Cine expandido: Desbordar la imagen

Karime Alexandre Rajme

Texto ganador del concurso de crítica y ensayo del 6º Eureka: Festival Universitario de Cine a partir de una de sus muestras. Algunos de los cortos se pueden ver en los hipervínculos del escrito.

 

El programa Cine expandido consta de una curaduría que inevitablemente abre preguntas. Sus proyectos se traducen en una vivencia al borde del sillón, en una mirada perpleja frente a la pantalla. Al contrario de una búsqueda reconfortante, donde la imagen sirva de refugio y de consuelo al espectador, las propuestas de los realizadores que componen el programa nos devuelven algo que en la cotidianidad parece perdido: la crítica y la duda sobre lo que vemos. Haciendo de las imágenes un recurso empírico y lúdico, las ocho películas que se presentan reconocen los ángulos, las ópticas, las posibilidades y los vacíos propios de la mirada, haciendo de la experiencia audiovisual una experiencia diversa y única para cada espectador que se atreve a transitarla.

 

En esta programación no hay límites en lo que vemos. Se asume el riesgo de desbordar la imagen y encontrar otras maneras para convertirla en su propio objeto de reflexión. Las exploraciones en los recursos audiovisuales son el alma de estos proyectos que más allá de auténticos se perciben subversivos y juguetones. A continuación, por medio de temas y cuestionamientos que arrojan las y los realizadores de cine expandido presentaré los alcances de este emocionante programa.

 

Crear mundos desconocidos

¿Cómo puede convertirse la sala de nuestra casa en un territorio alienígena? ¿Cuando navegamos por el ciberespacio estamos construyendo las coordenadas de un nuevo ecosistema? Las películas Craería, de Constantine Jopeck (2021), e Instancias superiores ordenan: llorar en lluvia ácida, de Andrés Frix Bustamante (2021), ponen en marcha el artificio para crear mundos desconocidos. Paradójicamente, estos nuevos territorios transitan entre la familiaridad y algo absolutamente desconcertante, planteando que tal vez todo es susceptible de convertirse en algo extraño o en algo nuevo y que lo que hay a nuestro alrededor es una construcción de lo que decidimos ver y vivir. Estos son los densos lugares filosóficos a los que me llevaron estos realizadores; sin embargo, observar sus proyectos se siente más a vivir un sueño frente a la pantalla.

 

En Craería las texturas digitales recrean espacios parecidos al cielo, las cordilleras o las playas; territorios que aún se presentan indefinidos, apenas con un cambio de color o proporciones. Presenciamos el despliegue de algo que está siendo creado, un lugar vacío en donde comienzan a surgir las formas y donde no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Constantine Jopeck es capaz de imaginar un origen digital del mundo y con esto no solamente construye un relato sobre la creación, sino también acerca de la capacidad que hay en lo virtual. Sabemos que al momento de interactuar en los terrenos del Internet estamos incidiendo sobre la realidad, pero ¿qué tanto este es ya un nuevo espacio? ¿Qué tanto hemos sido parte de un nuevo acto de creación sin darnos cuenta de dónde estábamos parados? Al centro de la obra de Jopeck vemos el mecanismo de este mundo nuevo: un corazón digital que es la primera forma definida generada por el creador, un joven cibernauta.

 

Sabemos que al momento de interactuar en los terrenos del Internet estamos incidiendo sobre la realidad, pero ¿qué tanto este es ya un nuevo espacio? ¿Qué tanto hemos sido parte de un nuevo acto de creación sin darnos cuenta de dónde estábamos parados?

 

A su vez, en Instancias superiores ordenan: llorar en lluvia ácida vemos la cotidianidad de un hogar transformada por una invasión alienígena. Alimentándose de las teorías de conspiración y con un tono cómico e irónico. Andrés Frix Bustamante nos devuelve la extrañeza de transitar una pandemia en el encierro, pero en vez de caer en las narrativas virológicas, genera un mundo alterno donde no es tan fácil reconocer quiénes somos ni cuál es nuestro entorno. Desnormalizar aquello que nos han exigido normalizar, hace que esta obra nos permita reparar en la inverosímil situación actual del mundo, donde todo se ha transformado y hemos, incluso, tenido que hacer de nuestros hogares nuevos parajes, tal vez extraterrestres. Así mismo, la obra nos lleva hacia la reflexión de lo difícil que resulta definir los marcos de lo real y lo ficcional hoy en día.

