Malo pa pintar muñecos, de Juan Manuel Echavarría

Capas de realidad (de la guerra)

Daniel Tamayo Uribe

Fue el último filme que vi de la MIDBO 25 (Muestra Internacional Documental de Bogota). De entrada, me topé con algunos cuadros que recorríamos hacia abajo. Como fue más adelante en la película, nos estuvimos moviendo constantemente entre cuadros, desde vistas generales, también unas al detalle, hasta sus bordes. En este entorno de Malo pa pintar muñecos (2023), acompañado por música denotativa y escenarios sonoros, el artista visual y director Juan Manuel Echavarría nos habló en off. Empieza por contar que durante el encierro de la cuarentena por la pandemia decidió volver, con cámara en mano, a un archivo de más de 400 pinturas creadas por excombatientes (en su mayoría hombres) de diferentes bandos del conflicto bélico colombiano. Estos las pintaron durante talleres que realizó Juan Manuel junto a la Fundación Puntos de Encuentro hace más de diez años. Es a través de sonidos e imágenes que derivé en imaginaciones y reflexiones, guiado por Juan Manuel, con “muñecos mal pintados” en los cuadros la guerra.

 

Voces contrastadas

Las voces y lo que dicen ponen sobre la mesa algunos contrastes en la aproximación a lo que se afirma y figura de la guerra. Rápidamente me llamaron la atención la tesitura de las voces, la forma de locutar y los léxicos que aparecen y suenan. Por ejemplo, por un lado, estaba un Juan Manuel que hablaba con solemnidad y con un tono de los documentales en los que la voz en off busca explicar todo lo que se ve y se escucha. Guía la película y el relato, analiza y propone síntesis sobre las pinturas y la guerra. Por otro lado, escuchaba a Diego, un excombatiente que asistió a los talleres de pintura y cuyo caso llega a tomar el mayor protagonismo a medida que avanza el filme. Me dio la impresión de que su forma de hablar y voz no son de la ciudad; a veces parece siendo entrevistado y otras veces en una conversación íntima con el director. Suena tímido y afectado mientras cuenta de sus pinturas fragmentadas y con chorreones rojos, su historia con la guerra y detalles sobre esta.

Me resultaron evidentes las diferencias de estilo (estético y epistemológico) y lo que ello podría indicar, como las distintas proveniencias de los hablantes que se encuentran en escena (como también es el caso con otros participantes de los talleres o talleristas que aparecen en la película)

Aunque tal vez a veces con excesiva presencia la voz de Juan Manuel, en otros momentos da paso a otras y de tanto en tanto deja ser a la ausencia de palabras ante los cuadros. Diego, en determinados momentos, hace sus propias síntesis y llega a expresar algunos de sus sentimientos. Ambos transitan entre contrastadas primeras y terceras personas al hablar y en algún punto comparten la segunda persona.

 

Me resultaron evidentes las diferencias de estilo (estético y epistemológico) y lo que ello podría indicar, como las distintas proveniencias de los hablantes que se encuentran en escena (como también es el caso con otros participantes de los talleres o talleristas que aparecen en la película). Mas son las convergencias y los cruces las que me parecieron interesantes, además, justamente porque se propicia el encuentro de voces, ellas entre heridas y sanaciones. Análogamente debe pasar con espacios como los talleres mencionados. Por su parte, en la guerra, el silencio o ausencia de expresión por acallamiento tiene una mucho mayor fuerza.

 

Pinturas de niños y adultos

En algunos momentos vinieron a mí dibujos o pinturas de niños, quizás de mis propias creaciones de cuando era uno. Se me hicieron semejantes los estilos de las pinturas de excombatientes y lo que asocio con “imágenes hechas por infantes”. Me preguntaba si eso “querría decir algo”. En un momento de la película, apareció escrito-pintado “X 100pre” en una frase afectuosa de un participante del taller. Mi pareja, junto a mí en la sala, enseguida me susurró algo así como que esa expresión en particular era usual en nuestra infancia y adolescencia. Ahora que escribo, pienso que expresiones así aún son frecuentes, en alguna medida, en la adultez. Hay capacidades expresivas que adquirimos desde pequeños y luego quizás no llegamos a desarrollarlas mucho más, pero es que ya son tan potentes que “avanzar” en ellas no solo resulta difícil, sino que muchas veces innecesario. Sin embargo, todo esto tendemos a perderlo de vista rápidamente. Basta entonces con sentarse y probar simples ejercicios, como pintar, para notar que seguramente se poseen dichas capacidades.

