Entrevista a César Heredia

Pintar los recuerdos al caminar

Joan Suárez

—¿A usted le gusta el cine? —pregunta él.

—A quién no. —dice ella, con una sonrisa.

 

En un intento por ser un sastre de la palabra, agrego al papel y el lápiz sobre mi escritorio, una tela para apoyarme, unas tijeras y un metro de costura, para tejer una entrevista con el director y guionista bogotano César Heredia. Imagino un taller en el que conversamos alrededor de su película Salvador (2020), y la aguja y el hilo para apuntar sus oraciones tras una colcha de preguntas.

 

Quiero hablar, en un principio, del cortometraje Elefante (2014). En el que está presente la enfermedad y el amor entre un padre y un hijo, pero también la vejez. Un sobresaliente trabajo que ofrece un equilibrio esencial en cada uno de los elementos de este relato, tan emotivo y cautivador con los actores Gustavo Angarita y Juan Pablo Barragán.

 

Es una reflexión en torno a la vejez, pero también en torno a ser hijo. Nace de asuntos personales, pero también es sobre la memoria, a lo que se va, a por qué es tan importante la memoria en sí, tanto en mayúsculas, como la cosa social y colectiva, pero también en lo íntimo, y el corto es un ejercicio de reflexión en torno a eso.

 

Ahora en su ópera prima la historia entre Salvador e Isabel (Héctor García y Fabiana Medina) se sitúa en 1985 en el centro de Bogotá, un encuentro solitario entre dos seres en torno al amor, la intimidad y el secreto. Y de fondo, la cotidianidad previa a la toma del Palacio de Justicia por la guerrilla urbana del M-19. ¿De dónde surge la historia?

 

Surge de varias aristas, la primera, mi abuelo era sastre, mi mamá le siguió los pasos, era modista, y nace de esos recuerdos de infancia cuando me llevaban a mí al taller en el centro de Bogotá, muy muy cerca de la plaza de Bolívar; y también yo soy de una generación que creció con violencia, viendo la violencia en la ciudad y en la vida cotidiana, entonces el primer evento violento que yo recuerdo haber visto es ese, la toma del Palacio de Justicia. Es como esa asociación, como qué hubiera pasado donde mi mamá hubiera estado en medio de ese hecho violento con el cual ella no tenía ningún tipo de vinculación. Y la otra arista va en torno al amor, cómo uno puede matar el amor, e indagar en torno al miedo y a las prevenciones y como que si uno no se acepta vulnerable, es muy difícil amar, porque siempre está poniendo barreras, entonces para amar siempre es importante abrirse y aceptarse vulnerable, aceptar que uno puede ser frágil. Y Salvador claramente no lo es y termina haciendo lo que hace.

 

La película también habla de varias cosas, a pesar de ser una historia del interior y muy bogotana, justamente habla de esas otras colombias: de esa Bogotá del interior que es muy cerrada, muy fría y hostil, tal vez, pero también de otras colombias, de otros territorios, como el de Isabel, con más luz y con otros problemas y cómo en esta película se encuentran, y se encuentran de la manera en que también lo hacen con el país. Y en la película también hay una reflexión en torno a los miedos de la otra Colombia y cómo esos miedos nos dominan, esos miedos también hacen que evadamos la realidad, como Salvador, porque Salvador evade, y creo que la sociedad colombiana ha hecho eso por mucho tiempo, evade realidades quizás por normalizar la violencia, normalizamos la sangre, por miedo también seguramente, por eso creo que es valioso hablar de esta película hoy, estamos hablando de hace treinta y siete años, pero creo que también estamos hablando del hoy y ser conscientes de nuestra realidad y de lo que sentimos.

Y la otra arista va en torno al amor, cómo uno puede matar el amor, e indagar en torno al miedo y a las prevenciones y como que si uno no se acepta vulnerable, es muy difícil amar, porque siempre está poniendo barreras,…

La historia íntima y genuina tiene un testigo, que mide más o menos la tensión emocional entre los dos personajes protagonistas y los demás, subir y bajar (y viceversa) en este caso, el ascensor como otro objeto que cobra vida. No solo por sus características clásicas de un tiempo pasado en el interior de un edificio del centro de la ciudad, sino también por su viaje emocional en esta historia de amor.

