Madre, de Simón Mesa

Lina María Rivera Cevallos (Sunnyside)

 

El abuso sexual infantil es una temática que puede fácilmente representarse a partir de la minuciosidad del abuso y la imagen explícita. Esta decisión es revertida por Simón Mesa, quien a través de, precisamente, evitar las acciones dramáticas y centrarse en los momentos periféricos y aparentemente anodinos, nos permiten reflexionar y mirar de manera profunda, apartándonos de los prejuicios, no lo que sucede externamente sino lo que acontece dentro de la víctima.

 

Esta intencionada decisión modifica de manera significativa no solo la perspectiva del cortometraje sino también su universo sonoro. El silencio es un elemento protagónico en todo el relato y, aunque pareciera irreal, no hay llantos estruendosos ni gritos de dolor. El mutismo que circunda cada momento es más fuerte y más elocuente que cualquier palabra. Los diálogos apenas remarcan lo que la protagonista piensa y siente, haciendo que ese acto de “contención” se convierta en lo más problemático y doloroso del relato.

 

El silencio se convierte en la voz personal e íntima de la protagonista que, con su elocuente mutismo, exterioriza todo sobre ella en aquella situación, enmarcado, además, en los primeros planos, la sutileza con que la ingenuidad y la inocencia se quiebran y es justo en ese elemento estructurante que el sustantivo “Madre”, nombre del cortometraje, cobra un sentido trascendente ante el amparo y la cercanía de la menor-hija-víctima con la “pro-genitora” como tradicional símbolo del sentido de pureza, así como la clara voluntad del anhelo de transfigurar el pasado y “re-comenzar” al mismo tiempo bajo esa inevitable ilusión de creer que con el silencio desaparece lo que se evita nombrar, resaltando cómo el abuso invade hasta lo más íntimo e inquebrantable.

 

En su arquitectura, el cortometraje opera como una pequeña pieza que nos permite comprender parte del mega rompecabezas de la realidad al permitirnos entender cómo aquello que parece una decisión es en realidad un abuso, y cómo la protagonista es realmente una víctima a pesar de que superficialmente no se explicite con las imágenes del relato ningún rasgo impositivo o violento. Está elección narrativa nos permite entender realmente la complejidad de esta problemática, al disolver los límites y prejuicios que nuestra sociedad pobre y pacata, lo que –sin duda– configura otro de los valores más relevantes y universales del cortometraje, al punto que evidencia la pobreza como caldo de cultivo para satisfacer necesidades materiales a costa de insustituibles valores a tal grado de desorientación y perversión que conduce al colmo que las niñas se sientan responsables de la violencia que se ejerce sobre ellas y, como corolario, cómo su silencio se transmute en el reflejo de su sentido de desprotección e inculpabilidad.

 

En su arquitectura, el cortometraje opera como una pequeña pieza que nos permite comprender parte del mega rompecabezas de la realidad al permitirnos entender cómo aquello que parece una decisión es en realidad un abuso…

 

Sin duda la fuerza de la obra recae en que Mesa revela la complejidad de aquella realidad de un modo atípico al que cualquier espectador podría hacerlo, esto es, a través de ese rostro pueril y nervioso, sin poder evitar preguntarse ¿por qué lo hacen? Para responder con su cortometraje a partir de la reflexión personal y silenciosa de la protagonista que el contexto donde la historia surge es tan agreste que la violencia puede ser una aspiración y un complejo al mismo tiempo y que esa misma dualidad se convierte en el verdadero precio de su silencio.

 

El corto se encuentra disponible en: https://www.retinalatina.org/video/madre/