La langosta azul y San Andrés, isla de ensueño

Dos joyas del cine colombiano para ver gratis

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Verónica Salazar

Para celebrar su quinto aniversario, Retina Latina incluyó en su parrilla las versiones restauradas por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano; dos películas fundamentales para la historia del cine en Colombia y pioneras en su respectivo contexto: La langosta azul y San Andrés, isla de ensueño. Dos piezas que fueron las primeras en algunas categorías, y que, sin estar directamente relacionadas entre sí, podríamos presentar en un mismo ciclo de cine: cine insular colombiano, películas que definieron la industria en Colombia, cine que al mismo tiempo es argumental y experimental, cine para ver tomándose unos rones en la playa.

San Andrés, isla de ensueño (1962), fue el primer largometraje filmado a color en el país. Dirigida por el alemán Alejandro Kerk, esta pieza hizo parte del repertorio producido por la compañía Colombian National Films, cuyo interés principal se evidenció en contemplar lo paradisíaco de Colombia.

La langosta azul (1954) narra también una historia fragmentada. También trata situaciones absurdas, y también tiene ese tratamiento poético de la vida insular, que se ve toda onírica y plagada de elementos difíciles de relacionar con la vida cotidiana en la ciudad. Narra la historia de un hombre extranjero que llega a un pueblo del Caribe a investigar la aparición de langostas radioactivas. Una de ellas le es robada, y, en su periplo para recuperarla, se encuentra con personajes y hábitos autóctonos del pueblo. También tiene un tratamiento surrealista y, por sus condiciones de producción y exhibición, logró más impacto fuera de Colombia que en su propio territorio.

Dice un amigo, sobre el largometraje, que “Isla de ensueño es como Mad Men cuando Don parcha con los europeos, pero musical”, y creería que la frase condensa bien la esencia de la película. Durante 86 minutos gozamos junto a un montón de extranjeros que recorren un territorio paradisíaco en los años sesenta; buscan el amor, diversión y nuevas experiencias para llevar consigo a sus ciudades de origen.

Isla de ensueño es como Mad Men cuando Don parcha con los europeos, pero musical”

La langosta azul, realizada en un principio como esos experimentos entre amigos, por Álvaro Cepeda Samudio y Gabriel García Márquez, Enrique Grau y Luis Vicens (también llamado el Grupo de Barranquilla), y hoy es considerada como una obra pionera, legendaria e icónica para la industria cinematográfica en el país. Lo surreal en el filme es marcado por el carácter artístico del equipo de producción, la hipertextualidad de la pieza, su línea narrativa mixta y su perspectiva eurocentrista, pues su protagonista es un turista blanco, que bien puede pasar por el europeo promedio para el que se realizaban estas películas en su época.

Sin mostrar un solo plano urbano, ambas producciones son evidentemente citadinas, porque a pesar de ilustrar recorridos isleños y líneas dramáticas que ocurren en el marco turístico de San Andrés y el Caribe, todo es narrado desde la perspectiva del turista.

En el caso de La langosta azul, por “El Gringo”, aquel protagonista que llega en búsqueda de respuestas a un fenómeno insular; y en el caso de Isla de ensueño, principalmente por las dos mujeres que vemos en el avión y hablan acerca de sus preocupaciones; estas no van más allá de comprar, conocer, y “encontrar” marido en esta exótica zona. Tal vez fue esta misma perspectiva la que tuvo el jurado del Festival de Cine Latinoamericano de Nueva York, pues eligió Isla de ensueño como la mejor producción en su año de lanzamiento. Básicamente, cine insular hecho para el público citadino.

Tanto San Andrés como La langosta azul exploran, con sus propias limitaciones como el color (o la falta de este) y la focalización, las posibilidades que ofrece el paisaje de colores que caracteriza la vida frente al mar. Construyen la ilusión de que allí todo se puede solucionar. Los personajes se revelan en busca del amor, del cierre de sus ciclos personales, con la idea de que todo es perfecto dentro de la isla y así van a solucionar los conflictos que cada uno trae de su ciudad y cada contexto. Todos están dispuestos a querer, a confiar, a explorar, a recibir.

Isla de ensueño es comparable a su contemporánea Soy Cuba (1964), de Mijail Kalatozov, que también ilustra una oda a una isla paradisíaca del caribe. En este caso, Cuba. Como Isla de ensueño, es una pieza construida a partir de retazos medio experimentales; dramáticos (casi teatrales) y desde una perspectiva extranjera. La primera, la una Cuba vista por los soviéticos. La segunda, la ínsula colombiana escrita por Efraín Arce Aragón. Ambas logran imágenes medio absurdas en cuanto a las condiciones sociales de cada isla en contraste con el paraíso que es cada territorio para el turista extranjero. Un idilio visto desde fuera. Soy Cuba es tal vez más propagandística frente a Isla de ensueño, en la cual el alemán Alejandro Kerk y el equipo de Colombia National Film se interesan más por el tropicalismo que Glauber Rocha desarrolló por la misma época.

Ambas logran imágenes medio absurdas en cuanto a las condiciones sociales de cada isla en contraste con el paraíso que es cada territorio para el turista extranjero. Un idilio visto desde fuera.

Por esto, por su calidad y por el tratamiento con que recorre las playas de San Andrés, es una obra icónica de la historia del cine en el país. Además, su cómico guion lleno de microdramas absurdos y que hoy nos parecen ridículos, nos permite acercarnos con cierta distancia circunstancial y disfrutar otros de sus aspectos, como la música, que establece el leitmotiv que une las situaciones aleatorias, las cuales se presentan en esos encuadres 4:3 con colores vibrantes, junto a peinados que no se mueven y trajes de baño que ya no se ven en la playa. 

Por su parte, La langosta azul, es un cortometraje de 29 minutos fue grabado en película de 16mm, a blanco y negro, sin negativo, sin sonido y en un país cuya industria fílmica aún no despegaba. Estos fueron algunos de los factores que dificultaron la producción y divulgación del corto, por lo que hoy tenemos grandes deudas con esta alianza entre la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano y la plataforma Retina Latina. Hoy podemos ver ese proyecto al que Gabriel García Márquez y otros artistas le dedicaron tanto tiempo y energía de manera interrumpida, y que, finalmente, llevó su creación y el nombre colombiano a festivales europeos.

No sólo se encuentran en lo complejo de sus respectivas producciones, ni en lo experimentales y narrativas al mismo tiempo, sino que son también piezas hechas para el extranjero que debemos mirar con detalle al construir la historia del cine colombiano. Hay que tomarlas, recuperarlas, repensarlas y dotarlas de significado para Colombia, no para el público de los festivales europeos. Tal vez allí haya nuevos mensajes.

Ambas películas ofrecen experiencias únicas a su manera. Para quienes prefieren la comedia y el absurdo, está Isla de ensueño; y para quienes quieren ver algo de suspenso caribeño, podrán ver La langosta azul hasta el 4 de marzo de 2023.