Miradas 2023

En pie de lucha contra la ceguera audiovisual

Simón Carmona L.

El guayacán amarillo del cine florece una vez más, durante la primavera audiovisual, para otorgar sus frutos a la ciudad. Dos ediciones han pasado ya (tres contando esta), en las que el área cinematográfica (tanto de Medellín, como Colombia, Latinoamérica e incluso más) se reúne y une, para crear diálogos y vislumbrar Miradas, en el corazón de “la tacita de plata”.

 

Desde su nacimiento, una de las mayores preocupaciones alrededor del evento, ha sido su prevalencia y continuidad aún después del cambio de administración política en la cual este fue creado. Justo fue durante el año de su tercera edición en que dicha angustia se volvió realidad. Si bien las repercusiones del posicionamiento a la alcaldía de Federico Gutiérrez, habrán de comenzar desde el primero de enero de 2024, ello (sumado a la problemática situación de estímulos y financiación que ha ido permeando al sector a lo largo del 2023) no evitó impregnar de dudas e interrogantes el amanecer de una nueva floración para el guayaco fílmico.

 

Pero, ante todo, el festival se hizo realidad. La “industria” volvió a congregarse, realizadores de variadas latitudes proyectaron y charlaron alrededor de sus obras, futuros y veteranos creadores y creadoras se dieron cita para poder discutir sobre su amado arte, y lo más importante: El cine, Colombia, y la ciudad, pudieron volver a mirarse.

El presente texto es una recopilación de sensaciones y elucubraciones de un crítico aspirante.

 

Prólogo: Una rueda de prensa con cataratas

Recibir la notificación de haber sido acreditado como prensa dentro del festival, significó un grato acontecimiento para mi persona (aún más considerando el hecho de ser escritor amateur), fue por ello que religiosamente alisté una de mis mejores pintas para la rueda de prensa, realizada el 1 de noviembre en el tercer piso de la Casa de la Música. Sin embargo, agridulce fue mi experiencia tras haber concluido la noche.

 

Sentí presente en el aire una extraña privación de chispa y energía en el transcurso del evento. Una expectativa fallida de mayor asistencia por parte de mis congéneres, un ambiente sórdido y desabrido que presentía dentro del lugar, y la ausencia inexplicada de la presentación del colectivo experimental Cine Vivo (que esperaba con ansías por experimentar), hicieron que el primer trago de Miradas entrase con carraspera por mi paladar. Solo quedaba estar al tanto de cómo se iría a desarrollar el evento oficial.

 

La óptica devela su mirar

Miércoles 22 de noviembre, alrededor de las 6:00 p.m. La incertidumbre prevalecía en la atmósfera. Había llegado por fin la inauguración de la fiesta. La película a estrenar: Provisorium (2023) del director alemán Markuz Lenz. Tras una breve entrevista con el realizador, la cofradía cinéfila empezó a llegar al teatro Pablo Tobón. Realizadores, organizadores, prensa, estudiantes y curiosos, comenzaron a llenar el espacio y a formar filas que serpenteaban a lo largo de la entrada del establecimiento.

 

Una vez dentro, comenzó el espectáculo. Una protocolaría lista de agradecimientos después, el coro Reconciliación de la filarmónica dio un bello show en nombre de la paz y la unión a través de las melódicas voces de sus coristas, concluido el recital, llegó finalmente la hora del main event: La ansiada proyección de Provisorium para dar por fin apertura a la tercera edición. Un documental sobre la vida de dos ex combatientes de las FARC durante su proceso de reinserción tras los acuerdos de la Habana, haciendo uso en contadas ocasiones de imágenes de corte poético, el filme sigue a sus dos protagonistas mientras en paralelo genera un comentario sobre las piedras en el zapato que han estropeado al proceso de paz, y cómo estas han de lidiar con el estigma impuesto por la sociedad a causa de su expediente bélico, una obra sencilla pero relevante en su llamado a la aceptación y colaboración con el otro en aras de construir una anhelada paz. Después de la película, los asistentes de la sala llena, pudieron estar un rato afuera del edificio para poder disfrutar de un rato de charla entre compatriotas.

La ansiada proyección de Provisorium para dar por fin apertura a la tercera edición. Un documental sobre la vida de dos ex combatientes de las FARC durante su proceso de reinserción tras los acuerdos de la Habana, haciendo uso en contadas ocasiones de imágenes de corte poético …

A diferencia de la rueda de prensa, el sabor de boca que dejó sobre mis papilas la inauguración, resultaba considerablemente más dulce y agradable. Solo quedaba ambicionar que el resto de la fiesta pudiese dejarme con un placentero umami impregnado en mis labios. Los ojos dieron inicio a mirarse en la ciudad de la eterna primavera.

