Tundama, de Diego y Edison Yaya

Templo del sol

Joan Suárez

Un largo camino
entre pecho y espalda,
La senda

 

Cierto día Tundama le cortó a un anciano una mano y las orejas,

por haber osado sugerir un acuerdo pacífico con los españoles.

 

En uno de los relatos ancestrales sobre el mundo Muisca (lengua macro Chibcha) se dice que la diosa madre Bachué “Mujer Buena”, salió de la laguna de Iguaque “Cuna de la Humanidad” con un niño en sus brazos. Ellos son considerados los ancestros de toda la raza humana. Ella construyó una casa donde vivió con el niño hasta que se hizo grande para procrear con él y poblar la Tierra. Tiempo después regresaron a la orilla de la laguna acompañados de sus hijos y los pueblos, para enseñarles a venerar a los dioses, ser buenos y evitar el mal. En la ceremonia, entre clamores y llantos, ambos se convirtieron en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna. De ahí la especial adoración religiosa del pueblo Chibcha hacia el agua.

 

Durante la conquista, los muiscas tuvieron varias alternativas. Unos aceptaron el avasallamiento tras la derrota militar, como los hombres de Quemuenchatocha, en Tunja, o los de Tisquesusa, en la sabana de Bogotá. Otros, como los tunebos del norte de Boyacá, prefirieron la muerte y optaron por lanzarse al vacío desde la peña de los Muertos (Parque Nacional Natural El Cocuy, Güicán y Chita), cayendo al río Nevado entre las grietas del eco y la estampida contra las rocas.

 

Ahora tenemos un encuentro ceremonial ante la pantalla de un guerrero y una fuerza mística, una especie de aura y aparición, que elogia y predice las lógicas para comportarse en comunidad. Este encuentro de diálogo confesional y de mantra se nos presenta en la laguna como una circunstancia inicial y es el punto de partida de Tundama (2021), la película colombiana de animación 3D dirigida por los hermanos boyacenses Diego y Edison Yaya, para narrar la vida del guerrero valeroso muisca que, a comienzos del siglo XVI, enfrentó a las tropas españolas de Gonzalo Jiménez de Quesada, Hernán Pérez de Quesada y Baltasar Maldonado.

 

Los hermanos Yaya son diseñadores gráficos apasionados por la animación. Crearon la compañía de producción audiovisual creativa DAGAmedia, un estudio que combina la destreza y la técnica de ambos para escribir y animar. Así emerge Tundama, creada con la técnica Motion Capture, es decir, la grabación de movimiento de actores y de animales vivos, y el traslado de dicho movimiento a un modelo digital, realizado en imágenes de computadora. Al mismo tiempo, algunos elementos de la riqueza iconográfica que dejaron los Muiscas: piedras, orfebrería y mantas, que hacen parte de la vestimenta y ambientación de la película. Incluso, su música original acompaña cada escena con ritmo, desde Luna de atardecer hasta El espíritu de la montaña.    

 

Los hermanos Yaya son diseñadores gráficos apasionados por la animación. Crearon la compañía de producción audiovisual creativa DAGAmedia, un estudio que combina la destreza y la técnica de ambos para escribir y animar.

 

A lo largo de seis años se realizó esta producción que contó con la elaboración de un storyboard con más de 2500 dibujos e incorporando un sonido natural que se grabó desde los campos (la manga, el césped) de la región cundiboyacense. De este modo, la película tiene una imagen fresca y dinámica, casi para cualquier tipo de espectador. Sin embargo, es un relato animado (el primero) que debe ser visto con sus subtítulos en su lengua Muisca (traducción lengua muisca Facundo Manuel Saravia), declarada extinta desde el siglo XVIII. Un trabajo loable en traer a la vida la particular aliteración de palabras de hace más de 300 años.

 

Así los hermanos logran en esta película animada recrear el universo del guerrero Tundama y su enfrentamiento con las tropas españolas pero, quizá por la técnica empleada, los personajes, si bien tienen una silueta definida y fina con cada una de sus características, también están ausentes algunas expresiones en sus gestos y el crecimiento emocional ante algunas de las situaciones ambiguas que nos presenta. Aunque es claro las anotaciones bélicas, especialmente el combate con Baltasar de Maldonado en el Pantano de la Guerra.

 

Hasta hace algunos años el curso de historia en escuelas y colegios en Colombia estaba empaquetado en el área de ciencias sociales y humanas, un largo período de inasistencia histórica de casi treinta años, que al menos en los últimos tiempos ha procurado regresar a las aulas; y sea entonces esta película la que nos recuerde el significado relevante de conocer el pasado ancestral indígena, porque más allá de hacer alusión al guerrero mítico muisca, hasta hace un siglo Tundama era también un departamento de Colombia, de esos que ya nadie recuerda, ni sabe que existió e ignora su actual ubicación.

 

Si bien la historia de Tundama es poco conocida, la película animada nos muestra un héroe indígena, el esplendor de los paisajes en el altiplano boyacense y la riqueza cultural a través de figuras simbólicas y emblemáticas como el cóndor de los Andes, el jaguar y las luciérnagas, en un contexto que hace referencias a las expresiones humanas: el amor, la familia, la paz, la resistencia y, sin duda, el odio, la mentira y la traición.

 

De acuerdo al argumento, para Tundama la única salida fue la guerra a muerte. Se convirtió temprano en héroe de la resistencia indígena en el Nuevo Reino de Granada. El cacique Tundama tenía una gran área de influencia. A él le rendían tributo otros caciques menores, muchos de ellos con nombres sonoros: Icabuco y Saquencipá, Sátiva y Socotá, Tibabita y Tibativa, Chitagote y Tocavita. Para enfrentarse con los españoles logró reunir un ejército de diez mil hombres, según refiere uno de los cronistas de Indias que narra su lucha: Juan de Castellanos. Y algunos de estos pasajes históricos son representados en la película, entre el discurso de fuerza y aliento del guerrero hacia su pueblo y los demás caciques, y la contienda en el lenguaje pacificador con los militares españoles, hasta desencadenar en un enfrentamiento.

 

A él le rendían tributo otros caciques menores, muchos de ellos con nombres sonoros: Icabuco y Saquencipá, Sátiva y Socotá, Tibabita y Tibativa, Chitagote y Tocavita.

 

La película también ofrece un recorrido geográfico por algunos sitios representativos de la región cundiboyacense, como la Laguna Pan de Azúcar o el Lago de Tota, ícono de la identidad boyacense. Al igual que Bacatá, (como se conocía a Bogotá en esa época), Tunja, Paipa y los páramos al norte de Duitama, lugar donde encontraron hace dos decenios los restos del asentamiento agrícola más antiguo de Colombia, es decir, ya los pobladores cultivaban estas tierras tres mil años antes de que Tundama estuviera cortando orejas.

 

Finalmente, el cine de animación en la última década en Colombia ha producido algunos títulos llamativos y versátiles en su técnica y narración, que dan cuenta de un uso regular y potente por parte de los directores y directoras, tanto en lo argumental y documental: Relatos de reconciliación (2018) de Rubén Monroy y Carlos Santa; Virus Tropical (2018) de Santiago Caicedo; El libro de Lila (2017) de la directora Marcela Rincón; Reguechicken (2015) de Darío Armando García (Dago García); Anina (2014) de Alfredo Soderguit,  Gordo, calvo y bajito (2012) de Carlos Osuna, y Pequeñas Voces (2011) de Jairo Eduardo Carrillo.