Por Jaír Villano
Docente universitario
Incluso lo apolítico es político. Toda expresión, todo acto, todo gesto en el arte tiene un subyacente político. El documental del bogotano Juan Jacobo del Castillo es una valiosa reinvindiación del legado de tres intelectuales y militantes de la imagen en movimiento en Colombia. De tres personas comprometidas con brindarle otra narrativa a su país, de presentar a través de la imagen los relatos ocultos, incómodos, críticos. En suma: de hacer oposición a la narrativa oficial: aquella que quería imponer un imaginario que no correspondía con la realidad.
Colombia siempre ha estado en conflicto. Es un país en permanente crisis. Su clase política en lugar de atacar las causales histórias de estas, se queda con pequeños paliativos. Pero como decía Voltaire: de las mismas causas derivan los mismos efectos. De modo que el intento de simulación resulta estéril y peligroso, pues agudiza lo que ya son problemáticas preocupantes.
Así y todo, los dirigentes del Estado se han valido de sus múltiples medios para vender una imagen distinta de esta nación. Lo que estos tres directores hicieron, en los años setentas y ochentas, fue ir en contra de esa pretensión. El film justifica los medios es un homenaje al cine político, no solo por las entrevistas a sus tres directores, y el impecable rescate de archivo, también porque demuestra con sólidos argumentos lo fundamental que son las imágenes para la memoria colectiva, para la historia nacional.
¿Por qué cree que es necesario que el país conozca el trabajo cinematográfico de Marta Rodríguez, Carlos Sánchez y Carlos Álvarez?
Adentrarse en las primeras obras de estos realizadores es clave para descubrir parte de la memoria crítica y disidente de este país, desde la cual se revelan los movimientos, contradicciones y disputas que vivió Colombia en los años sesentas y setentas. Frente a sus lentes quedaron registrados acontecimientos tan importantes como la muerte y el entierro simbólico del cura guerrillero Camilo Torres, el fraude electoral de 1970, la ocupación militar de la Universidad Nacional en Bogotá o las luchas de las comunidades indígenas en el Cauca. Estas imágenes siguen siendo profundamente vigentes y ponen de manifiesto la urgencia por mantener viva nuestra memoria fílmica.
También es interesante volver la mirada al trabajo de estos tres documentalistas, así como al de tantos otros (Diego León Giraldo, Gabriela Samper, Jorge Silva, Alberto Mejía, Carlos Mayolo, Luis Ospina, Luis Ernesto Arocha) porque es a través de sus primeras películas que surge una clara intención por hacer cine documental de manera independiente, cine entendido como un posicionamiento político, como una expresión contracultural y creativa, como la urgencia por exponer en las imágenes en movimiento la violencia en el país.
Sartre decía que la literatura debe estar dispuesta a alterar el statu quo: “el escritor está en perpetuo antagonismo con las fuerzas conservadoras que mantienen el equilibrio que él procura romper”. En otras palabras, la literatura es política, algo que también afirma Marta Rodríguez –aunque con relación a la imagen en movimiento–: “todo cine es político”. En ese orden de ideas, ¿qué motivación política lo llevó a filmar El film justifica los medios?
Cuando inicié en el camino del cine, asistiendo a cineclubes, grabando experimentos con amigos, saliendo a registrar marchas, paros estudiantiles y campesinos, conocimos simultáneamente un conjunto de películas que cincuenta años antes ya estaban hablando sobre estos temas. Fue revelador y emocionante descubrir en el cine de Marta, Jorge, Carlos, y tantos otros, que ese camino de aprendizaje, de filmar en colectivo, de tener que ser “toderos”, de aprender sobre la marcha y hacer películas con las uñas, de querer descubrir el mundo y transformarlo utilizando como pretexto una cámara como lugar de encuentro con otras y otros, hacía parte de una historia compartida.
Cuando inicié en el camino del cine, asistiendo a cineclubes, grabando experimentos con amigos, saliendo a registrar marchas, paros estudiantiles y campesinos, conocimos simultáneamente un conjunto de películas que cincuenta años antes ya estaban hablando sobre estos temas.
En este sentido, retomar estas películas y a sus autores, invocar la fuerza y vibración de sus imágenes frente a nuevos públicos y audiencias, es en definitiva un ejercicio político. El film justifica los medios es entonces un esfuerzo de resistencia creativa, que desea contribuir en la recuperación y activación crítica de una parte de la memoria fílmica colombiana.
El film justifica los medios es un homenaje al cine militante, al contracine –ese relato oculto y apaciguado por la sinuosa exposición de la narrativa oficial–, sin duda también al cine documental, “una participación directa en la política”, como dice Carlos Álvarez. Lastimosamente en Colombia este último no es un género de mayorías (ni mucho menos mediático), ¿por qué cree que sucede esto en un país donde, a través de su película, se demuestra lo importante que son estos registros para la historia nacional?
Desde los tiempos del Frente Nacional, los cineastas ya hablaban de la dificultad de romper con los cercos informativos y mediáticos. El cine, la radio, la televisión, la comunicación en general, siempre han sido terrenos en disputa. Sin embargo, como decía Carlos Sánchez, esta es una guerra muy desigual, al no contar con los mismos recursos y capacidad de difusión. Creo que hay que abandonar la pretensión de querer hacer películas con grandes alcances mediáticos o de masas. No se combaten las narrativas oficiales utilizando sus mismos códigos y lenguajes. Mientras sigan surgiendo cada vez más películas pequeñas, radicales, personales y urgentes, se irán esparciendo e irrigando oportunidades de conectar con otras audiencias, territorios, colectivos y espacios. Siempre es necesario e inspirador mirar desde los márgenes para encontrar otros cines.
Un país sin archivo es un país sin memoria. Su película lo comprueba de manera impecable. Hay una pregunta expuesta en su largometraje que me gustaría formularle: “¿Quién cuidará mañana nuestras imágenes del presente?”
Esta es una interrogante que permanece abierta. La película, a su manera, es también un llamado a establecer una relación activa y crítica con nuestro pasado. Por un lado, es indispensable continuar y fortalecer las labores de rescate y preservación de la memoria fílmica, trabajo que adelantan silenciosamente numerosos archivistas, investigadorxs y colectividades que hacen posibles distintas rutas de acceso al mismo. No obstante, por otro lado, también es una invitación para apropiar, experimentar y re-utilizar los archivos de manera creativa.
Después del Paro Nacional, del estallido juvenil y popular y la reacción represiva del estado, se produjeron infinidades de registros, videos y materiales audiovisuales que son la crónica y expresión de una sociedad que está más viva que nunca y en constante movimiento. Generar acervos digitales y de libre acceso de toda esta memoria es indispensable. Descargar, sistematizar, compilar, apropiar, crear, difundir y proyectar se vuelven ejercicios potentes, que nos permitirán dentro de unos años, entender y nombrar todo esto que nos ha ocurrido.
Docente universitario, crítico de literatura.