 

Seguro, seguro. Hay un constante bajar y subir, y lo más interesante de los ascensores, y más en esa época cuando había ascensoristas, es la intimidad, porque es un espacio colectivo, es un no lugar, pero a la vez es muy íntimo, es un espacio de dos por dos a lo sumo, y entonces guarda esa intimidad y esa relación con lo colectivo. Y creo que en la película es constante ese juego de lo uno y lo otro. Se dio de manera natural la relación con el ascensor, se dio por el desarrollo de la historia en el centro en un edificio de este tipo, pero también poco a poco fui dándome cuenta de que el ascensor era importante por lo que acabo de decir.

 

Hay un elemento significativo en la película y es la fotografía, un contraste de ciudad y sus diversas evocaciones, según las circunstancias. ¿Para ello buscó fotografías históricas? ¿Qué tanto caminó las calles de la ciudad para descubrir (lo que está y pocos ven) y pintarlo con la luz para brindar a la historia y el espectador un momento memorable y de situarlo en un tiempo y espacio?

 

Sí, yo camino mucho y conozco bien el centro. Y sí, es una evocación a eso y a los archivos que encontramos. La intención era que el espectador pudiera sentir esa época, así hubiera nacido después, así no la hubiera conocido, que pudiera percibir al menos una referencia visual de cómo experimentar ese momento.

 

En Salvador también tenemos una voz que acompaña los hechos históricos, a nivel político y económico del país, la radio. ¿Cómo fue el trabajo de arqueólogo para recuperar el material de archivo a nivel sonoro, y por supuesto, visual?

 

La radio fue también muy importante. Para mí porque yo todavía escucho radio y crecí con la radio y la televisión, entonces es, primero, la evocación normal de la época, investigué mucho, escuché mucho radio de la época, muchos archivos, tanto de televisión como radiales, pero no todas las radios son originales, es decir, no todo es archivo, porque algunos son reconstruidos, porque dramáticamente necesitaba unas cosas que no habría encontrado. Necesitaba que la radio dijera ciertas cosas puntuales, a veces importantes, a veces no.

 

Así mismo, la historia de amor atraviesa un momento difícil, y es la presencia omnipresente de la desaparición de un familiar, un estudiante universitario. Es algo desde el guion imprescindible para darle equilibrio y fuerza a la historia. Incorporar los distintos episodios de esa cotidianidad urbana y violenta.

 

Eso siempre fue muy importante, porque además, es cómo la violencia y la situación social comienza a afectar al protagonista, empieza a tocarlo de una manera más cercana con los pocos que él quiere. Así que esa situación lo afecta a él y afecta lo que él entiende que puede suceder y eso lleva a que él también tome unas decisiones, en la vida y en su relación con Isabel y con su sobrino, quien era estudiante de universidad pública, además, y que tiene un desarrollo en los barrios donde el M-19 tenía unos campamentos por la época. Incluso había unos procesos de paz con el M-19, pero a mitad de ese año se rompieron esos diálogos con el gobierno de turno. Y esos campamentos que había en varias ciudades tuvieron hostigamientos. Pero no eran campamentos que tuvieran alguna relación como violenta, eran más organizaciones sociales, de participación comunitaria. Y el personaje que desaparece tiene ese tipo de relación con la comunidad.

…no todas las radios son originales, es decir, no todo es archivo, porque algunos son reconstruidos, porque dramáticamente necesitaba unas cosas que no habría encontrado. Necesitaba que la radio dijera ciertas cosas puntuales, a veces importantes, a veces no.

 

De la misma manera que el sastre trabaja con sutileza, minuciosidad y suavidad, del mismo modo el ritmo del relato es cadente y va en tejido (trozos de tela), hasta los hechos de confrontación. ¿Cómo fue la puesta en escena y el reparto con Héctor y Fabiana?

 

Ya que mencionas los tejidos, yo siempre hablaba con la gente del equipo que era como un relato que se iba tejiendo poco a poco entre dos hilos muy grandes, entre lo íntimo y los acontecimientos públicos; entonces en esa medida, tanto con ellos como con los actores principales, yo les di una carpeta digital con mucha información de la época para que se fueran empapando, con información de publicidad, de cuánto costaba una lavadora, un teléfono, qué cosas había en la época. Desde lo cotidiano hasta asuntos de orden público o judiciales y demás. Fue una carpeta muy muy grande, que muchos la leyeron con juicio, otros no tanto, pero lo importante era que se empaparan y sintieran la época en lo más cotidiano, que se sintiera que conocían ese tipo de cosas. Y luego fue establecer la relación ya entre los dos, pero muy minuciosa a partir de los detalles, de lo pequeño. Y además, como lo mencionas, fue a partir de un ritmo muy lento, como pausado, donde las miradas son muy importantes, los silencios son clave, un pequeño gesto dice mucho, un acercamiento de una mano también, y eso se construye con la relación entre los actores, con tiempo y con calma.

