Amando a Martha, de Daniela López

Cortar la cadena de maltrato

Diana Gutiérrez

 

“Acércate y llama a la vieja puerta, sube a la cueva, trepa a la ventana de un sueño. Recorre cuidadosamente el desierto a ver qué encuentras, es lo único que tenemos que hacer, ¿quieres un consejo psicoanalítico? Ve a recoger los huesos.”

Libro Mujeres que Corren con los Lobos – Clarissa Pinkola (Chile, 2002)

 

Recoger los huesos

Nacías mujer, te preparaban, esperabas, te casabas. Este orden de cosas, sin incluir una adolescencia amorosa y experimentada, sin incluir diversidad de experiencias sexuales, ni un diálogo familiar sobre el cuerpo o educación comprensiva y no represiva, es lo que muchas de nuestras abuelas, tías o madres vivieron. Tal vez ya no estén sus voces, prefirieron guardárselas, pero como en la fábula de Barba Azul, la pequeña llave que abre el sótano donde estos dolores están escondidos, gotea sangre incesantemente, es la sangre de viejas generaciones, que deja un rastro, uno que, en este caso, Daniela López eligió seguir.

 

La película, que se estrenó en el Festival Internacional de Cine Documental de Ámsterdam, tuvo su debut en el lanzamiento de Festicine Jardín, llegó a Miradas y recientemente ganó a mejor largometraje en el FICCBA, abre con una carta, de abuela (protagonista) a nieta (directora), solicitando frenar la cadena de maltrato, que la mayor ya vivió y espera, la menor, no viva. Así va surgiendo el monólogo biográfico, que recorrerá parte de la memoria familiar, desde los sobrinos o primos más jóvenes, hasta los tíos más adultos y esto, sin duda, abre paso a esa amenaza que representa alterar la comodidad familiar, para enfrentarse al documento audiovisual: cassettes, cartas, grabaciones y relatos que la abuela Martha recolectó esperando algún día dar testimonio de su verdad frente al abuso y maltrato de Amando López, su expareja.

 

Es en este punto, al hablar de “verdad”, en el que se percibe la función documental, precisamente se trata de una elección subjetiva para narrar una realidad, en este caso, partiendo de la nieta junto con su abuela Martha; no se trata en absoluto de plasmar a alguien como “el malo”, más bien de desenredar un nudo en la garganta guardado por años, tal vez similar al de muchas; tratar la cicatriz, como señal de un suceso cerrado, pero que demarca un recuerdo, un lugar para las emociones, un proceso de sanación. Así, una mujer como Martha, armada de valor, tomó a su grabadora de estandarte para liberarse de sucesos que otras llevaron, normalizándolos, hasta la tumba.

 

Algunas mujeres…

Algunas mujeres conocemos bien a este tipo de “depredadores”, una vez cumplen su propósito, dejan a su víctima “insensibilizada y sin fuerzas para mejorar su vida, con las ideas y los sueños tirados a sus pies y privados de aliento”, como dice Clarissa Pinkola, pero no es el caso de Amando a Martha, por el contrario, en esta película, están decididas a recoger los huesos, conversar con ellos, crear una realidad en la que el olvidado patio trasero de la casa se llene de flores, de dulces palabras, donde germinen rosas y bromelias, en el que vuelen las mariposas.

Algunas mujeres conocemos bien a este tipo de “depredadores”, una vez cumplen su propósito, dejan a su víctima “insensibilizada y sin fuerzas para mejorar su vida, con las ideas y los sueños tirados a sus pies y privados de aliento”

Algunas mujeres eligen no mirar su pasado, es más plácido quedarse entre los vivos, caminando hacia adelante aunque pese, evitando el terror de llamar a esa puerta en ruinas desde donde sale un eco.

 

Algunas mujeres prefieren no darles un nombre, ¿qué hacer con aquellos seres?, ¿qué hacer con Bruno, del que no se habla? Enunciar algo es hacerlo visible, hacerlo visible es entregarle un sitio, para que podamos apreciar el cambio.

 

Este cine, sentido y biográfico, femenino, es necesario hoy, porque visibiliza, nos recuerda y alerta. En mi hogar alguien llegaba borracho. Mi madre nos decía, pongan seguro a la puerta y duérmanse. Uno lo hacía, normal… A una conocida, su pareja la castiga cada vez que no le responde a tiempo sus mensajes, normal… Mi abuela no se casó con el hombre que amaba, sino con quien le asignaron, normal… Una vecina, aún a su edad adulta, no sabe qué es un orgasmo, normal… Una compañera, siente que merece los golpes cada vez que se equivoca en la cocina, normal

 

Llamar entonces a la vieja puerta y exhumar esos huesos de antaño, que tanto tienen por decirnos, en especial, por enseñarnos, para no repetir.