Óscar Iván Montoya
Álvaro (2022) es el retrato de un hombre en conflicto consigo mismo y su entorno, que por momentos conmueve a los espectadores, y a continuación, les genera un profundo desagrado. Álvaro estuvo en la cárcel, en ciertos lapsos de su vida bordea la demencia, tiene una relación distante con su familia, y está unido afectivamente a una mujer a la que no puede ver porque así lo dictaminó un juez. Con estos indóciles materiales, José Alejandro González traza un retrato lleno de humanidad, muy en la línea de su trabajo anterior, Lázaro (2020), en donde registra la decadencia física y mental de su padre, y ahora en Álvaro, nos muestra la desazón y la deriva de un colombiano en Nueva York, “ese pulpo que te traga. Un monstruo que te absorbe”, como afirma el propio Álvaro en algún pasaje.
Realizador, productor y fotógrafo, José Alejandro González es un retratista neto que ha encontrado en este formato la posibilidad de acercarse a cientos de individuos, muchos de ellos plasmados en su serie web Todos somos buenos. De ella se desgajó la historia de Álvaro Duque Isaza, un pereirano aventurero que lo abandonó todo por irse a Estados Unidos en búsca del sueño americano, ilusión que con los años se transformó en una pesadilla recurrente, llena de limitaciones materiales, que lo dejó aporreado y decrépito, y por increíble que parezca, con el ánimo de seguir luchando.
Por momentos, Álvaro se acerca a los retratos que plasmó el caleño Oscar Campo en Un ángel subterráneo (1991) y Un ángel del pantano (1997), semblanzas de un par de almas descarriadas y acosadas por la droga y la locura y, guardando las proporciones, con algunos de los personajes de ficción de R.W. Fassbinder, seres desagradables, manipuladores, toxicómanos, que gracias a la mano maestra de quien los retrata, nos resultan próximos y queribles.
Hace aproximadamente dos años nos habíamos encontrado para hablar de Lázaro (2020), dos años en la vida es un montón de tiempo y más en época de pandemia, que había momentos que parecían desarrollarse en cámara lenta; pero dos años en el cine es muy poquito, más si es el tiempo que pasó entre el estreno de una película y la otra, y muchísimo más si las dos son colombianas. ¿Qué parentesco existe entre Lázaro y Álvaro, aparte de que eres el padre de los dos, que los dos son documentales, que tienen en el título un nombre propio, y que los dos tienen seis letras en ese nombre?
Existen un gran parentesco entre estas dos películas, que en realidad no fue algo muy consciente, como para decir, okey primero voy a hacer la película sobre mi padre y después me pongo a rodar Álvaro, sino que fueron el resultado de procesos de vida en el audiovisual, que me llevaron a trabajar en este tipo de historias, y por interesarme mucho en la vida de los personajes. Alguna vez una persona que respeto mucho me dijo que yo era un retratista, y creo que es algo muy acertado, porque tanto Lázaro como Álvaro son retratos de seres humanos, en los cuales también me retrato yo mismo.
Y ya mirando en detalle, si miras a mi padre y a Álvaro, son fenotipos muy parecidos, comenzando porque los dos son calvos, y existe mucha similitud en los dos proyectos, aunque esto es pura coincidencia. También estoy seguro que el inconsciente hace lo suyo, y en mi caso es la búsqueda constante de una figura paterna y, por ejemplo, con Álvaro mi relación es bastante estrecha, y la muerte de mi padre sirvió seguramente para acercarme más a él, para que estuviéramos más juntos.
A mí el audiovisual que me interesa hacer es el que tiene que ver con la vida personal, con lo que yo estoy viviendo en ciertos momentos. Yo filmo mi vida diaria, por ejemplo, con mi padre Lázaro me relacionaba con él en mi casa, que era donde lo filmaba; en cambio con Álvaro era mi vida en Nueva York, cerca de él, acompañándolo en sus derivas. Esta es una forma de hacer cine con la que me siento cómodo. Ya en un tercer proyecto que estoy preparando, me enfoco más en una pluralidad de personajes, aunque de seguro terminará siendo un autorretrato. Creo que en el fondo mis películas hablan mucho más de mí que de la persona que supuestamente estoy retratando.