 

Vampiros del subdesarrollo y hermanas conflictivas se toman la pantalla

Posiblemente una de las mayores armas de doble filo que tuvo el festival, sea su extensa oferta de eventos y actividades desparramados por toda el área metropolitana. Ventajoso, por permitir una sustanciosa oferta con variados enfoques como los talleres de formación, las actividades de industria, los laboratorios de ideas, la iniciativa Miradas En La Cuadra, y demás; Contraproducente, por una saturación de proyecciones y encuentros esparcidos y distanciados, que convertían en una imposibilidad el poder asistir a todas y cada una de las proyecciones (problema intensificado por los apretados horarios entre películas y las dificultades de movilidad). Por ello (y por prudencia) habré de limitarme a comentar exclusivamente las películas y eventos que tuve la chance de asistir.

 

El segundo día se realizó la primera muestra de cortometrajes colombianos en las instalaciones del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM). Distintas propuestas con peculiares y únicas técnicas, hicieron acto de presencia en el formato corto. Animación como Color-ido (2022), de Estefanía Piñeres, documentales en el caso de Montaña Azul (2022), de Sofía Salinas y Juan David Bohórquez, e incluso experimental con Reparations, de Wilson Borja. Sin embargo, el proyecto que atrapó y cautivó mi mirada, fue el universo blanquecino y negruzco elaborado con experticia por Jeferson Cardoza en Paloquemao (2022), un cortometraje del subgénero Gótico Popular, en cuyo universo los vampiros hacían de sus anchas durante las nebulosas noches de una plaza de mercado en Bogotá, creando un universo cargado de homenaje al vampirismo, donde la espesura y la densidad de la sangre eran palpables con escrupulosidad y detalle, incluso bajo la aprehensión del color.

 

A causa de un infortunado y atrasado viaje al Procinal Aventura para asistir a Las Buenas Costumbres (2023), de Santiago León, mi aventura de aquel día culminó en una cuasi vacía sala de cine en el Procinal de Monterrey, para quedar fascinado por Las Hijas (2023), de la directora Kattia Zúñiga, como parte del foco Caribe y Centroamérica. Un sencillo pero poderoso drama de dos hijas en busca de reencontrarse con su padre, quien representa para las dos una especie de figura mitológica que se sobrepone y subsume a su condición humana de carne y hueso, mientras en paralelo experimentan diversas vivencias con su nuevo y estimulante grupo de amigos en Panamá, quienes las acompañarán en la esperanzada búsqueda de su ausente figura paterna. Acompañada de un color, composición e interpretaciones logradas de forma excelente. Las Hijas junto a Paloquemao resultaron en un aperitivo exquisito para comenzar con este prometedor festín audiovisual.

Las Hijas (2023), de la directora Kattia Zúñiga, como parte del foco Caribe y Centroamérica. Un sencillo pero poderoso drama de dos hijas en busca de reencontrarse con su padre, quien representa para las dos una especie de figura mitológica …

¿Patriotismo o desidia en la mirada paisa?

El tercer día da inicio con una sorpresa tanto grata, como ingrata. Es proyectada en la sala 1 del Colombo Americano, Tótem (2023), de la directora mexicana Lila Avilés, como parte de la selección de largometrajes latinoamericanos. Similar a lo ocurrido con Las Hijas, la cinta trae consigo una calidad admirable, con un potente y mesurado drama familiar alrededor del cumpleaños de un hermano, primo, amigo, y padre con cáncer; mientras su pequeña hija confronta con impotencia la montaña rusa de emociones que esto significa para ella. Si bien, tanto por su ritmo como la “sencillez” de su conflicto, la película pueda resultar pesada para un espectador de corte mainstream, ello no justifica la escasa asistencia del público con que esta fue recibida (igual al desolador panorama ocurrido con la película de Zúñiga el día anterior).

 

Sin embargo, en contraposición a lo anterior, comenzó la segunda muestra de cortometrajes nacionales. Resultó curioso entonces, presenciar el aumento sustancial de aforo que tuvo la proyección, con una participación de número múltiplo respecto a la anterior. De entre las variadas obras, como Lobos (2023), de Andrés Mossos, Flores del otro patio (2022), de Jorge Cadena, y El caminante (2022), de Inti Jacanamijoy; quien se robó el show fue el corto stop-motion Gloria (2022), de Daniela Briceño, Blanca Castellar, y Diego Felipe Cortés, un film animado con sumo cuidado, prestando atención a cada detalle y haciendo uso de las posibilidades que la plasticidad de la animación permite a la hora de jugar con los materiales, para narrar una historia cargada de simbolismo, sobre la descomposición exterior e interior de una mujer, el cual se llevaría el galardón a mejor cortometraje nacional, dejando en claro una vez más el poder y las capacidades de la animación.