 

Realidades paralelas

¿Dónde colocamos la mirada? ¿Qué punto de vista es el correcto frente a cientos de imágenes o frente a una misma imagen? ¿Realmente conocemos un fenómeno cuando lo observamos? En las películas Proyecto tangente (de la distancia y otros afectos), de Julián García  (2021), Así muere un glaciar, así nace un río, de Santiago Vélez Salamanca  (2021), y Geografía nómada, de Fernando Domínguez  (2015), las imágenes simultáneas y paralelas toman la pantalla para desplegar el espíritu inaprehensible y cambiante de lo que observamos. Los realizadores generan ejercicios donde se aprecia la complejidad de un solo plano o una sola toma y nos muestran la fragilidad y la belleza de lo que puede contener una imagen expuesta a sus circunstancias.

 

Una banca en el parque se convierte en un escenario para generar argumentos y situaciones que van desde el romance, la desolación y hasta fantasía, todo depende de la luz, los personajes (que son las personas que pasean por el parque) y aquello que como espectadores decidamos mirar. En Proyecto tangente (de la distancia y otros afectos) un objeto estático y sencillo se vuelve el lugar ideal para que ocurra el tiempo en todas sus dimensiones. Vemos el cambio suceder frente a la espera que es la banca y que son nuestros ojos. El paso del tiempo y la necesidad de capturarlo articulan este proyecto en el que percibimos que no se puede ver nunca todo. El montaje en paralelo nos otorga una simultaneidad en el mirar que nos hace dar cuenta de la distancia comunicativa de los diferentes sucesos; hay un mismo escenario, pero cada quien decide vivirlo a su manera, como el espectador que decide concentrarse en uno solo de los cuadros para poder tener idea de lo que ocurre a costa de perderse otros acontecimientos.

 

En Así muere un glaciar, así nace un río se presenta una escena paralela donde, de forma sencilla, se detona una compleja pregunta ¿las imágenes son aquello que decimos sobre ellas? En un mundo donde creemos que las pantallas expresan objetividad, donde la mirada nos devuelve seguridad sobre los hechos, el realizador Santiago Vélez desestabiliza nuestras creencias acerca de lo que observamos devolviendo la imagen como una representación subjetiva. Una sola toma puede contener la expresión de la vida y la muerte.

 

En un ejercicio que cobra una forma alucinatoria, Geografía nómada genera un registro del propio movimiento; los trazos que hay en cada desplazamiento y las huellas y marcas que deja en la pantalla articulan una coreografía de los rastros y las repeticiones que componen y descomponen un espacio. En concordancia con los proyectos de la programación, también en Geografía nómada, cabe la interacción que uno como observador tiene con la imagen para que ésta se active en nuestros sentidos. En el caso de la propuesta de Fernando Domínguez se vive la confusión y el exceso, estos recursos nos permiten pensar acerca de todo lo que sucede y se borra en un día, en una sencilla situación hogareña. Al ver la película, comprendí la sensación que transmitían las imágenes cuando mi gato, en un intento por perseguir al gato o gatos que aparecen en pantalla, se terminó estrellando de frente con la computadora.

 

Santiago Vélez desestabiliza nuestras creencias acerca de lo que observamos devolviendo la imagen como una representación subjetiva. Una sola toma puede contener la expresión de la vida y la muerte.

 

Entre memoria y olvido

Dentro de la selección hay también una interesante búsqueda por descubrir cómo estamos atravesados como sujetos por las imágenes; ¿qué tanto dicen las imágenes acerca de quiénes somos? ¿qué tan significativa es nuestra manera de mirar y recordar lo que miramos para saber quiénes somos? ¿somos solo nuestras propias ficciones? ¿qué sucede cuando tenemos una imagen y qué sucede cuando ésta desaparece? Por medio de formatos que rozan lo ensayístico en sus reflexiones y puntos de vista Maalbeek, de Ismaël Joffroy Chandoutis(2020),  y Untitled Sequence Of Gaps, de Vika Kirchenbauer (2020), nos hacen transitar recuerdos de infancia y recuerdos de trauma y con ello nos develan, no una narrativa, sino la fuerza misma que tienen las experiencias visivas en nuestras vidas.

