Gonzalo Restrepo Sánchez
“No se empieza con el asesinato, con el deseo de cometerlo, ni siquiera pensándolo. Se empieza siendo, sencillamente, avaricioso, queriendo tener más de lo que se ha de recibir”.
–A. Christie–
El thriller colombiano –como el latinoamericano, a excepción de algún título argentino– no ha tenido el éxito que se esperaba y son muchos los criterios para evaluar. En esas formas de expresión, y que de pronto vale la pena traer a estas líneas, es que hasta ahora en la cinematografía nacional el thriller se posiciona –y en un contexto social colombiano– como un género asumiendo “un diálogo” (acciones, pláticas, estilos, etc.) entre lo local y lo global desde el mismo interior de su dispositivo, y con esos inconvenientes socioculturales y estéticos.
Por otro lado, el “cine latinoamericano” y como Ruffinelli (2011) afirma: “[es] un cine que pone en relieve el acto de mostrar sobre el acto de contar, lo contemplativo sobre lo narrativo” (pp. 121-131). Interesante idea, que invita de alguna manera a pensar que para el caso del thriller, quede relegado frente a otros y de otros continentes. Pero esa no es la discusión sobre la nueva película de Jacques Toulemonde –autor de sus propios proyectos, co-guionista con Ciro Guerra de El abrazo de la serpiente, Anna (2016) –. Y que también trabajó en la serie de Netflix Frontera verde.
En esta nueva película de Netflix de Colombia, la trama se basa en la archiconocida historia del crimen de un joven famoso estilista colombiano, donde los medios informativos de Colombia, la divulgaron hasta el cansancio. Y todavía es un caso sin resolver.
Así pues, con base en lo anterior, el rompecabezas del crimen en la trama es investigado por la agente Rebeca (Juana del Río) y su acompañante Dublín (Walter Luengas). En este contexto, las pesquisas que surgen sobre el atroz crimen, y de esa cierta frialdad en su exposición; sería la razón por la cual se entrevé que ciertos interlocutores no se sienten atrapados en situaciones relacionadas con su existencia o su destino. Además, esto va de la mano de una fotografía muy elemental, privilegiando espacios no muy abiertos.
Considero que las escenas nocturnas hicieron mucha falta, y cuando se aprovecha la idea de traducir al lenguaje de la luz los ásperos contornos del interlocutor asesino, todo el tono de la cinta resulta más atrayente al espectador. Para un tipo como el homicida –con un rostro inexpresivo, su rencor e hipocresía– una luz sutil y multifocal, una oscuridad luminosa, hubieran dado una idea más próxima al thriller, sin revelar demasiado ante el espectador.
… se entrevé que ciertos interlocutores no se sienten atrapados en situaciones relacionadas con su existencia o su destino. Además, esto va de la mano de una fotografía muy elemental, privilegiando espacios no muy abiertos.
Por otro lado, Historia de un crimen: Mauricio Leal sucumbe frente a la idea de encontrar que, hasta el personaje más impar observado en la intriga, desea igualmente alimentar su ego. Claro está que frente a ciertas grietas existencialistas, por ejemplo las de la detective Rebeca (donde la actriz colombiana no desmerece su papel) y las del presunto asesino; se pudo haber ideado una mejor puesta en escena sobre las fragilidades psicológicas de ellos mismos y esto no se consiguió. “La narración es, de hecho, una concatenación de situaciones en la que tienen lugar acontecimientos y en la que operan personajes situados en ambientes específicos” (Casetti y Di Chio, 1991, p.172).
La película cumple con un mínimo y hasta cierto punto su cordura de thriller. Y si me apuran, dadas las escasas evidencias emocionales trazadas en los personajes –y las del principal sospechoso del doble crimen– pudo haber sido un thriller con acento psicológico. Pero el director y escritor del guion, Jacques Toulemonde, se limita a través de la nula introspección observada del asesino, y con un pulso débil de una cámara que va al pasado y al presente dejando de lado los auténticos confines de la experiencia humana –esas intenciones reales y debatibles del hermano del famoso peluquero con la intención de asesinar a su familia– a la corta voluntad de exteriorizar algún que otro detalle trascendental del cine: conceptos de estética visual y contenidos psicológicos.
En definitiva, Historia de un crimen: Mauricio Leal no toca la fibra del cinéfilo, pues es un retrato poco alentador y sugestivo. Pese a otros atributos y particularidades cinematográficas, hay algo en el guion que no acaba de cuajar. Preciso que no existe nada objetivamente adverso en esta producción, si bien, no es el resultado final esperado; su calificación –si se quiere– escasamente pasable, aun cuando pudo aspirar sin traspié alguno, al sobresaliente.
Referencias
Ruffinelli, J. (2011). Nuevas señas de identidad en el cine de América latina. Vargas J.C. (compil.)
Casetti y Di Chio (1991). Cómo analizar un film. Grupo Planeta (GBS).