Salvador, de César Heredia

Entre el valor y el miedo

Liz Evelyn Echavarría Hoyos

 

La ópera prima del bogotano César Heredia, Salvador, es una película que vale la pena disfrutar y analizar, porque se compone de hilos que forman un tejido valioso, que nos toca hondamente y nos lleva a mirarnos como colombianos y colombianas a nivel individual y social. Es una obra que retrata la historia desde muchas esferas de nuestra historia.

 

El director toma prestado el nombre y la profesión de su abuelo para dar vida a Salvador, un sastre modesto y callado. Es un hombre milimétrico que, como en su oficio, mide a las personas con cuidado. Presta atención a los detalles, se cuida de anotar la medida exacta antes de tomar la decisión de realizar un corte o trazar una puntada. Asimismo, en su vida cotidiana se relaciona con los demás con una distancia prudente. No comete “errores” al momento de involucrarse con alguien. Quizá es también por eso que, a pesar de estar entrado en años, no ha tenido una relación sentimental duradera. Es un lobo estepario sin motivaciones más allá de cumplir con su rutina diaria. ¿Es feliz así? Es difícil saberlo, pero algo es claro, el amor no tiene cabida en su vida. Porque amar es una decisión que implica valentía, que implica renunciar y ceder muchas veces, aceptar la diferencia, y él sabe que se aceptan “la cosas como son”, pero no ha aceptado aún que las personas también son como son.

 

No obstante, todo cambia con la llegada de la nueva ascensorista al edificio. Atraído por su espíritu alegre, Salvador comienza a ceder ante sus encantos, su amabilidad y su atención. Comienzan a urdir poco a poco una relación que va avivando un fuego interior, quizá nunca experimentado por él. Aquel tipo desconfiado se desprende de su coraza, se deja atravesar por el inicio de una aventura amorosa que lo desarma y lo deja expuesto. Y esto porque amar implica quedar expuesto a entregar, implica incertidumbre, vulnerabilidad y, por tanto, valor.

 

Este no es un tejido de amor, ni de política. Tampoco es un tejido plano. Se trata de un tejido de punto que borda a Colombia desde una perspectiva sutil y profunda que viaja a la historia a través del bolero, la sastrería, la soledad y se enlaza con la pérdida y la derrota. Es también una invitación a dejarse tocar por la vulnerabilidad, desde donde es posible amar.

 

No se da puntada sin dedal

Las decisiones que se toman en las relaciones íntimas y personales inevitablemente son tocadas por el contexto social y político en el que se está inmerso, por ello es difícil pensar que son hechos aislados o que el criterio es completamente individual. En este sentido, Salvador de cierto modo es también un arquetipo del hombre colombiano, de aquel ser acomodaticio que huye de las circunstancias cuando le son desfavorables. Busca la trampa para salirle al paso a las dificultades. Es el arquetipo de quien no tiene problema en negar o “echar al agua” a otros para beneficio propio o para salir bien librado. La relación entre la toma del Palacio de Justicia y las decisiones de Salvador es brillante: ambas son decisiones calculadas con consecuencias inesperadas. Ese es un mensaje potente del filme.

 

…Salvador de cierto modo es también un arquetipo del hombre colombiano, de aquel ser acomodaticio que huye de las circunstancias cuando le son desfavorables. Busca la trampa para salirle al paso a las dificultades.

 
A través de la música acompañamos una relación que se teje en lo circunstancial, en lo episódico del encuentro entre dos personas que se atraen. Y a través de las noticias en la radio acompañamos el desafío de un contexto social y político lacerante. Historia y evento se sitúan en un mismo plano: dos realidades que se anudan, se entrecruzan en el entramado de una Colombia desgarrada por la guerra, el conflicto, la delincuencia, la corrupción política y moral donde valores elementales como la vida, la paz, la ética y el amor han estado en entredicho. Cabe señalar que ver a Fabiana Medina y a Héctor García en escena es muy agradable, porque además del talento actoral tienen química en la película. Ese es parte del acierto del filme. Un trabajo actoral impecable, resaltando a Héctor García, fabiana Medina y Fabio Velasco.

 

El cine que se conmueve con las situaciones sociales y políticas es muy valioso porque siempre invita a la reflexión y al cambio. Heredia decide hacer una obra bella y completa, porque hay un respeto por los detalles de la historia, con la reconstrucción digital del Palacio de Justicia para ser lo más fiel posible a la historia y con la investigación y archivos documentales. Es una historia que se queda registrada en la pupila y en los sentidos.