 

Maalbeek retoma la historia de un terrible atentado terrorista en el metro de Bruselas en el año 2016. A través de la animación, la ambientación sonora, pietaje de noticieros y fragmentos de conversaciones, el hecho de la explosión en el metro se aborda como un rompecabezas, más que como un hecho histórico en la memoria belga. La propia forma fragmentaria de la película acompaña lo vivido por Sabine, quien pierde la memoria tras fuertes golpes craneales durante el violento suceso. En un intento por recuperar su historia, Sabine recurre a gente cercana al hecho, mira grabaciones y noticieros e intenta explorar su propio recuerdo. A pesar de los materiales disponibles, parece ser que la única manera de avanzar es olvidando lo que aconteció ese día. Sabine ha sobrevivido al atentado después de perder inevitablemente una parte de sí misma, pero las personas que la rodean parecen haber tomado ese mismo camino del olvido. Sin embargo, queda la pregunta de si es posible borrar por completo una marca hecha por la violencia y si hay imágenes que deben recuperarse a toda costa ante la necesidad de reconocernos.

 

…el cuestionamiento constante sobre qué tanto de lo que no vemos dentro del foco completo de la imagen se encuentra representando y activado en nuestras sensaciones.

 

Sobre lo limitada y fragmentaria que es la memoria, sobre la falta de autonomía que a veces tenemos en relación a los recuerdos y las imágenes que nos constituyen, se articula también la película Untitled sequence of gaps. En una reflexión acerca del espectro de luz visible por el ojo humano, se nos muestra lo limitado que es el sentido de nuestra vista, estamos siempre perdiendo algo mientras observamos, mientras recordamos. Entre puestas en escena experimentales, juegos de luz, imágenes de archivo familiar y una voz en off nostálgica, curiosa y reflexiva, se articula el proyecto de la directora Vika Kichenbauer. Como resultado obtenemos una búsqueda por nuevas formas de percibir y el cuestionamiento constante sobre qué tanto de lo que no vemos dentro del foco completo de la imagen se encuentra representando y activado en nuestras sensaciones. El proyecto es una indagación a nivel formal y temático acerca de los rastros invisibles que nos determinan.

 

La violencia frente a los ojos

Una puerta que abren los trabajos de la muestra es también la reflexión acerca de la violencia que contienen las imágenes. Es una línea interesante de abordar ante todo a partir de un mundo virtual y televisivo que ha hecho de su narrativa una secuencia sin fin y sin descanso de fotografías y videos; podemos pensar en cualquier plataforma o red social que utilicemos en el día a día. Las imágenes pueden no ser violentas o un arma en sí mismas, pero si son la base y el flujo del consumo y de nuestras interacciones humanas convendría prestar más atención a la manera en que se nos presentan, en sus ritmos y significados. El proyecto One Thousand And One Attempts To Be An Ocean, de Wang Yuyan (2021), aborda ante todo esta problemática.

 

En One Thousand And One Attempts To Be An Ocean nos sumergimos en el vasto mundo de las imágenes de Internet, imágenes que tienen un estrecho vínculo con la violencia hacia el ojo, por lo veloces, lo saturadas y lo impactantes que llegan a ser. La directora potencia estos elementos de rapidez y viralidad en el montaje para hacer evidente la incomodidad de no poder fijar la mirada y no poder pausar un flujo que nos arrastra. El sonido que compone el proyecto acompaña y distorsiona los ritmos de las imágenes en lo que pareciera ser una burla hacia el espectador que cree que la información digital está dentro de su control. La película es una muy bien lograda experiencia del shock en el cuerpo y en la mente, una experiencia a la que nos sometemos día a día sin mucha toma de consciencia.

 

Cine expandido se vive y se percibe como un laboratorio donde se capturan las grietas del mundo audiovisual para ponerlas al centro de la pantalla. Entre todas las cintas se arma un diálogo voraz y profundo de lo que hay detrás de cada cosa que observamos. Una muestra que indiscutiblemente abrirá lugar a extensos monólogos internos o bien largos debates entre amigos entusiastas del cine.