 

Hace treinta y siete años, el 6 y 7 de noviembre de 1985, Colombia vivió uno de los hechos más dolorosos de su historia reciente: la toma y retoma del Palacio de Justicia. En el que cerca de cien personas murieron y once más desaparecieron. El estreno de la película, en el mes de noviembre, tiene alguna intención simbólica para retomar el diálogo, la reflexión y la investigación de este episodio que sigue causando diversas reacciones.

 

Sí tiene que ver, bueno, y también con otras cosas, situaciones del mercado propio de la cinematografía local, pero justamente tiene que ver, no porque la película sea sobre el asalto del Palacio de Justicia, y en eso hemos sido muy reiterativos cada vez que nos invitan a eventos, diciendo que no es un documental, y procuro ser muy respetuoso con eso porque hay víctimas, hay gente desaparecida, hay familiares que aún buscan personas que están en cementerios o en fosas comunes y no se sabe bien qué pasó. Pero sí, en el fondo la película es un ejercicio de memoria y así les digo a quienes están cerca a la fecha en que se conmemoran esos hechos, para que reflexionemos en torno a ellos, así sea desde otra mirada. No desde la mirada evidente y pública y social, sino desde lo personal y desde lo íntimo, es importante tener esa relación, pero entendiendo que la película no es sobre eso.

 

¿Cómo ha sido la participación en festivales y ha tenido alguna mención que haya posibilitado una mayor distribución y exhibición?

 

Sí, la película se estrenó en el Festival de Cartagena en el 2020, aunque no pudo tener todas las funciones, la principal no se tuvo porque ahí fue cuando se cerró la ciudad por el covid, así que fue un estreno truncado. Y el camino en festivales ha sido difícil por las razones que todo el mundo conoce de la pandemia, que se acumularon las películas, que muchos festivales no se realizaron, fueron dos años muy difíciles, aunque pudo estar en algunos festivales a pesar de ello, festivales no tan grandes, pero donde ganó unos estímulos… de mejor dirección en el Festival de Mérida y Yucatán, ganó mejor guion y mejor película en el Festival de Hurlingham, también en el BAM y, además, la película tuvo varios estímulos y reconocimientos desde muy temprano en sus distintas fases.

   

Por su nivel de factura artística, rigor, precisión y filigrana es para ver en pantalla de cine, como los demás estrenos y los siguientes que nos están brindando directoras y cineastas con diversas lecturas interpretativas de la condición humana, y por supuesto, sobre Colombia. ¿Qué piensas de esta primavera o pirotecnia cinematográfica en Colombia?

 

Bueno, también tiene mucho que ver, en cuanto la cantidad, que tenemos muchas películas acumuladas desde hace dos años.  Por otro lado, creo que es muy valioso las diversas miradas que existen en torno a temas distintos, y hay cada vez gente más joven, además. Y ahora que hablas de la sala de cine, la idea es que la película se vea ahí, porque fue hecha para verse ahí, sus tiempos, su sonido, su composición visual, todo está hecho para el cine. Obviamente no negamos que se emita en plataformas, ya eso es una realidad, pero es importante que mucha más gente la vea en cine primero.

…en el fondo la película es un ejercicio de memoria y así les digo a quienes están cerca a la fecha en que se conmemoran esos hechos, para que reflexionemos en torno a ellos, así sea desde otra mirada.

 

Finalmente, ¿en qué proyectos audiovisuales te encuentras?

 

Ahorita estoy escribiendo una serie, un corto y un largo que ya estoy como en el desarrollo, que se llama Gloria del dragón, que ha tenido un buen camino en cursos, en eventos cinematográficos, en laboratorios, pero es otra cosa diferente, porque me parece importante el riesgo de abordar otras cosas distintas a las que uno ya hizo.