A mí el audiovisual que me interesa hacer es el que tiene que ver con la vida personal, con lo que yo estoy viviendo en ciertos momentos.
Y por la proximidad de los dos proyectos, ¿en algún momento se te cruzaron los rodajes?
Claro que sí, pero en mi cabeza eran dos carpetas distintas, al igual que los discos duros donde guardo el material. Obviamente cuando comienzo a hacer una película yo estoy consciente de ello, pero por mi estilo de trabajo no es que esté en el marco de un rodaje convencional, es más bien el quehacer cotidiano de un artista visual, y esto me brindaba mucha libertad a la hora de pasarme de un proyecto a otro. Se cruzaron varias veces en dos años, sobre todo recuerdo que después de un viaje a Nueva York volví a casa en Colombia, y rodé un pedazo de Lázaro. En muchos momentos fueron proyectos paralelos, pero a su manera diferentes, a pesar de las similitudes de las que estábamos hablando.
¿Y cómo llegaste a Álvaro Duque? Me imaginó que se desgajó de tu serie en el canal de Youtube: Todos Somos Buenos, porque inclusive en el trailer se puede ver un pantallazo de Álvaro en el metro, ya con su característica sonrisa. ¿Por qué te gustan estos personajes marginales, un tanto desagradables y patéticos?
Yo creo que en el fondo todos somos un poco marginales y patéticos. Lo mismo de marginal que es Álvaro en la película lo fui yo en Nueva York en esos años, y así como la calle está marcada en su cara y en su cuerpo, igual me pasó a mí. Lo esencial es que la gente está luchando en la calle, y en Álvaro creo que se hace evidente el encuentro entre seres que muchas veces deambulan sin nada qué hacer, en demasiadas ocasiones por el simple desocupe.
Álvaro nació efectivamente de la serie TSB, que consistía en filmar a un personaje durante 24 horas, y después dejaba su retrato fílmico. Tengo toda una colección de pequeños retratos humanos, personas con las que me crucé en mis viajes, pero con Álvaro sí tomé la decisión de seguir adelante con el personaje, y comenzar a pensar cosas cómo “¿y qué pasaría si yo filmara a esta persona durante más tiempo?”. Y eso fue lo que sucedió y a partir de ahí se comenzaron a crear unos vínculos entre nosotros dos. Tampoco creo que yo le haya hecho una película a él, los dos hicimos nuestra propia película, porque el que mire a Álvaro me va a ver a mí, porque creo que en este trabajo se vislumbra muy bien mi forma de estar en el mundo, la manera de mirar lo que me rodea, el modo de parchar con mis semejantes, pues, ante todo, somos nuestras relaciones humanas, somos las obras que realizamos durante una semana o a lo largo de nuestras vidas; entonces es enfocar la cámara en esos momentos.
En cuanto a Álvaro fue tomar la determinación de seguirlo durante más tiempo, que finalmente fueron años, interesarme a fondo en su historia. Creo, personalmente, que todos queremos hablar, todos queremos ser escuchados, queremos ser valorados, ser captados en nuestra esencia, y es un ejercicio de empatía que me gusta mucho nombrarlo, y bueno, vivimos en un mundo en el que pensamos que los otros no tienen la razón, o que creo ciegamente que soy más correcto que mi vecino; por lo contrario, yo creo que lo correcto es el silencio, lo correcto es la amabilidad, lo correcto es el respeto por el prójimo.
vivimos en un mundo en el que pensamos que los otros no tienen la razón, o que creo ciegamente que soy más correcto que mi vecino; por lo contrario, yo creo que lo correcto es el silencio, lo correcto es la amabilidad, lo correcto es el respeto por el prójimo.
Y de qué manera generaste esa empatía no con el personaje sino con la persona: Álvaro Duque, porque de todas maneras él por momentos no es nada agradable, y seguro que manejaba sus recelos, pues me imagino por lo visto en la película que es una persona que ha sufrido muchas heridas y frustraciones y, por supuesto, tendrá sus prevenciones. ¿Cómo le expusiste tus intenciones de hacer la pelí, y que iba a ser un trabajo en el que ibas a estar comprometido a fondo?
