Mariana, de Chris Gude

Una fémina política

Luisa M. Cárdenas

A veces melancólico me hundo
en mi noche de escombros y miserias,
y caigo en un silencio tan profundo
que escucho hasta el latir de mis arterias.
Fragmento de Abstracción –Julio Flórez–


Mariana es una mujer, una película con sensibilidad de fémina, una película con nombre de mujer, que no trata sobre una mujer. (Es curiosamente hecha por un equipo de hombres). Es decir, al nombrarla mujer, ella, esa fémina, es poesía visual y palabras poéticas, es concepto y pensamiento. Sus diálogos son mucho más que frases cotidianas, son palaras construidas para significar y exaltar lo que a oídos triviales puede sonar indescifrable y monótono.

Por más que sean palabras simples, en realidad dicen mucho más de lo que aparentan. Los diálogos tienen de poético lo que no tienen de naturalistas, se perciben bastante construidos, aunque no es una fatalidad para la película, pues es su carácter. Su ritmo pausado y los silencios que acompañan dan tiempo suficiente para su acogida y para acariciarlos con pensamientos.

En Mariana se sienten dos partes, dos alas de una mariposa. El nombre aparece aproximadamente en la mitad de la película, donde se separan esas dos partes. Las dos no son lejanas la una de la otra, pero tienen un nosequé diferente cada una; son complementarias, como el azul y el naranja, y ambas crean a Mariana. En la segunda, todo se dibuja más hacia la poesía que la primera.

En ambas partes se desborda un filamento de abstracción, proveniente de reflexiones más profundas que la profundidad de campo de sus planos generales. Aunque no se trata de un Pollock, al contrario, se trata de un Edward Hopper. Entre planos y situaciones cotidianas hay un ritmo marcado por la observación que permite encontrar esa ligera abstracción, tanto en los personajes y sus vivencias como en todo su entorno. Con esto, para algunos puede ser aburrida o tediosa, sin embargo, para otros una oportunidad de observación inminente, un momento de reflexión intensa, una vía hacia la interpretación que vuela. Todo a partir de aquello que nos entrega la pantalla con cada escena.

…para algunos puede ser aburrida o tediosa, sin embargo, para otros una oportunidad de observación inminente, un momento de reflexión intensa, una vía hacia la interpretación que vuela.

Ver dos hombres jugando a enfrentar la nada con hacer nada en medio de una casa abandonada y destruida por el olvido… evoca aquella acción que hacíamos en la infancia o la adolescencia. Esa de acostarse a mirar las nubes e intentar encontrar figuras en ellas, por el puro hecho de pasar el tiempo. Eso, queridos lectores, es poesía. Sí, de niñas, de niños, éramos cuerpos poéticos, un acercamiento al ser, al ser esencial, sin obligación con el paso de los minutos.

Ellos, los personajes, están en una deriva, en un mar de inercias que reflejan ese acercamiento que tanto se nos ha reprimido, por los quehaceres cotidianos, por las obligaciones, por la patria y el juego de sobrevivir en un país latinoamericano. Mariana, entre su poesía y su carácter conceptual, es una fémina política que nos presenta un discurso encriptado desde su postura del ser.

Eso es el cine de Chris Gude, el director de esta película, una postura política desde la poesía visual. “Estamos muertos, pero no caídos mi hermano” dice el personaje principal en Mambo Cool, la primera película de Gude. Aquí en Mariana, se dice: “La tierra es innavegable mi hermano”, “La tierra es el show más grande que hay”, muchos minutos después de escuchar un discurso de Chávez en voz en off donde habla sobre Bolívar y la patria. Durante todo, vemos planos bellísimos, pigmentados, con encuadres simétricos, decorados de soles y sombras sublimadoras. “El techo que daba sombra y consuelo ahora es el tapiz de este templo, si lo pisas se quiebra” recita el personaje de Mariana en medio de las ruinas, mientras escuchamos sus pasos resquebrajando trozos de baldosa y de fondo resuenan los chamizos guajiros al ritmo del viento.

Mariana se hace en un espacio distinto a Mambo Cool, pero en las dos encontramos un estilo que nos presenta Gude, tan particular dentro del cine colombiano. Una forma de mostrar las cosas que nos obliga a pensar y nos permite revolotear las cavilaciones. Eso sí, Mariana peca de imitar algunas escenas de Mambo Cool, con lo cual nos podemos sentir traicionados por ver de nuevo algo ya visto o, tal vez, mimados por encontrar un estilo plasmado que repite lo valioso: la belleza, la poesía. “(…) La vida” –dice un personaje joven y secundario de Mariana, quien juega con un control remoto mientras ve televisión recostado en la cama. “¿Hasta cuándo?” –Pregunta el personaje principal, “Hasta que nosotros queramos”–responde el joven del control.






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