Rito Alberto Torres Moya
Cineasta colombiano, pionero del cine de animación en el país. Se inició en 1955, en la Televisora Nacional de Colombia, como productor. Obteniendo reconocimiento, por más de diez años de labores dedicados a la televisión, la que, por entonces, se emitía en vivo y en directo. Luego, fijó su residencia en España, de 1965 a 1969, trabajando en el estudio de animación de Radiotelevisión Española.
Ya establecido en Colombia, con una cámara de 16 mm realizó El país de Bella Flor (1972), un cortometraje filmado cuadro a cuadro. Esta técnica cinematográfica simula el movimiento de los objetos estáticos (muñecos, escenografía, etc.) a través de la serie de fotografías que constituyen cada toma. Conocida como “stop motion”, esta manera de filmar, hoy raramente usada, tiene su dificultad en la atención que se debe tener en la planeación del movimiento de los objetos, ya que no se cuenta con la ayuda de ver el cuadro anterior o el siguiente, como si se puede en la técnica del dibujo animado.
Para pasar a filmar en 35 mm, el ingenioso maestro, encargó al artesano Daniel Martínez la construcción de una cámara. Es básicamente un cajón de madera, con un solo lente, conectado al motor de un parabrisas de automóvil, que es el que obtura, secuencialmente, la captura para cada fotograma. Con esta técnica de filmación hizo La pobre viejecita (1978). Un año y medio duró la realización, haciendo no solo de su casa un estudio, sino del resto de la misma un taller, donde se construyeron con esmero muñecos y maquetas del primer largometraje de cine animado en la historia del cine colombiano.
Su filmografía debe mucho al trabajo colaborativo con su familia: su esposa, la actriz Karina Gómez (1930-2012), de origen chileno, y a sus hijos Ana María y Fernando Enrique. En 1982 obtuvo en el premio Coral en el V Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, Cuba, por su segundo largometraje, Cristóbal Colón. En 1989 terminó, en coproducción con Argentina, Martín Fierro, película considera por el gobierno argentino de “interés nacional”, por lo cual se exhibió a nivel nacional, en colegios y escuelas, para los estudiantes de primaria, durante varios años.
Su filmografía debe mucho al trabajo colaborativo con su familia: su esposa, la actriz Karina Gómez (1930-2012), de origen chileno, y a sus hijos Ana María y Fernando Enrique.
Laverde, con su trabajo, inspiró a muchos nuevos creadores a iniciarse en el mundo de la animación, realizó una labor docente y promocional en el ámbito universitario. Su esfuerzo de llevar a cabo obras artísticas ambiciosas y muy elaboradas, se refleja en los guiones para sus películas, los cuales, en los casos más significativos, son de su autoría, y en los que deja establecido un compromiso humanista, con la vida y la naturaleza. Uno de sus primeros trabajos es Un planeta llamado tierra (1979), un aviso pionero de por qué tenemos que conservar y preservar los ecosistemas.
Ocasionalmente exploró la ficción y la puesta en escena con actores, en compañía de su colega y amigo José María Arzuaga (1930-1987) en, por ejemplo, Breve encuentro (1976), donde dos niños, uno de ciudad y otro campesino, comparten sin distingos, mientras sus padres arreglan el daño de un automóvil. Volver (1985) es un mediometraje de época, que ambienta un episodio amoroso del poeta José Asunción Silva y que pertenece a la etapa de los mediometrajes de Focine, en la cual también tuvo la oportunidad de aportar a la filmografía nacional el maestro Laverde.
Precursor del cine para niños, en Colombia, su obra trasciende esos límites impuestos por el cine comercial y nos permite a todos, sin limitación cronológica, encontrar la ternura, la ingenuidad y los valores que, con mucho afecto, Fernando Laverde fijó en cada uno de sus trabajos audiovisuales.