Te confieso que fue a las patadas (Risas), yo siento que hay cosas que no se hablan en este tipo de procesos; porque resulta que yo puedo estar diciendo algo en palabras, diciendo que sí, pero en el fondo es no, o puede ser al revés. Eso fue lo que sucedió con Álvaro, que muchas veces me mandó a comer mierda, porque fueron muchas veces las que me increpó fuertemente, o me preguntaba a quemarropa: “¿Usted quién es en realidad? ¿Quién te mandó a que me grabaras? ¿Quién te está pagando por espiarme, para que se metiera en mi vida?”
Por momentos la cosa se ponía bastante tensa, pero luego se empezó a generar cierta dependencia en esos encuentros mutuos, que en el fondo eran encuentros de amabilidad, de estar tranquilos. Porque la gente se pelea o trata de estar bien, y en nuestro caso prevaleció la amabilidad, el estar tranquilos, pero no te voy a negar momentos duros en los que también me aburría, porque era mucho tiempo juntos, aunque siempre hubo ese ánimo de, hey, sigamos con la película, hagamos tal cosa hoy, rodemos tal parte que nos falta. Estábamos haciendo nuestra propia película, pero también construyendo una amistad, y eso es de las cosas más bonitas, que la película está llena de humanidad.
En mis proyectos, yo trato de sacarlos y empujarlos hacia adelante, pero en el fondo ni siquiera yo sé lo que es el cine, o decir con convicción: “Ah, es que esto sí es cine”. Para mí el cine es parte intuición y realidad, y yo no voy a ser tan atrevido para decir que mis películas son lo mejor, comenzando porque algunas imágenes están bien chuecas, pero tienen algo que está muy presente en Álvaro, y eso es la honestidad, y eso es algo que me parece muy chévere, y con eso creo que logré mi cometido, como cuando escuché comentarios de personas que decían: “Yo soy Álvaro”.
Reconozco que es una película incómoda, inclusive a veces la veo y me pregunto: “¿Qué es esta mierda?” Al principio sufría mucho viéndola, pero me di cuenta que te va metiendo de a poco en su historia, y sin saber muy bien cómo, terminas enganchado diciendo: “Okey Álvaro, todo bien, vamos para adelante, estamos en el mismo mundo”, y hasta se termina teniéndole un poco de cariño.
Y los otros personajes que se fueron integrando a la narración: la amiga de Álvaro, Doris, y posteriormente su hermano y su sobrina. ¿De qué manera ingresó Doris al documental, ya sabías de su existencia o llegó y funcionó de manera tan natural que encajó perfectamente en el universo del documental?
El rodaje de este documental fue muy orgánico, pese a que nunca se manejó un guion, o que todo lo que pasaba iba siendo parte de la peli; obviamente, muchas cosas quedaron por fuera durante el proceso de montaje, pero observando y seleccionando, Doris se convirtió en un personaje muy importante, porque al fin y al cabo era el amor de Álvaro, y con ella sucedió que teníamos los momentos exactos, pues no creo que se haya descartado material en el que ella estaba presente. Sucedió que con todo el tiempo que estuve con Álvaro le pasaron muchas cosas en ese tiempo: se separó, un juez sentenció que no se podían volver a ver con Doris, y había que cumplir este mandato, lo que ocasionó que en cierto intervalo no hubo más rodaje con Doris, pero luego hubo esa visita de ella a la casa de Álvaro, y fue muy lindo porque cinematográficamente se notaba el paso del tiempo.
Creo que es una película bien construida en ese aspecto, en donde están bien utilizadas las elipsis, y en donde nunca se abandona a Álvaro, aunque aparezcan otros personajes como Doris y sus familiares, o cuando se produce el viaje a Colombia, en donde ingresan de forma muy fluida su hermano y su sobrina, y resultó que eran personas increíbles.
Y ahora que mencionas el material de descarte, porque siete años de grabación son bastantes, ¿hay alguna parte que se quedó por fuera que te hubiera gustado tener?
