Kairós, de Nicolás Buenaventura

El tiempo que a veces no podemos ver

Martha Ligia Parra Valencia

en twitter: @mliparra

 

“¿Qué cine me importa y conmueve? El que se detiene en la vida, el que la deja ocurrir”, expresa el caleño Nicolás Buenaventura a propósito de su película Kairós (2021). Optar por algo que parece tan sencillo realmente no lo es. El director evita los atajos y caer en la tentación de distraernos de la vida. Por el contrario, como lo dice Amaranto, su protagonista, “nada vale más”.

 

Kairós es un proyecto ambicioso bajo la apariencia de una historia sencilla. Es una película que habla de la dignidad y del tiempo, de la vulnerabilidad y de las personas y las acciones que pasan desapercibidas. De seres como Amaranto, tan útiles como invisibles para la sociedad. Sin embargo, sin ellos la vida sería más enrevesada.

 

Amaranto (Tulio Guillermo Diuza) de sesenta años es un hombre negro del Pacífico. Fue despedido después de trabajar por veinticinco años como cajero principal en un banco. Se las arregla para estar activo, “siempre vivo” (como el significado de su nombre). Y todo el tiempo ayuda en tareas varias a los antiguos compañeros de oficina.

 

Con una dignidad que está en permanente amenaza, este personaje discreto y humilde expresa sus ideas en forma serena, pero firme. Su fragilidad contrasta con un entorno hostil y prejuiciado. Para el director “es casi un extra”. Y, al mismo tiempo, considera que tiene algo de Ulises, del héroe griego por excelencia, pues es prudente, no se desespera y sabe aguardar el momento propicio para la acción.

 

Es importante destacar que esta película se suma al grupo de producciones de ficción que abordan la representación de lo afro en el cine colombiano (con obras valiosas como La playa D.C, Manos sucias, Somos calentura, Siembra, Chocó, entre otras). Una tarea pendiente y reciente de nuestro cine. Sin embargo, como afirma el director: “Para mí el que Amaranto sea negro, no es una reivindicación. Así lo vi desde el primer día”. El escenario aquí es Cali que tiene un alto porcentaje de población afro y que, según el realizador, tiene esa contradicción de ser una ciudad muy abierta hacia el interior, pero muy cerrada hacia el Pacífico.

 

La cinta evidencia el racismo cotidiano que sufre el personaje. Las agresiones que a veces son sutiles, a veces violentas:   Al inicio de la película cuando un camión lo acorrala, mientras va en bicicleta, él protesta diciendo “¿Es que no me ve o qué?”. También es sintomático el comentario de la nueva funcionaria asiática de la entidad financiera al manifestar: “Hay que averiguar que hace este viejo negro en el banco”.

 

La cinta evidencia el racismo cotidiano que sufre el personaje. Las agresiones que a veces son sutiles, a veces violentas…

 

En el Diario de rodaje, Buenaventura comparte en forma sincera y generosa el proceso de la película. Se trata de una hermosa lección de cine donde consigna reflexiones sobre la puesta en escena, el modo de entender la imagen, la dirección de actores, entre otras. Allí explica que inicialmente el título de la película era La sombra del hombre invisible. Es así como perciben la mayoría de las personas a Amaranto, este héroe o anti héroe, silencioso y anónimo. Y casi siempre ignorado, como si fuera inexistente.

 

Kairós se refiere al tiempo, elemento fundamental para los seres humanos y para la esencia del filme.  La palabra se relaciona con la mitología griega que tiene tres dioses para definirlo: Cronos, Aión (o Eón) y Kairós.

 

Cronos es el tiempo cronológico, el del reloj, los plazos, las metas y el calendario. Aión es el dios de la eternidad. Y Kairós, como lo describe Amanda Núñez, es una tercera divinidad menor, cuyo significado literal es: momento adecuado u oportuno. Es la ocasión, la oportunidad favorable que cambia el destino del hombre. Núñez explica además que tiene una balanza desequilibrada en la mano izquierda, pues el equilibrio no es su virtud.

