Pedro Adrián Zuluaga
Tiempo, interés y atención. Son tres razones principales, entre muchas otras, que explican la manera singular como el director y experimentado documentalista francés Joris Lachaise se aproxima a las personas que protagonizan Transfariana y al tema principal que lo recorre: el reconocimiento de la diferencia y los vínculos posibles entre disidencias políticas y disidencias sexo-género.
Transfariana nos muestra también que el amor de una pareja, que suele ocurrir en ámbitos privados, es un espacio crucial de luchas políticas y sociales. Es lo que entendemos después de acompañar la relación de Jaison –ahora ex combatiente de las Farc– con Laura, una mujer trans que paga una condena exagerada en la cárcel La Picota, y, en paralelo, el amor que surge entre Daniela y Max, dos activistas trans que, junto con otras activistas, se acercan a un grupo de ex miembros de la antigua guerrilla que dan sus primeros pasos en la lucha civil y desarmada para caminar junt_s en un proceso de reconocimiento y transformación.
El documental se toma su tiempo –son 144 minutos de duración– para tejer sutilmente los hilos de realidades y luchas sociales que parecían destinadas no solo a no encontrarse, sino a repelerse y construirse como enemigas. Al final de este recorrido inesperado lo que se nos revela, gracias a la paciencia que tiene el documental en su acercamiento a los personajes, y a los diálogos y encuentros que propicia entre ellos, es que, ya que tanto los guerrilleros como las personas trans han sido construidos por la imaginación pública como monstruosidades que hay que borrar, al arte y el activismo les corresponde hacerse cargo de nuevas pedagogías que cambien la mirada social.
Encuentros que lo cambian todo
Lachaise conoció a Jaison y Laura en una visita a La Picota, el centro penitenciario al que fue a presentar un documental suyo anterior. Allí entendió el extraordinario potencial de la historia de amor entre un guerrillero que cumplía una condena como preso político y una mujer trans* en cuya sentencia, sin duda, hubo claros rasgos discriminatorios. Laura está presa aún y, según lo informa el documental, es la condena más larga que sufre una persona trans en Latinoamérica.
La relación entre Laura y Jaison suscitó toda suerte de miedos, incomprensiones y malentendidos. En principio, los compañeros de lucha de Jaison rechazaron y estigmatizaron a la pareja. Jaison decidió dar a conocer su caso al secretariado de las Farc, y este grupo, por entonces en armas pero que ya había iniciado el largo ciclo que terminaría en las conversaciones de La Habana, le respondió defendiendo la posibilidad de existencia de esta relación nada ortodoxa.
La relación entre Laura y Jaison suscitó toda suerte de miedos, incomprensiones y malentendidos. En principio, los compañeros de lucha de Jaison rechazaron y estigmatizaron a la pareja.
“(L)os dirigentes de las FARC habían tomado una decisión importante, cuyo significado solo podremos entender en el futuro. Estaban dando la respuesta correcta a una pregunta que aún no existía, porque todavía no eran capaces de formularla. La pregunta surgió seis meses después, en la mesa de negociaciones de La Habana, cuando las FARC pudieron finalmente comprender la cuestión del género”, dice Lachaise al explicar la génesis de su proyecto documental y sus amplias implicaciones políticas y sociales.**
Lachaise lleva sus cámaras entonces a dos territorios en los que perviven nociones de comunidad por completo ajenas al ideario burgués de individualidad e intimidad: las personas trans que han hecho del barrio Santa Fe de Bogotá el lugar desde el cual enunciar sus luchas y las zonas desde las que ex combatientes de las Farc preparan su camino hacia una civilidad para ellos completamente nueva. Son pues heterotopías, como las que analizó Foucault, espacios otros que desafían nociones preestablecidas de orden y dominación. Gracias a una forma distinta de habitarlo, un lugar como el barrio Santa Fe, que pudo haber sido concebido como una oportunidad para segregar y controlar, es apropiado con lógicas distintas por la comunidad trans.
Por gracia de ese paralelismo entendemos que ambos grupos están en transito, y que luchan contra un enemigo común que es opaco y se encuentra diseminado pero que no por eso deja de producir efectos concretos de discriminación y estigma. Contrario a la autocrítica que se escucha en algunos sectores de la izquierda y que cuestiona que el progresismo haya dejado de poner en el centro de su acción política los efectos de la dominación de clase, hay un momento en el documental en que ex combatientes de las Farc y personas trans reconocen que es posible seguir hablando de clase social –y de pobreza, inequidades y violencias estructurales– dentro del activismo trans, en particular, y las políticas de identidad en general.
Transfariana es un documental que está estructurado en múltiples capas y acoge distintos materiales. Al comienzo escuchamos a Jaison decirles al director y a Julia (Rostagni), su asistente de dirección, que tiene grabaciones que les podrían servir. Fueron hechas en la cárcel con un teléfono celular, por pedido de Lachaise. “(M)e conmovió mucho su generosidad a la hora de abordar el juego: filmando autorretratos audaces, llenos de humor y autoparodia. También me proporcionó mucho material para la película, desde archivos de la guerrilla durante las luchas de los 90, hasta vídeos grabados en la cárcel para comunicaciones internas, propaganda o reivindicaciones sobre las condiciones de detención”.
… hay un momento en el documental en que ex combatientes de las Farc y personas trans reconocen que es posible seguir hablando de clase social –y de pobreza, inequidades y violencias estructurales– dentro del activismo trans, en particular, y las políticas de identidad en general.
Así mismo, en el metraje vemos relatos de sueños, viajes, retratos del territorio y registros de marchas que ofrecen puntos de vista plurales sobre el significado actual de las luchas sociales. También se capturan momentos de intimidad de l_s protagonistas y, lo más interesante de todo, y lo que marca verdaderos puntos de inflexión, son los encuentros que se filman entre personas trans y ex combatientes, instantes-acontecimiento llenos de nerviosismo y preguntas incómodas que terminan en consensos de base que permiten avanzar en una revolución compartida.
En Transfariana se movilizan preguntas por la identidad y el sentido de la militancia política por medio de diálogos que siempre están en tensión y dan lugar a la exposición de posiciones diferentes. “No me gusta reducir las luchas y las situaciones históricas a una lógica lineal y simplista”, dice Lachaise. Es pues una película dialéctica, que cree en la confrontación aunque también, y sobre todo, en el reconocimiento. Este documental es una medicina contra los idealismos duros y las pasiones recalcitrantes que, cada día, ocupan el espacio más visible de la interacción social y mediática. Transfariana, sin duda, confía en otros procedimientos y otros regímenes de representación y de discusión.
Notas:
*Sin que sea explícito en el documental, en esta relación hay un eco de hitos literarios (y cinematográficos) como El beso de la mujer araña y Tengo miedo torero, donde la relación afectiva entre un militante y una disidente de la norma sexo-género pone en crisis la moral sexual de la izquierda, y revela capas de homofobia muy difíciles de superar.
**Esta y las siguientes citas del director Joris Lachaise son tomadas de la entrevista realizada por Ola Salwa para www.cineeuropa.org “Espero que las personas que he filmado sean una inspiración”, disponible en: https://cineuropa.org/es/interview/439238/