Memoria, de Apichatpong Weerasethakul

Del sonido como señal

Diana C. Gutiérrez

Parajes

Esta no es una crítica ni una reseña, es una especie de texto/paraje que vacila y se pasea entre los silencios de Jessica, una antropóloga, y un ruido.

 

¿A qué sonaría la memoria del mundo?

 

¿Qué sonidos prevalecerían respecto de otros?

 

En el viaje sonoro que es Memoria, el sonido debe ser ATRAVESADO para poder ver, sintonizar, sentir.

 

“Escucho este sonido, es recurrente”… Es una de las frases que repite de diferentes maneras Jessica, una mujer introspectiva, solitaria, ensimismada, que se lanza a recorrer diferentes parajes en busca de respuestas, no solo al sonido, sino al sentido de las cosas, tal vez, para captar la memoria del mundo, para llorar su dolor, sus tantísimas muertes, sus silencios; justamente eso, el silencio, tan presente a lo largo de la película, se vuelve una presencia muda, hay algo que nos habla a través de esa quietud, algo que nos afirma que del otro lado, hay vida, tejidos, recuerdos.

 

El sonido como señal

En los senderos espirituales orientales hay una corriente que afirma que somos luz y sonido, en Memoria (2021), el sonido también parece remitir a un ente antiquísimo, que ha trascendido eones y que llega a este tiempo (el actual) con el peso de la historia no contada. En medio de esa simbología metafísica, vamos viajando con Jessica entre un río de memorias que se cruzan en un mismo punto, de manera íntima, de afuera hacia adentro, para olvidar el mundo y recordar el origen: un origen que se esboza místico, inaprensible con la simple racionalidad.

 

El sonido como señal hace las veces de portal, el sonido abre, sugiere, expande, el sonido como señal es una forma de habitar las memorias del mundo, es decir, a su belleza tanto como a su dolor. El sonido como señal es un canal vibrante, que nos atraviesa y en el que, de alguna manera, todos estamos llevando y trayendo información.

 

Una obra para contemplar

Memoria es sin duda una obra para ser apreciada, como si se tratara de una instalación o de un cuadro en movimiento, aun cuando la misma película pone a su protagonista lejana, de espaldas, en encuadres generales donde la vemos engullida por las ramas o la arquitectura, sin exhibir mucho su rostro de cerca o de frente asistimos a esa lejanía en medio de una narrativa lenta, pausada, contemplativa, a la que podemos añadir como un cadáver exquisito nuestras propias interpretaciones.

 

Estamos en el silencio y la soledad con Jessica. No hace falta decorado o música, como sí nos falta muchas veces esa paciencia estética para quedarnos en la sala hasta el final y descubrir lo impensado: un final totalmente inesperado.