Hay una secuencia que no quedó en la película, y que yo hubiera amado meterla en el corte final, y es cuando Álvaro volvió a ver a su mamá. Todavía no sé por qué quitaron esa secuencia en el montaje final, obviamente Felipe Guerrero, el productor, y Juan Carlos Sánchez, el editor, defendían su punto de vista, y finalmente no se incluyó. Fue llegar a un difícil consenso, yo, claro, tenía los oídos abiertos para sus argumentos, pero me parecía que era muy diciente la forma en que Álvaro llegaba donde su madre, que está postrada en una cama, que ya no habla ni responde, y Álvaro con esa frialdad, mirándola desde lejos, desde cuarenta años de ausencia; pero bueno, era lo que decían Felipe y Juan Carlos: que era un pedazo de su intimidad y que había que respetarla.
Hay una secuencia que no quedó en la película, y que yo hubiera amado meterla en el corte final, y es cuando Álvaro volvió a ver a su mamá. Todavía no sé por qué quitaron esa secuencia en el montaje final, obviamente Felipe Guerrero, el productor, y Juan Carlos Sánchez, el editor.
Entonces José Alejandro, ¿cuántos años fueron finalmente el rodaje, y cómo eran esas jornadas, porque lo recalcaste hace un rato en que había momentos en que te aburrías y también que cambiaban en función del estado de ánimo de Álvaro?
El documental comenzó a grabarse en 2013 y se terminó en 2019. La primera época en la que yo vivía en Nueva York, estuve constantemente a su lado, ya después estuve yendo y viniendo para grabarlo, y también para otro montón de cosas que estaba haciendo en esos momentos, como el rodaje de Lázaro. Igual, surgían imprevistos o casualidades, que yo iba aprovechando, como el viaje de Álvaro a Pereira. Yo estaba en Los Ángeles, cuando Álvaro me llamó y me dijo. “Oiga, hermano, yo estoy acá en Bogotá y después sigo para Pereira”.
De una decidí salir para Pereira, pero mientras llegaba sucedió algo muy bonito y que enriqueció mucho la película. Como me estaba perdiendo la llegada de Álvaro a Pereira, entonces hablé con una chica llamada Natalia, y ella grabó unas imágenes súper valiosas, con otro contexto, con un toque más femenino, y consiguió algo que yo no había logrado: capturó una esencia de Álvaro que a mí me fue esquiva, con una distancia que yo con Álvaro no tenía porque siempre estaba a su lado.
¿Y de qué forma se vinculó Felipe Guerrero a este proyecto como productor, tenías algún lazo de amistad o habías trabajado con él antes?
Yo siempre digo que mis películas han tenido unos angelitos que me han ayudado a sacarlas adelante. En el caso de Lázaro fue Paola Pérez de Inercia Películas, y creo firmemente que no hubiera sido posible sin su apoyo. Y Felipe es otro ángel, que llegó de la mano de Juan Carlos Sánchez, que es el editor de Álvaro. Un día estaba trabajando normal y me avisaron que uno de los productores que tenía se había retirado, y me dijo algo así como que no podía con mi proyecto, y de una Juan Carlos me dijo: “Yo creo que esta película la tiene que producir Felipe Guerrero y Mutokino”.
A mí me sonó la idea y miré en mi facebook y ahí estaba Felipe como uno de mis amigos y de una le mandé un mensaje directo. Reconozco que soy súper impulsivo por momentos, pero Felipe leyó mi mensaje, me dijo dos o tres cosas, y después se tomó su tiempo, y averiguó quién era yo y seguro que vio Lázaro. El odió esta película desde el principio (Risas), no le gustó para nada.
El caso es que le mandamos el corte que teníamos, y me respondió que le interesaba, que Mutokino quería ser parte de este proyecto. Firmamos un par de contratos, y de ahí para adelante Felipe se ha comportado como la persona rigurosa y maravillosa que es, realmente es un caballero, y es una experiencia muy valiosa trabajar con una persona como él. Felipe le brindó mucho equilibrio a la película, porque hubo un momento en que Álvaro estaba a punto de irse al tacho de la basura, porque no le veía salvación: Álvaro era repugnante, tenía muchos problemas para crear empatía con unos eventuales espectadores, uno miraba a Álvaro y pensaba: “Uy, este man no es chévere para nada” (Risas).