 

Tras este par de eventos, esta entrada posee un sabor cinematográfico de una calidad a la altura del plato anterior. Pero, dentro de esta plácida gama de sabores, aún seguía habiendo algo que no podía bajar con facilidad por mi faringe: Las desoladas salas de cine en las proyecciones internacionales. ¿A qué se debía dicho fenómeno? ¿Acaso el Antioqueño poseía reticencia a la hora de ver obras de otros países de Latinoamérica? ¿Será toda una cuestión de puro desinterés por parte del pueblo medellinense? ¿O simplemente la película fue acomodada en un espacio poco conveniente? Sea cual sea el motivo, el hecho no deja de incentivar una serie de reflexiones sobre uno de los temas más preocupante y reiterativos en Colombia: La insuficiente asistencia del público a las salas de cine (incluso en las funciones gratuitas).

 

Preocupaciones de una industria embrionaria

Durante la tarde del cuarto día, dentro del quinto piso del MAMM, concretamente a las 4 p.m., representantes de distintas áreas de la producción audiovisual de la ciudad, tuvieron la oportunidad de sentarse a conversar y expresar sus intranquilidades respecto al devenir del sector, con la inexorable llegada del nuevo gobierno a la urbe. Para ello, la comisión fílmica abrió una serie de mesas de diálogo con distintas esferas, tales como directores, productores, exhibidores, académicos, estudiantes, y demás. Durante las dos horas y media que duró el evento, pudimos exponer las debilidades y sugerencias que creíamos, fuese necesario trabajar y dejar plasmado en la carta que la comisión habría de remitir al futuro alcalde. Temas como la necesidad de más fondos con una oferta más variada, la deficiencia de la formación técnica en los futuros realizadores, el acceso libre al patrimonio fílmico de la nación, y otros tópicos de relevancia, llegaron a formar parte de la discusión.

 

La jornada cierra y concluye con Transfariana (2023), documental dirigido por Joris Lachaise. Con una extensión de 2 horas y 33 minutos (algo extensa según mi opinión) en donde seguiremos de manera confusa y desarticulada la historia de un combatiente de las FARC encarcelado, quien se enamora y entabla una relación con una mujer trans; a su vez, seguiremos la historia de dicha mujer, quien aún continua pagando su condena mientras lleva a cabo una lucha contra las injusticias que conllevan su identidad de género; pero al mismo tiempo estamos con el grupo de activistas trans; y demás líneas y subtramas que se mezclan, chocan y estorban, imposibilitando hallar el punto o eje de la cinta que desarrolle a cabalidad alguno de sus personajes, sintiéndose incongruente y descompuesta.

Temas como la necesidad de más fondos con una oferta más variada, la deficiencia de la formación técnica en los futuros realizadores, el acceso libre al patrimonio fílmico de la nación, y otros tópicos de relevancia, llegaron a formar parte de la discusión.

De esta forma, el plato fuerte termina dejándome con un defraudo, pues mi lengua saborea un triste sinsabor tras este amargo platillo, sumado a su vez con las cavilaciones que rondaban en mi cabeza sobre el futuro y porvenir de nuestra anhelada y quimérica industria cinematográfica.

 

Un cierre de sensaciones

Había llegado el día final. Dentro de menos de 24 horas, Miradas Medellín concluiría una vez más, despidiéndose de la población antioqueña, bajo la promesa y la esperanza de regresar en fechas venideras. Justo no hubo mejor manera para empezar una despedida, que una película sobre el reencuentro. La Bonga (2023), cinta elaborada por Sebastián Pinzón y María Canela Reyes, junto a un trabajo colaborativo con la población, retrata y testifica el regreso de la comunidad palenquera (desplazada a causa de las terroríficas amenazas ejercidas por las fuerzas paramilitares) a su hogar soñado, arrebatado de sus brazos desde hace veinte años. Con una fotografía pulida, e imágenes impactantes y conmovedoras alrededor del coloquio y jolgorio entre los animosos habitantes, quienes manifiestan con claridad la alegría y esperanza que evoca en sus almas el retorno a su extrañada casa. Película solo entorpecida por un montaje algo desordenado y confuso en las líneas argumentales que maneja, dificultando el hallar un punto o anclaje por el cual seguir la narración y hallar el punto central que permita finiquitar el mensaje de la misma.

