Luisa Milena C.
8 de agosto, 2023
“La comprensión del perdón tiene en Colombia un
componente misógino muy fuerte. Existe la idea de que quien
perdona es la mujer y de que el hombre carece de esa
capacidad, quizá por el temor de mostrar los sentimientos.”
Prólogo del libro Perdón de la Comisión de la Verdad.
Alonso Sánchez Baute
Esto debería ser una crítica de cine común y corriente, como se me dificultó escribirla así, decidí hacerla a manera de carta; dedicada a Daniela López, la directora de este documental, y a usted que vio o verá Amando a Martha.
Primero que todo, Daniela, enaltezco tu valentía al hacer esta película.
Hacer un trabajo autorreferencial nunca es tan sencillo como parece… “Poner la cámara, grabarse y listo…” No. Un ejercicio que implica la introspección, la revisión de sí misma en medio de la circunstancia que sea, es un acto de auto-indagación, de auto-cuestionamiento, es mirarse en un reflejo y obligarse a aceptar lo que sea que se ve; es construir un espacio para desnudarse y entregarle algo de eso al público, a quien vea y decida recibir ese ritual. Hacer una película autorreferencial siempre implica un arma de doble filo que puede herir la autopercepción, mientras se desangra eso de lo cual se quiere hablar (a veces denunciar). Hacer una obra de tal característica donde se evidencie la violencia dentro del entorno familiar es aún mucho más una panacea y un suplicio al mismo tiempo. Hacer Amando a Martha no debió ser fácil, para nada fácil. Gracias por hacerla Daniela, gracias.
Quiero decirle que el trabajo con el material de archivo fotográfico es suscitador, intrigante, contundente. La decisión de fragmentar las fotos familiares dice mucho más de lo que muestra una fotografía completa, fragmentar el fragmento… ¿De las fotografías, por qué mostrar solo las manos de las personas? Aquellas de quienes no vemos sus rostros pero sabemos quiénes son; esas manos que en sus gestos reflejan todo lo que relata el filme, que con sus dedos recogidos evidencian cómo están obligados a una proximidad que no desean y una cantidad de emociones contrariadas. No me antojaba ver las fotos completas, con ver esos gestos me bastaba.
El desarrollo de las cartas como material, es hermoso y doloroso. Me pareció singular el énfasis visual de palabra por palabra, denotaba la necesidad de acentuar algo más allá de las palabras: la violencia de género que grita ahí. Esa misma que las personas ignoramos, por desconocimiento, por mecanismo de defensa o por decisión. Esa misma que no podemos esconder ni silenciar más, por la cual seguiste haciendo el documental. Porque el mundo merece saber la historia, la herida y el coraje de Martha, porque no es solo la de ella, es una herida social, es colectiva. No podemos seguir volteando la mirada.
Me pareció singular el énfasis visual de palabra por palabra, denotaba la necesidad de acentuar algo más allá de las palabras: la violencia de género que grita ahí.
De nuevo, Daniela, gracias por mirarte y mirar a tu familia, igualmente por dejar que miremos.
Mucho en esta cinta es de sensaciones ambiguas, dicotomías. Se siente odio, compasión, ternura y silencio, mucho silencio, casi como un luto, porque la película lo pide, ella misma lo tiene. Desde la primera escena se sabe qué veremos y sentiremos a continuación. En esa primera escena, vemos a Martha, divina en su sencillez y sabiduría y entendemos la transparencia que sigue al develarse la primera carta, una que te entregó ella, Daniela. Después, tú le entregas otra carta de una hora y pedacito a tu abuela, una carta como homenaje a su resistencia.
Algo que me dejó pensando mucho la historia, que me contraría bastante; me causa impotencia y tristeza… Es el tema del perdón ¿Será que realmente podemos perdonar? Bertha Lucía Fries, una mujer que fue víctima del conflicto armado, escribe en el libro de la comisión de la verdad Perdón y menciona que el perdón y la reconciliación no son lo mismo: “El perdón es un proceso personal y la reconciliación es interpersonal”. A veces sucede lo primero y lo segundo no; a veces, no hay reconciliación. A veces, tampoco perdón. Yo creo que es completamente válido cuando una persona afectada no quiere perdonar, asimismo cuando lo hace. Aunque me parece importante resaltar que quien afecta debe responsabilizarse de sus daños.
[Pausa para lágrimas]
Siento que estamos inmersas en un entorno donde la mayoría de los victimarios, a la luz de la violencia de género, son hombres que ocultan sus sentimientos sin decir nada, incapaces de pedir perdón. Sí, están presos del patriarcado y a ninguno de esos “Ken” nadie les dijo que podían “ser suficientes”. Pero a las víctimas no les corresponde hacerse cargo de las heridas de los victimarios. Ver Amando a Martha me remueve esa llaga de la herida, me hace preguntarme ¿Por qué Amando no pide perdón?
En la película no se ahonda mucho, porque el foco es Martha y la tranquilidad que consigue a costa de mucho dolor. Sin embargo, en nuestro entorno, pensemos la respuesta en relación a todos esos hombres de la sociedad y nuestras familias que no dicen nada. Si somos o fuimos victimarios, debemos hacernos cargo de nuestros actos y reparar. La reconciliación y el perdón no pueden depender solo de las personas afectadas.
De Amando a Martha se pueden nombrar muchas cosas respecto a ella como pieza cinematográfica, aun así, no siento la necesidad de hacerlo más que nombrar al ritmo como preciso, el cual junto con la estructura del documental nos transita por una compaginación de material de archivo, imágenes aquietadas, retratos de Martha, diálogos potentes y silencios. Toda esta combinación que tiene sus imperfecciones, son lo justo para la belleza de la pieza. No importa mucho hablar de esto a fin de cuentas cuando al terminar de verla quedamos con un sin sabor y una ligereza al mismo tiempo. ¿Qué hacemos con eso?
No tienes que respondernos, Daniela.
Ya nos entregaste tu ópera prima, esta que tu abuela te regaló, porque ella la necesitaba también.
Ahora queda en nuestras manos el auto-cuestionamiento.