Felipe le brindó mucho equilibrio a la película, porque hubo un momento en que Álvaro estaba a punto de irse al tacho de la basura, porque no le veía salvación.
Ya después en la etapa de montaje nos ratificamos en lo que queríamos contar, pero también logramos desaturar la película de muchas cosas pesadas, y al final se logró una película más balanceada, y Felipe tiene mucho que ver con ese resultado. Yo tuve una suerte grandísima porque si comenzar a buscar productor es una vaina súper difícil, imagínate en mitad del rodaje. Fue un proceso muy respetuoso, en el que aprendí mucho, y que la peli haya llegado tan lejos, una satisfacción. Lo digo, porque al principio, con el mismo Felipe decíamos que en últimas, si tocaba, subíamos la película a Youtube, pero comenzaron a suceder cosas, y acá estamos con el estreno en salas.
Y este chico Juan Carlos Sánchez, ¿cuéntanos, ¿quién es él, cuál es su formación y cómo llegó a tu documental?
Juan Carlos es un jovencito, egresado de cine de la Universidad Nacional, además de músico. Yo afirmo que es la nueva promesa del montaje en el cine colombiano, porque es una persona muy calificada y rigurosa. Álvaro lo que tiene es montaje, y eso es algo muy bueno, porque Felipe Guerrero, que es un gran montajista, cuando llegó al proyecto y vio el corte que teníamos, lo primero que dijo fue: “Esto lo tiene que editar Juan Carlos”. Le respetó mucho su punto de vista, lo acompañó y aconsejó.
Ya la dinámica del montaje fue mirar mucho el material, incluidos los rushes, y buscarle un principio y un final, fue reflexionar mucho sobre lo que mirábamos, y desglosar los temas de la película, agarrando la desazón del personaje y tratar de equilibrarla, porque la película se nos podía ir en picada, básicamente porque el personaje se mantiene bajoniado, entonces buscamos un poco más de armonía, y ahí es donde encontramos el material de Doris y comenzamos a dibujar esa parte.
Juan Carlos hizo una visualización muy seria de todo el material, y su retroalimentación me ayudó mucho, pues te confieso que a mí me cuesta mucho sentarme y concentrarme días enteros en ver una y otra vez el mismo material. Juan Carlos me ayudó a mirar muy detenidamente, pero fue él, literalmente, el que se la echó al hombro, yo sinceramente lo apoyé con comentarios puntuales, pero el que le metió la ficha a fondo fue Juan Carlos. Ese man es un artista, pero con un rigor el berraco.
Y eso fue lo que sintió Felipe, que vuelvo y lo repito, es un tremendo montajista, que sabe perfectamente qué es una estructura, que entiende que antes de poner un plano hay que saber por qué va en ese sitio y no en otro, que comprende que cada uno de esos planos son ladrillitos puestos uno al lado del otro. Yo soy sincero y te confieso que mis películas lo que tienen es montaje, a mis montajistas les deberían dar un premio especial, un crédito bien hijuemadre (Risas).
Y ya para finalizar con el tema del montaje y tiene que ver con la secuencia con la que comienza la película, ¿por qué decidieron iniciar precisamente con el personaje fumándose su bareto y tosiendo como un camaján de la vieja escuela?
Pues mira que a mí esa secuencia me parece muy especial, ya que me involucra a mí también como realizador, como queriendo decir: “Hey, yo también estoy aquí, exponiéndome como persona”, y en donde queda claro que es una construcción mutua, una conversación constante, como cuando se escucha: “Oiga, hágale pues”, ahí ya hay dos personas interactuando, y el llamado de atención no resulta gratuito, y era un poco como manifestar: “Acá estoy filmando, pero no soy el realizador que está mirando desde afuera”.