 

Seguía entonces, asistir a otra función, y no existía forma más irónica para hacerlo, que yendo a ver una cinta titulada como: El Otro Hijo (2023), de Juan Sebastián Quebrada. Un drama poderoso sobre la pérdida, el recuerdo y las ausencias que quedan presentes en los objetos y espacios comunes, en los que alguna vez habitaron aquellos seres pertenecientes a nuestro pasado. Con un guion sin grandes giros, centrado en el desarrollo de sus personajes, sus duelos, y las relaciones y sucesos que tejen entre ellos; acompañado a su vez de unas actuaciones bien ejecutadas, con personajes que oscilan entre la frustración contenida y la rabia exteriorizada, expresadas ambas de forma coherente y consecuente con el relato. El Otro Hijo resultó en una plácida e inesperada maravilla, un suave y deleitoso postre que cierra con broche de oro la guinda sobre este pastel cinematográfico.

 

Arriba la anticipada ceremonia de cierre. Al igual que en la apertura, lo amantes del audiovisual volvemos a agolparnos para concluir los cinco días de festival, ahora en el teatro del ya recurrente MAMM. La muda espera da pie a la intrigante presentación de cine expandido del colectivo Live Cinema, una experiencia visual y sonora cargada de texturas y sensaciones, haciendo una atrayente mezcla de técnicas digitales y análogas en pro de la inmersión del espectador, asentando y acrecentado los extensos límites sensoriales que el experimentar es capaz de penetrar. Posterior a ello, comienzan los premios y reconocimientos. Un merecido y necesario reconocimiento a la vida y labor del proyeccionista Augusto Pulgarín, como un bello homenaje que permite revisionar el pasado de nuestro cine, en aras de poder mirar en dirección hacia nuestro futuro. Junto a esto, los distintos galardones a los proyectos y obras participes de la celebración, destacando la gratificante premiación de Gloria a mejor cortometraje nacional, demostrando y reivindicando el poder y la calidad de la expresión artística inherente a la técnica animada; aunada a esto, La Bonga termina llevándose consigo la gloria del mejor largometraje colombiano, para mi personal cándida estupefacción.

Un merecido y necesario reconocimiento a la vida y labor del proyeccionista Augusto Pulgarín, como un bello homenaje que permite revisionar el pasado de nuestro cine, en aras de poder mirar en dirección hacia nuestro futuro.

Y para rematar, el rutinario y esperado coctel de despedida, con el cual poder platicar con los compañeros mientras se degusta de unos amenos bocadillos antes de partir cada quien por su camino.

 

De esta plácida forma, da por concluida la tercera versión del festival de cine y artes audiovisuales Miradas Medellín.

 

Epilogo: ¿Estamos ganando o perdiendo la vista?

Para cerrar, asalta con claridad una inquietud a la cabeza: ¿Hemos mejorado o empeorado? ¿Sigue habiendo futuro para la primavera audiovisual?

Para ello, solo me siento en capacidad de dar una tímida respuesta provisoria.

 

Si bien, al inicio se figuraba ante mis ojos un panorama desabrido y desalentador, al iniciar el festival mi perspectiva cambió gratamente. Pudo haber ciertos tropiezos, como la inconveniencia en cuanto a distancia y tiempo para la asistencia de varias funciones a las cuales deseaba concurrir, o ligeros sinsabores como ver las salas vacías en dos fantásticas producciones, las cuales tuve el deleite de ver; más no por ello significa que el festival vaya por un mal camino, es claro el entusiasmo de un equipo que da lo mejor de sí por sacar este amado proyecto adelante (así en ocasiones este pueda escaparse y resbalarse entre sus dedos), junto al claro interés del sector en seguir apoyando la iniciativa en pro de que este pueda seguir progresando. Por ende, el factor necesario no es ningún otro más que añorado y evasivo tiempo, tiempo para poder aprender a colaborar y trabajar juntos los unos con los otros, tiempo para hallar la manera de atraer a la audiencia general en interesarse y participar de las actividades propuestas, y tiempo para las demás mejoras y reformas que solo a través del paso de este se podrán realizar. Para ello, se hará necesario más ediciones a futuro, para que este pueda seguir puliéndose y trabajándose, solo queda cruzar los dedos y confiar en la institucionalización del festival para que esto sea posible, y no hayamos de contemplar la muerte de un proyecta más con una predestinada fecha de caducidad.

 

Por ahora, quedo expectante a lo que tendrá por ofrecer la fiesta en una próxima ocasión (si la hay), para celebrar una fecha más de las artes audiovisuales que apreciamos y adoramos.

Para que el guayacán amarillo pueda florecer una vez más, para que podamos mirarnos de nuevo a los ojos, y que Medellín pueda convertirse en la ciudad de la eterna primavera audiovisual.