Del otro lado, de Iván Guarnizo

Buscar el perdón

Cristian García

Escuela de crítica de cine de Medellín

 

Tras una labor profesional dedicada principalmente a la dirección de fotografía y al montaje, Iván Guarnizo, un cineasta colombiano que vive en Barcelona desde hace más de veinte años, realiza su ópera prima en dirección. Se trata de un largometraje documental sobre un relato personal y familiar: En abril de 2004 su madre, Beatriz, fue secuestrada por las FARC en la selva colombiana. Su secuestro duró seiscientos tres días y durante este tiempo Iván y su hermano casi no tuvieron noticias de ella. No sabían dónde estaba, ni siquiera si estaba viva. En 2005 fue liberada y años más tarde, en 2012, falleció. Durante su cautiverio, Beatriz escribió un diario que relataba su vida en la selva. Luego de su muerte, Guarnizo y su hermano leyeron estos diarios y es aquí donde dieron inicio a la búsqueda que los llevó a la realización de este documental.

 

El motor que mueve la intención de Guarnizo por este documental es eso: una búsqueda. El director desea comprender el perdón de su madre hacia sus captores. Es por ello que Guarnizo y su hermano emprenden un viaje guiados por las indicaciones el diario de su madre para tratar de encontrar esos lugares donde estuvo secuestrada, pero, sobre todo, desean encontrar a un “hermano” inesperado que les ayude a entender lo que vivió su madre y lo que sufrieron ellos. En los diarios de Beatriz se revela la cariñosa y maternal relación que desarrolló con el guerrillero comandante a cargo de ella. Un hombre –que en ese momento tenía aproximadamente la misma edad que Guarnizo– al que llama Güérima. Esta inesperada relación, madre secuestrada e hijo carcelero, que se forjó en la selva toma por sorpresa a los hermanos y alimentó su curiosidad y, por tanto, su búsqueda.

 

El filme es narrado por medio de tres materiales audiovisuales diferentes: el primero consiste en grabaciones caseras hechas por Guarnizo a su madre y a la casa que habitaba. También se incluyen grabaciones que el director realizó durante el encierro al que se obligó a sí mismo durante los dos años de secuestro de su madre. Consisten en grabaciones de objetos dispersos en el hogar y lo que veía desde su ventana. El segundo material es el material de archivo, de noticieros y medios periodísticos, con lo que se contribuye a dar contexto general sobre los diálogos de paz entre el gobierno y la guerrilla, un tema general que acoge su historia particular. Por último, está lo filmado en función de la realización de este documental en concreto. En este se evidencia una calidad técnica de la imagen considerablemente diferente a los dos materiales anteriores.

 

Esta inesperada relación, madre secuestrada e hijo carcelero, que se forjó en la selva toma por sorpresa a los hermanos y alimentó su curiosidad y, por tanto, su búsqueda.

 

En el contexto del filme, las grabaciones caseras parecen ser usados como intermedios, como transiciones entre momentos que parecen querer dan cuenta de un estado mental, de la apatía y agobio del realizador –hay una secuencia de grabaciones desde la ventana que nos muestra vehículos bajo la lluvia y se muestra a la par que escuchamos los audios de las FARC exigiendo el rescate–. También, al registrar la casa vacía de su madre, retratan la ausencia que aflige al personaje–director.

 

En cuanto al tercer material, el que se filma en la búsqueda, tiene su estética visual bien definida. Si bien es cierto que las circunstancias muchas veces azarosas de la realización documental hacen primar el registro por encima de la meticulosidad técnica, en Del otro lado (2021) hay un cuidado por la imagen notable. En muchas ocasiones, por ejemplo, es usada la técnica de composición conocida popularmente como “frame within a frame” (el encuadre dentro del encuadre): Guarnizo de espaldas a la cámara, casi sumido totalmente en las sombras mientras hace llamadas cada vez más desesperadas para encontrar a Güérima, y enmarcado en los bordes de una ventana. En este caso, por enmarcado también podríamos entender “atrapado” o “acorralado” en la imagen. Son momentos de clandestinidad e impaciencia frente a los obstáculos. Escenas dotadas de opresión como si estuviéramos viendo un thriller de espionaje. Alguien dijo alguna vez: “Los grandes documentales son tan demenciales que parecen ficciones”. De modo que podemos ver cómo en Colombia la búsqueda de un hombre por comprender a su victimario –en últimas, por entender su dolor– resulta una tarea enrevesada, una carrera de largo aliento y sin promesas de nada.

 

En la recta final del filme, tras muchas llamadas y varios meses sin obtener información, cuando parecía que la pista por este hombre se les escapaba, por fin dan con el teléfono de Güérima. El encuentro nos revela, inicialmente, el porqué del título del documental. El director y su hermano viajan a su encuentro y al llegar nos tomamos unos momentos para ver a Güérima en un primer plano. Sin decir nada, solo él frente a cámara. No parece que estemos ante un “demonio”, ante un “monstruo inhumano” que tortura personas como es habitual escuchar en ciertos discursos. Vemos “el otro lado”, vemos a una persona tranquila, comprensiva y abierta al diálogo.

 

En este punto la imagen entiende que debe mostrar la humanidad de Güérima y escuchar su relato. Nos centramos en él en un plano fijo y, si bien le está hablando a los hermanos, el primer plano nos acerca, se sostiene por un tiempo considerable y no hay distracciones, dispone al espectador en esa misma mesa junto a los “tres hijos” de Beatriz. La narración no se lanza a la indagatoria, sino que toma un respiro para que veamos en silencio. Lo que Güérima tiene para contarles –para contarnos– constituye el corazón de este documental, es allí en donde radica su valía como obra reflexiva del conflicto armado.

 

No parece que estemos ante un “demonio”, ante un “monstruo inhumano” que tortura personas como es habitual escuchar en ciertos discursos.

 

En su texto Eichmann en Jerusalén Hannah Arendt señala, entre otras cosas, lo aterrador e inquietante que es cuando los hombres se limitan a seguir cadenas de mando y carecen de toda reflexión frente a las implicaciones de sus actos; en su testimonio final Güérima demuestra la importancia y grandeza que hay en tomar el camino contrario al que tomó Eichmann: al guerrillero se le dio una orden y él se negó a renunciar a su capacidad de decisión individual. En un país de orfandad, él se negó a hacer esa herida más grande. Es aquí donde nos encontramos con su valentía.

 

Del otro lado es un documental que, si bien hace uso de varios recursos fílmicos, es prudente en su discurso general, aunque valdría la pena preguntarnos sobre la prudencia que hay en mostrar a Güérima en primer plano en un contexto donde son conocidos los casos de asesinatos de desmovilizados.  No obstante, busca ser justo, medido, austero. Es así como este viaje entre dos hermanos permite reflexionar sobre el perdón, la guerra, la empatía, la maternidad. Nos atrae con la premisa sobre este encuentro y nos estremece ante la evidencia de la compasión.