fragmentos y esto posiblemente se trate de recurrir a otras imágenes –por lo menos parcialmente–:

Como resultado de la distancia
Mi ojo compone las ausencias hasta encontrar la belleza
Desde la ventana la costa es un sol cansado
que se derrite sobre las lanchas
y huye bajo las crestas de las olas,
lejos de los pies que empujan el mar devuelta
a esa lágrima de la que salió
He bajado para encontrarme que la costa no es la costa
(…)
Regresé al apartamento para recuperar la costa
La miré por unos minutos hasta que vi mi reflejo
y comprendí que estoy demasiado cerca de mí
como para ver la belleza en mí
Necesito partirme

Acaso la pareja del corto de Escobar Mora mira demasiado cerca y se encuentra entusiasmada (como “extasiada por la divinidad”, siguiendo la etimología del latín y el griego) con sus sueños y el cuadro en que se proyectan. El ver una imagen que nos interpela puede ser tan embelesador y satisfactorio que quizás perdamos de vista que podemos dudar y mirar desde otras perspectivas y distancias. Tal vez no es necesario tener ese inmueble, tener un trabajo de ensueño o llevar a cabo nuestros proyectos cualesquiera que sean para… Puede que sí, pero podemos cuestionar una realidad o una imagen (que es real) con otra imagen y, de la mano de ella, mirarnos y encontrar algo.

Aunque en Enthusiasts sí encontramos la variación de la mirada y la acudida a otro cuadro que puede incidir en el trance, al final no estamos seguros de qué tan adentro o afuera de la imagen termina la pareja. Sin embargo, a lo mejor ese juego liminal entre salida y entrada es el lugar indicado para mirar, crear, actuar… No queda claro si la pareja reconoce la imagen como su parte y su escisión. Pero posiblemente el director y su pareja, al crear Enthusiasts y vivir dentro y fuera de ella, llegaron a esa frontera y se partieron al tomar distancia con los personajes que encarnan y la imagen que contemplan. Así a lo mejor lograron jugar y cuestionar, desencantarse y reencantarse de la realidad y de ellos mismos. El riesgo de perderse puede ser a su vez el de ganarse.

Como espectadores también podemos necesitar jugar con la imagen, no solo para ver el “mundo” con una ventana o pantalla que a veces se cruza con él o termina por ser él, sino a su vez para dudar de ellos dos y partirnos. Yo aquí lo he intentado entre películas, cuadros y poemas y no sé si al final cuestioné al “mundo” y pude encontrar algo en mí. Me hallo carente, pero por ahora he visto y escrito, lo que irónicamente es muy parecido a tirar una moneda en la fuente o una piedra en el agua (de un cuadro).

 

Link de visualización de Enthusiasts:

https://vimeo.com/bistrik7/enthusiasts