Fait Vivir, de Óscar Ruiz Navia

Esperanza para el alma

Liliana Zapata B.

Construir un relato documental tiene el riesgo de parecer distante o, por el contrario, demasiado condescendiente, por lo que lograr llegar a plasmar la emoción de los personajes, es un trabajo tan arduo como incierto, que requiere no solo de gran habilidad si no de gran sensibilidad, y por esta razón, encontrarse con una historia honesta y natural es esperanzador y, a la vez, por qué no, necesario.

Como documental puramente, Fait Vivir (2020) es el primero del director y guionista Óscar Ruiz Navia -después del híbrido entre ficción y documental de Epifanía que digiera con la sueca Anna Eborn en 2017-, pero es el cuarto largometraje de su carrera, una suerte de parteaguas en su corta pero interesante trayectoria. En este, el director nos lleva a acompañar a los artistas errantes de la Gipsy Kumbia Orquestra (GKO), conformada por artistas de todas partes del mundo, pero especialmente a Carmen, a Sebastián y a su pequeño hijo Manuk, en una gira que comienza en Cali, prosigue por el sur del país y finaliza en la costa colombiana. Previamente, en Epifanía habíamos conocido a Carmen –hermana del director-, y a su familia, además de haber presenciado el nacimiento de su segunda hija Anina, lo que nos hace sentirnos más cerca y más conectados con los personajes principales de esta nueva historia.

El relato se alterna entre la mencionada gira de la orquesta y la presentación de su performance Makondo, que cuenta los avatares de una tribu homónima, después que les han sido prohibidos, por el oscuro poder de un líder, la danza, la música y el color; y su posterior encuentro con otra tribu llamada Girovagos, que vienen a recordarles lo que han perdido. En esta alternancia de la historia entre la gira y la obra, se teje una historia sencilla pero no por eso carente de cercanía, que puede palparse en Makondo, donde la coreografía, el color, la música y la forma de filmarlas son hechas y registradas con el amor justo para que su belleza sea tan obvia para nosotros como espectadores como para quienes han podido presenciarla. “Y danzaremos y danzaremos por el resto de nuestra vida”, es la declaración de un relato esperanzador, lleno de música, magia y emoción. Vale la pena decir que el acierto de introducir la obra Makondo como excusa para sostener la narración de toda la película, aderezan la sensibilidad del producto final, pues los documentales musicales tienen una fuerza especial que no tienen los que no lo son, y ese espíritu, no es sencillo de reemplazar.

Los personajes

Ya sean de ficción o no, los personajes de Óscar Ruiz Navia siempre están en movimiento, son errantes, nómadas y en búsqueda de un lugar en el mundo, pero como suele suceder en la vida real, en ocasiones ese lugar se encuentra y en ocasiones no. Sin embargo, ahí están ellos, como nosotros, invariablemente en búsqueda de un propósito. En El Vuelco del Cangrejo (2010), ópera prima del director, ese “lugar” se busca en algún sitio alejado, a lo mejor huyendo de algo que nunca llega a develarse pero que finalmente carece de importancia si nos centramos en el protagonista y sus vivencias. En Los Hongos (2014), ese sentido anhelado se busca en lo urbano y en el arte. Y es allí también, donde los protagonistas reales de Fait Vivir lo buscan, o ya lo han encontrado: en el arte y, más específicamente, en la música y la danza. Aun cuando los personajes construidos por el director quieran mostrarse fuertes, como en los dos filmes mencionados inicialmente, terminamos siendo testigos de sus vacíos y sus luchas o de la forma ignominiosa como son tratados. Sin embargo, en contraste con esto, los de Fait Vivir son seres humanos que, aunque también buscan su norte, pareciera más que ya lo han encontrado, y es precisamente eso lo que refleja la película, el disfrute de lo que ya se tiene, de lo que ya se ha alcanzado, quedando resumido en esta frase mencionada por ellos mismos: “La música y la danza son una fuerza imparable, son nuestra única riqueza”.

