Alis, de Clare Weiskopf y Nicolás Van Hemelryck

Retrato sobre un espejo

Gloria Isabel Gómez

Clare Weiskopf y Nicolás Van Hemelryck son documentalistas. Como pareja, en sus dos últimos largometrajes han abordado el impacto que tienen los vínculos familiares inconstantes: en Amazona (2017) Weiskopf reflexiona sobre su propia maternidad a través de la relación con su madre, cuya historia personal la lleva a vivir en la selva, lejos de las rutinas de la ciudad y las expectativas sociales que recaen sobre las mujeres.

Mientras que en Alis (2023), hacen una co-dirección y dedican sus esfuerzos a contarle una historia a sus propias hijas a través de la vida de un grupo de jóvenes que viven lejos de sus familiares en un centro de acogida denominado La Arcadia. Allí, las condiciones económicas y sociales determinan los espacios que habitan estas adolescentes, quienes son invitadas a crear un personaje imaginario llamado Alis: una joven de quince años que también forma parte del internado.

Con esta premisa, el documental construye un coro de voces, miradas y sentidos que no solo se vinculan por el espacio físico, sino por la emoción y la temática de cada secuencia, pues gracias a la confianza que existe entre el equipo de filmación y las jóvenes entrevistadas, es posible conocer la posición de cada una sobre aspectos amplios y universales como la libertad, la muerte o el amor.

Estas conversaciones, lejos de ser experiencias imaginarias, son las proyecciones de cada una de estas jóvenes frente a la cámara, puesto que Alis no es solo un mecanismo narrativo útil para contar esta historia sino una forma de proteger a estas adolescentes de exponer su vida …

Sin embargo, a pesar del bello encuadre y el color que tienen todas las entrevistas, Alis no posee fortalezas visuales ni fotográficas. Esto se debe –tal vez– a que una de las intenciones del documental es hacer extensivo el dispositivo narrativo que le da sentido a toda la película: la imaginación. Como espectadores(as) se nos invita a evocar todo lo que no vemos: el pasado de estas jóvenes, sus anhelos más profundos, sus experiencias amorosas, los traumas de la infancia y otras vivencias que se mezclan entre lo propio y lo ficticio, lo personal y lo ajeno.

Estas conversaciones, lejos de ser experiencias imaginarias, son las proyecciones de cada una de estas jóvenes frente a la cámara, puesto que Alis no es solo un mecanismo narrativo útil para contar esta historia sino una forma de proteger a estas adolescentes de exponer su vida privada de manera directa ya que en medio de las anécdotas, improvisaciones, mentiras y confesiones ¿Quién puede determinar qué le sucedió a cada una?

Alis es un personaje real para la mayoría de jóvenes, porque es un alter-ego de ellas mismas y sus compañeras, un reflejo de una generación que en un contexto desigual e injusto forja su sistema de valores fuera de casa a partir de experiencias en la calle o en los barrios. Al hablar, ellas utilizan la primera y la tercera persona, lo cual es un gran acierto de la película, que logra universalizar experiencias propias de la juventud filmando un contexto muy particular.

Por otro lado, a pesar de la diferencia de edades que existe entre quienes filman y son filmadas no hay una distancia jerárquica entre los creadores(as) y las adolescentes: la voz de Claire orienta la conversación y, a la vez, favorece la expresión individual de cada una de las jóvenes, quienes hablan sobre sus vidas utilizando su lenguaje, sus miedos, sus canciones y sus silencios. La presencia del adulto, que en la mayoría de testimonios es problemática, se convierte aquí en un referente seguro que se implica con las emociones y necesidades de las adolescentes.

Existen razones suficientes para que esta obra haya tenido una buena acogida entre la audiencia: a diferencia de la ficción, el cine documental no solo propone una representación de la realidad sino su transformación inmediata a través de recursos que inducen la acción de las personas sobre sus contextos. En este caso, Alis nace a partir de una serie de talleres audiovisuales que desarrollaron Clare Weiskopf y Nicolás Van Hemelryck durante varios años, los cuales les dieron herramientas a estas adolescentes para narrar y narrarse a sí mismas, demostrando que, al mismo tiempo, el cine puede ser retrato y espejo.