En cuanto al diseño sonoro tuviste a Mercedes Gaviria, directora de Como el cielo después de llover (2020), y encargada del sonido directo de algunos de los trabajos de Simón Vélez, y no sobra decirlo, hija de Víctor Gaviria, nuestro gran crédito cinematográfico. ¿Existe alguna razón en especial para que Mercedes estuviera en tu película, o es otra de esas apariciones angelicales de las que has hablado toda la entrevista?
Nuestra película se hizo sin ningún fondo, y nosotros la produjimos en su totalidad. Obviamente que me gustaría tener mucho dinero para rodar mis trabajos, pero yo no me voy a quedar esperando a ganarme un fondo o una convocatoria para hacer lo que quiero, y Álvaro es un ejemplo claro de vamos a hacer una película como sea, sin fondos ni recursos, y yo creo que a Mechi le gustan ese tipo de películas; sin embargo, para que Mercedes estuviera en mi película, ayudó mucho la presencia de Felipe Guerrero, cuando él llega a un proyecto le copian muchísimo.
Obviamente que me gustaría tener mucho dinero para rodar mis trabajos, pero yo no me voy a quedar esperando a ganarme un fondo o una convocatoria para hacer lo que quiero.
El asunto es que Felipe vive en Buenos Aires, y quería hacer la posproducción allá, pues quedaba más fácil hacerla en Argentina, y hubo un momento en el que surgió el nombre de Mercedes, y a mí me había gustado mucho su trabajo, me parece una mujer muy sensible, y obviamente es un poco tonto mencionar a su papá, pero para mí Víctor Gaviria es alguien demasiado grande, yo tengo una admiración total por él, y de seguro eso influyó mucho en mi interés porque Mechi estuviera en mi película.
Después conocí todos sus trabajos, e inclusive el año pasado fue profesora mía en un diplomado, y en el camino he corroborado que es una mujer llena de profundidad, que le llevó una simplicidad muy bella desde el diseño sonoro a la película. Le costó como a casi todo el mundo crear empatía con Álvaro, porque el personaje es un machista, y a mí no me gustaría juzgarlo diciendo que es esto o aquello, pero a las mujeres les cuesta, y a Mechi eso le afectaba, hasta que un día dejó sus recelos y se metió de lleno al proyecto, aunque estábamos en plena pandemia, era difícil pero ella logró un audio impecable, y fuera de eso consiguió una mezcla buenísima con la música de Mula y Edson Velandia. Y fue pura casualidad mágica que ellos estuvieran también. Mercedes es una persona con la que me gustaría hacer muchas más películas.
¿Y cuál fue la reacción de Álvaro una vez terminada la película, o no la ha visto?
Él no la había visto hasta que la estrenamos en Nueva York, o mejor dicho, sí había visto pedazos pero no la había visto completa, porque cuando yo le preguntaba cómo le había parecido siempre me respondía con evasivas como: “Yo no he tenido tiempo de ver esa vaina”, pero, en realidad era que no era capaz de concentrarse, aunque ya viéndola en una pantalla de cine, después de muchos años de no entrar a una sala de cine, de estar con un público, de sentir las reacciones del público, se sintió emocionado.
Yo siento que fue demasiado importante para él, y para mí, por supuesto. Recuerdo perfectamente el momento en que me tranquilicé del todo, porque estaba un poco nervioso por alguna secuencia en la que Álvaro sale todo descontrolado dando vueltas por todos lados, y estaba casi seguro que me iba a mandar a la mierda, y yo hasta pensaba que con toda razón. En ese momento se volteó en la butaca y me dijo: “¿Es que acaso tú crees que yo no sé quién soy?, ¿Crees que nací ayer o qué?”.
Cuando lo oí hablar de esa manera me tranquilicé y, te confieso que también fue un descanso, porque obviamente, en mi caso, han sido muchas las veces que la gente se ha molestado y me ha mandado a tomar por culo, y se ha salido de las grabaciones. No siempre ha sido de esa manera, pero es que he retratado a tanta gente. Yo soy de los que piensan que si uno va a estar con alguien 24 horas es 24 horas, y hay que darla toda.
Afortunadamente con Álvaro seguimos siendo amigos.