La Bonga, de Sebastián Pinzón y Canela Reyes

Soñar, caminar, resistir

Martha Ligia Parra

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“Cuando estoy en la ciudad, sueño mucho con La Bonga
¿será que me matan si me voy a vivir allá?”
(María de los Santos)

 

Un hombre camina en la noche, a través de un matorral. Abre paso con una pequeña luz mientras susurra: Esta es la casa, por acá el cuarto, la sala. Y la cocina está en el clarito del lado de atrás (…). De noche comenzamos a escuchar unos pasos extraños, pero no sabíamos de quién. A los pocos días pasó lo que pasó, que tuvimos que salir. Me tocó de madrugada a las cuatro de la mañana por este camino en lo oscuro, sin saber dónde iba a pisar”.

 

En otro momento, dos mujeres en medio del monte, también avanzan en la oscuridad:  María de los Santos Cásseres, protagonista del documental y su nieta Dayanis Herrera. “Yo he venido muchas veces sola”, dice María, y más adelante agrega: “¿será que me matan si regreso a vivir a La Bonga? Dayanis yo he soñado mucho con La Bonga… la otra noche yo había soñado con una fiesta grande”.

 

Al igual que los narradores, el espectador debe esforzarse por escuchar en la oscuridad, los susurros, el sonido de las chicharras. Y por ver, la trocha, la maleza, los árboles, el pozo.

 

Así se inicia esta película documental que hace énfasis en la oralidad de la comunidad de La Bonga, en las memorias de vida, de desalojo y resistencia. En la marcha de regreso una mujer exclama: “Esto era un caserío grande. Quedan no más los dichos, los comentarios, el camino y la tierra; porque todo se ha acabado”.

 

La Bonga documenta y acompaña dos viajes: el de la abuela María de los Santos con su nieta Dayanis y el de la comunidad, en un retorno simbólico y una celebración. Irán escoltados por su patrona Santa Rosa de Lima. El documental establece un diálogo entre ambas jornadas. “El retorno tiene muchas capas porque los hay colectivos, pero también los hay silenciosos y más esporádicos como el de María”, afirma la joven co-directora Canela Reyes.

 

Si bien la comunidad bonguera es el centro, hay una mujer que representa la valentía, la resistencia y la sabiduría de la población. Es María de los Santos Cásseres, una de las líderes, quien inspira la película y promueve el viaje. Alguien que nunca pudo desligarse del territorio ni mental ni físicamente.  La vereda estaba en sus sueños y regresaba sola una y otra vez, aunque ya no hubiera nada. “Cuando usted venía pa´ La Bonga, dice Dayanis la nieta, la gente hablaba que qué va a hacer en ese monte si allá no hay nada. Y que usted estaba loca porque se venía para acá”.

 

Como lo expresa la autora Ana Laura Zavala Guillén: “la recuperación del territorio de La Bonga ha comenzado de manera silenciosa, liderada por una mujer y un grupo de bongueros sin recursos económicos, pero con la determinación que el poder de la tierra bajo sus pies les da”. Zavala recuerda que “María de Los Santos forma parte de una larga tradición de mujeres que han sido pioneras en procesos de reparación tras la violencia extrema en América Latina”. Gran tarea la que encarna pues esta mujer humilde, sencilla y alegre que nunca traicionó su sentir.

 

La vereda La Bonga toma su nombre del árbol homónimo o ceiba pentandra que es típica del bosque seco tropical.  Población y árbol se asemejan. Comparten la adaptabilidad, el arraigo y la fuerza.  Así como también la historia común de vulnerabilidad. La planta es una especie que en Colombia está amenazada.

 

La Bonga hace parte del corregimiento de San Basilio de Palenque en el municipio de Mahates (Bolívar). Su población es afrodescendiente y tradicionalmente se ha dedicado a la agricultura y a la cría de animales pequeños (Beltrán Romero). Durante más de un siglo, La Bonga fue la reserva agrícola de San Basilio de Palenque (Zavala Guillén). No les gusta que se les llame palenqueros, prefieren que les digan bongueros como una expresión de resistencia y añoranza por su vereda que ya no existe, al haber sido desplazados.

Población y árbol se asemejan. Comparten la adaptabilidad, el arraigo y la fuerza.  Así como también la historia común de vulnerabilidad. La planta es una especie que en Colombia está amenazada.

El documental recuerda que en el año 2001 salieron huyendo por amenazas de los paramilitares: “Llegaron en una moto personas encapuchadas y entregaron unos panfletos (…) hay que desocupar, no vamos a esperar la muerte aquí (…). Una parte cogió para Palenque otra parte para Cartagena, nosotros cogimos para San Pablo y eso nos dio muy duro”.

 

El panfleto decía: “A todos los moradores de este caserío. Tienen 48 horas para que desalojen. De no hacerlo nos veremos obligados a sacarlos nosotros mismos. Autodefensas Campesinas. Nuestra organización no miente. Fuera sapos, colaboradores de la guerrilla, muerte a guerrilleros y a todos los que les colaboran. AUC.

 

A raíz de este desplazamiento la comunidad se dividió en dos:  los que se fueron para el casco urbano de Palenque y crearon el barrio San Rafael de La Bonga. Y los que llegaron al corregimiento de San Pablo, en María la Baja. En 2006 La Bonga fue declarada zona de desplazamiento forzado por el comité municipal de atención a la población desplazada del municipio de Mahates.

 

Si bien la película trae a la memoria este desalojo, se enfoca sobre todo en la posibilidad del retorno y en la celebración. En el peregrinaje de más de 300 personas después de veinte años. En el deseo de María de los Santos que se hace realidad. “Ella quería que la gente estuviera ahí en su antigua tierra compartiendo con ella. Luego, con el apoyo de otros líderes, ese deseo se transformó en un proceso comunitario para un retorno colectivo de reconocimiento de lo que fue su caserío”, explican los realizadores.

 

 

El documental fue posible gracias a la confianza, a los lazos de amistad creados de tiempo atrás con la comunidad. El primer corto de Sebastián Pinzón llamado Palenque fue su tesis de grado. Y evidencia una relación que empezó desde hace ocho años con el colectivo de comunicaciones Kuchá Suto (en lengua palenquera significa Escúchanos); el cual trabaja por la divulgación y reflexión sobre la memoria de su territorio. El colectivo es coproductor de la película, a través de la realización, la cámara, el sonido y la distribución.

 

Es pues un ejemplo de cine comunitario hecho desde y con la comunidad no solo en su etapa de escritura, sino también en la producción y promoción. Hay incluso varios momentos de la historia que fueron filmados por los mismos protagonistas con sus celulares. Por ejemplo, una escena muy importante que es la celebración.  Pinzón explica que es un plano muy poético en el que los bongueros bailan sobre las cenizas de aquello que quemaron.

 

Vale destacar que la película utiliza distintas formas de hacer documental: hay elementos de cine observacional con otros más subjetivos e imaginarios. La Bonga acompaña un retorno simbólico, pero como lo afirman los directores, sienta las bases para un posible retorno definitivo en el futuro. Y explican que hoy, tres años después de haber filmado, ya hay un pequeño grupo viviendo en La Bonga y más personas están haciendo un esfuerzo por regresar.

 

Esto demuestra que el cine es un instrumento para tramitar la esperanza, empujar la realidad, recordar a los bongueros el poder de la tierra bajo sus pies. Acompañar el sonido insistente del barro que María de Los Santos manipula para construir su vivienda. En suma: un medio para soñar, caminar, resistir.