 

Para Eugenio Moliní, Kairós es el dios caprichoso de la oportunidad que pasa rápidamente. Ni exige nada ni espera nada de nosotros. Kairós simplemente pasa por nuestro lado y se va.  Moliní explica que Cronos se encarga muy bien de que no nos demos cuenta de que la única forma de atrapar a Kairós es la observación silenciosa y desapasionada de nuestro entorno.

 

Todas estas descripciones de Kairós confirman el sentido del personaje de Amaranto y de la película. Siguiendo a Moliní: “Invocando a Kairós podemos vaciarnos de nuestras ideas preconcebidas sobre lo que los acontecimientos significan, y podremos abrirnos al momento fugaz en el que la oportunidad inesperada se abre.”

 

La película de Buenaventura invita a la observación silenciosa y amorosa de la cotidianidad como lo hace su protagonista. Anima a dejar de juzgar por las apariencias y a estar abierto a ese otro tiempo. El que conlleve una mejor relación con la vida e incluso con nosotros mismos. Es importante saber que no todo es Cronos. Pero nuestro tiempo actual con toda esta revolución industrial y desarrollo capitalista ha ido olvidando ese otro tiempo que no se puede vender o comprar; ese es Kairós”. Anota el director, interesado en explorar la dinámica entre Cronos y Kairós.

 

Uno de los mayores aciertos de la cinta es la dirección de arte, la cuidadosa iluminación y la concentración en cada imagen y en los personajes. En especial, la capacidad para capturar y describir la atmósfera de la ciudad de Cali que se siente muy cercana. La puesta en escena logra transmitir su ritmo, espacios y contrastes. Lugares como el centro de la ciudad, la Plaza de Cayzedo, el barrio El Porvenir están cuidadosamente dibujados.

 

“Es importante saber que no todo es Cronos. Pero nuestro tiempo actual con toda esta revolución industrial y desarrollo capitalista ha ido olvidando ese otro tiempo que no se puede vender o comprar; ese es Kairós”.

 

Y como elemento fundamental están los personajes, casi todos maravillosos. Increíble la espontaneidad de la niña, del muchacho ajedrecista y la autenticidad del ladrón que Amaranto descubre en el techo. Todos ellos están mirados con enorme calidez y ternura. Se le da, además, mucha importancia al acento caleño con los matices y sentido del humor. “Uno es hijo más de una lengua que de una patria. Es la lengua la que determina la manera de pensar y escribir. Y así pensé esta cinta, en “caleñol”.

 

Vale destacar de la producción, un tema que también menciona el director en el diario de rodaje. Se trata de la ambigüedad. Y esto es algo no tan explícito, pero que está allí y transita por las situaciones y personajes de forma sutil. Hay una exploración entre lo que es y no es: “un padre, un abuelo y un empleado que no lo son; las conversaciones de los minuteros que los demás escuchan y no escuchan”, anota Buenaventura.

 

La película también hace alusión a otros aspectos como las políticas de los bancos, las injusticias con los empleados rasos, las eternas esperas del sistema de salud, el desempleo, la jubilación, la enfermedad y la vejez.

 

Respecto a las influencias, el realizador reconoce su gusto por maestros como Ozu y Bresson. Y también por las películas de atracos.  Del primero, admira la capacidad de observación de la vida cotidiana y comparte el objetivo de Ozu: “hacer sentir el pulso de eso que llamamos vida, sin utilizar acontecimientos especiales”. De Bresson toma el término Modelos en Notas del cinematógrafo, lo cual se refiere a no utilizar actores, sino modelos tomados de la vida. Ser (modelos) en lugar de parecer (actores). Como en el caso de Amaranto, a quien el realizador le cuesta llamarlo personaje porque considera que no lo construyó, sino que lo encontró y lo quiso reconocer y filmar.

 

Increíblemente esta historia tan colombiana no encontró apoyo para los estímulos del cine nacional. Nicolás Buenaventura es actor, dramaturgo, guionista, director y productor radicado en París. La película pudo realizarse con muy pocos medios y con los premios obtenidos en Francia. Kairós es una película para no dejar pasar.