…los personajes de Óscar Ruiz Navia siempre están en movimiento, son errantes, nómadas y en búsqueda de un lugar en el mundo…

¿Será cierto que algunos artistas no buscan la trascendencia? ¿Un artista no es en sí mismo un ser con una visión trascendental, en búsqueda de algo superior?, a lo mejor somos los demás los que no podemos comprenderlo del todo, pues la vida de un artista pareciera ininteligible para quienes no somos como ellos. Como decía Manuk: “¿será que le tenemos miedo a un futuro distinto?”, a lo mejor no uno en el que todos seamos artistas y clowns, pero sí uno en el que podamos tolerar la diferencia del otro, entender que todos vemos el mundo a través de las experiencias que nos han correspondido vivir y desde las oportunidades que hemos tenido, y en consecuencia, jamás el cristal para ver, será el mismo ni puede homogeneizarse, pues la vida tiene tantos matices como los tiene la obra Makondo; Algunos son blancos y negros, otros son de color, unos están aferrados al pasado, otros solo ven para adelante, unos ven restricciones porque es lo que han padecido siempre, otros solo ven caminos abonados para continuar aún en la adversidad; y la verdad acerca de quién tiene la razón, no la posee nadie, quizás la verdad fue robada también por algún oscuro poder o quizás simplemente no existe y lo que tenemos que aprender es a tolerar que todos y a la vez ninguno, tenemos la razón.

De lo que sí tenemos certeza, es que la verdad del artista, a pesar de su incierto trasegar, es pura, contagiosa y mágica, como muy acertadamente nos lo muestra Óscar Ruiz en su narración, dejándonos irremediablemente con una sonrisa de esperanza sin caer en la candidez, pues tampoco se distancia de la realidad, que no siempre es sencilla, del que decide que en el arte está su pasión. Sin embargo, justamente el valor de este film está en permitir ver luz en un universo que nos llama a ser y pensar negativamente, y solo por eso, Fait Vivir es una obra refrescante, impregnada de realidad, pero de esa que impulsa y que alegra, y que aun conviviendo con la otra; desesperanzadora y poco luminosa, es a la que nos deberíamos aferrar para tener las fuerzas para transitar este andar que es la vida. Como nos lo dijera Manuk, el narrador de la historia: “solo tenemos que resistir unidos”.

De lo que sí tenemos certeza, es que la verdad del artista, a pesar de su incierto trasegar, es pura, contagiosa y mágica…

El relato

Afirmaba recientemente el director Víctor Gaviria en una entrevista para la Comisión de la Verdad, que el cine debe contar la realidad. Él está convencido de que nuestra sociedad es el efecto o la consecuencia de la exclusión social, de haber llevado a algunas personas a vivir en los márgenes de la sociedad, sin oportunidades y sin acceso a nada. En Los Hongos, una suerte de herencia de este cine de la “realidad” al que se refiere Víctor Gaviria, vemos a Ras y a Calvin creando para sí mismos las oportunidades que son muy escasas o no existen, dándonos de frente contra un contexto que no debemos ni podemos olvidar. Sin embargo, lo real está lleno de matices, y en esos, encontramos también afortunadamente a Carmen, a Sebastián, y en general, a los artistas de la GKO en Fait Vivir, quienes con sus circunstancias limitadas, viven felices, llenos de música, de pasión y de vida. Seguramente sus tribulaciones y angustias no eran el objetivo de la película, y claramente debe haberlas, pero precisamente el valor de esta cinta está en mostrar que aún con todo eso, se puede seguir construyendo y mirando hacia adelante, enfocándose en lo que aporta y en aquello de lo que podemos asirnos para resistir los embates que seguramente sufrimos y sufriremos. Una película sobre el andar sin cesar, pero sin prisa y con ímpetu pero sosegado, es justo lo que se necesita en tiempos de incertidumbre, de distanciamiento, pero sobre todo de pausa. Fait Vivir se antoja como una invitación a hacer un alto y dilucidar lo que de verdad tiene valor y en dónde ponemos nuestra esperanza. O quizás es mucho más, una lección para pausar nuestros reclamos y nuestro eterno inconformismo, y simplemente apreciar lo que tenemos ante la nariz pero que la nubosidad de una queja perpetua y calcificada no nos permite ver.

La conclusión

Un documental para serlo en realidad, debe permitir el fluir natural de los personajes y no condicionar demasiado su actuar, y en éste, se nos muestran sentimientos tan vívidos y auténticos que olvidamos que la cámara tenía que estar allí. La cámara baila con los personajes, se mueve a su ritmo, captando y transmitiendo así la belleza de la imagen. Fait Vivir es una historia que, aunque sencilla y sin pretensiones, es contada con tanto amor y devoción, que nos permite ver lo que los personajes llevan por dentro. Manuk decía que el vínculo más fuerte que tienen, es la lealtad a ellos mismos, y es eso a lo que asistimos: a una película leal a la forma de pensar de un director, uno que nos ha mostrado que cree en el ser humano, en su resistencia y en su camino, y en estos tiempos inciertos, es una pausa necesaria para traer esperanza a nuestro cine y a nuestra propia vida.

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