 

Los talleres con los excombatientes no eran clases de pintura, como lo aclara Juan Manuel, y como muchos de ellos estuvieron involucrados desde pequeños en la guerra, probablemente nunca habían siquiera dibujado o pintado algo en sus vidas. Esto no fue impedimento para que pintaran. Y aunque algunas obras superaban con creces la “excelencia estética” del promedio de las creaciones de niños, eso no representaba diferencias significativas en el potencial expresivo de los cuadros. En otras palabras, por simple o limitada que pueda parecerles a algunos la capacidad pictórica en estas obras, que yo veo semejantes a las de niños, de hecho, ella es muy compleja y potente. Es tal que resulta provechosa frente a los impactos de la guerra, imposición de una forma de comportarse en el mundo desde niños o desde adultos.

 

Termina por hacer falta tramitar esa realidad, hacer vivibles las contradicciones que surgen allí. La pintura sirve, entre otras cosas, como forma de figurarse escenas de la vida (personal o colectiva) y los personajes en ella. Así, me parece, tienden a utilizarla los niños y los excombatientes también. El primer impulso del sentido común, que por supuesto yo sentí en algún momento de la película, es buscar cuadros con marcos simétricos, personajes unitarios y escenas “tal cual sucedieron”. Pero estas figuraciones “mal pintadas”, como debería ser obvio, no responden a una estética realista estilo positivista. En el caso de varios infantes y de Diego es evidente. La alineación en los bordes de los cuadros que pinta es irregular; algunas de las personalidades que concibe están rotas, sus muñecos pintados aparecen partidos; “una misma escena” la imagina en varias versiones. Cual niño, cual adulto, así percibe la realidad.

 

Capas sensibles

Los muñecos mal pintaos son a lo mejor, entre otras, expresiones cuyo modo de ser junta dos formas que aparentemente entrarían en contradicciones al yuxtaponerlas: testimonio y ficción. ¿Son estas pinturas ficciones testimoniales? ¿Quizás testimonios ficcionales? Vienen a mí aparentes sinónimos: verdad y mentira, falso y veraz, real e imaginaria, charlatán y honesto. Están las pinturas pero también quienes pintan. Los testigos son fabuladores y las fábulas son testimonios. Hay verdad en los sujetos y sus creaciones. Refieren a acontecimientos colectivos, sentimientos personales, ideas compartidas. Hablar o pintar de la vasta realidad, sus detalles o generalidades, requiere que la expresión esté a la altura de lo expresado. Así como lo están las pinturas “mal pintadas” de Diego y los otros excombatientes, tan complejas como lo es la guerra misma. Esta, una de las formas de la realidad, es exigente y violenta en sus expresiones. Por eso no resulta fácil ni vivirla ni decirla ni mostrarla.

 

Dentro de la película todo se juntó: en el testimonio se contó, con la pintura se figuró, la persona lo vivió, algo sucedió. Me di cuenta que los muñecos mal pintaos de la guerra son una de las varias capas a través de las cuales vi esta. Escuché los sonidos de las bocas de unos y otros, también los instrumentos y efectos sonoros; vi los bordes de los marcos, los ensamblajes entre los mismos, las texturas de la pintura, los colores de los cuadros; seguí el deslizamiento en la pantalla, los zooms de la cámara y las yuxtaposiciones del montaje. De este modo, Malo pa pintar muñecos presenta el conflicto desde unas subjetividades corporeizadas a las que, al menos yo, no estoy acostumbrado.

 

Luego de ver muchas pinturas, casi siempre, en abismales fondos negros y a algunos de los talleristas y participantes de los talleres en blancos espacios, brillantes paisajes de árboles en blanco y negro iluminaron la pantalla. Era extraño. Tal vez ese era el objetivo: ver extraña una imagen que solemos ver como la realidad. Pero con ello no quiero decir que la una no esté en la otra.