Martha Ligia Parra
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“Quiere que le diga una cosa,
es que yo afuera no tengo nada”.
Menor interna en La Arcadia
“Vas a imaginarte a una compañera tuya que tiene 15 años y se llama Alis”. Es la invitación que anima a las jóvenes del documental a hablar sobre cómo es, qué siente y cómo será el futuro de esa niña ficticia. Esta especie de juego, de mecanismo de identificación, implica una escucha paciente y generosa. La intención, suavizar la coraza de ellas y los prejuicios del espectador. Al indagar por Alis, una de las niñas responde: “Es feliz, pero tiene mucho dolor por dentro”.
La película se ubica en un internado público, llamado La Arcadia, lugar de acogida para adolescentes menores de edad. Han vivido en la calle y sus familias no pueden hacerse cargo de ellas. “Algunas ya son madres y otras seguramente lo serán, y el riesgo de perpetuar el ciclo de abandono y violencia que vivieron es muy alto”, explican los directores del documental Clare Weiskopf y Nicolás van Hemelryck.
Pese a la dureza de sus historias y entornos, los realizadores confiesan lo importante que era darle mayor espacio al lado luminoso. El documental parte del deseo de romper con las ideas que han construido discriminaciones sociales y de todo tipo. Se niega a ver con lástima a estas niñas y, sobre todo, quiere hacer énfasis en que su presente no es una condena.
El documental se aleja de la mirada extractivista. Por el contrario, concibe el cine como vínculo, espejo y espacio de libertad. Como medio de contención y lugar seguro. Esta emotiva obra es el resultado de un proceso de varios años de trabajo con las jóvenes. Alis, una historia simple en apariencia, es compleja al lograr el difícil equilibrio entre la intimidad y la distancia con las menores; entre la realidad y la ficción. Hay una cercanía prudente y responsable, que se cuida de no afectar la fragilidad emocional de sus protagonistas.
Al mismo tiempo, es una pieza ambiciosa que opta primero por los personajes y no por construir un documental basado en personajes. También porque elude el camino de la revictimización y porque involucra a un grupo amplio de jóvenes, veinte en total. Sus protagonistas, en primer plano, miran directamente a la cámara y tienen la libertad de imaginar, de decir la verdad o no y de ser ellas mismas. La película respeta sus tiempos, historias, personalidades.
… es una pieza ambiciosa que opta primero por los personajes y no por construir un documental basado en personajes. También porque elude el camino de la revictimización y porque involucra a un grupo amplio de jóvenes …
Los realizadores también entendieron que las jóvenes y sus relatos, debían dar forma al tipo de narrativa; descartaron el documental de observación y el testimonial. Y prefirieron una vía participativa, lúdica y de experimentación, más espontánea.
Lo más interesante es que de este modo, se da la catarsis, la proyección y la posibilidad de verse reflejadas e identificadas. Pero, también la oportunidad de soñar con el futuro. Frente al interrogante sobre lo que quiere ser Alis, las respuestas son: Ser mamá, ser papá, tener estudio, ser alguien, piloto, cantante, futbolista, veterinaria y hasta presidente de Colombia.
Las niñas del internado extrañan lo más básico, la compañía y el cuidado de los padres, un lugar donde sentirse protegidas y al cual pertenecer. Una de ellas responde a la pregunta: ¿Qué ves de Alis en ese espejo? –No sé, como dolor. ¿Y ¿por qué dolor? –Porque le ha tocado sola y le ha tocado difícil la vida.
Formalmente, la película es radical al usar una sola cámara, un solo lente y un solo encuadre. “El camarógrafo y el editor nos decían que era muy riesgoso; nos sugirieron llevar una segunda cámara, pero queríamos que el espectador las mirara a los ojos durante toda la película”, afirman los realizadores.
Y para lograr la intimidad necesaria, decidieron que el espacio principal fuera el cuarto de las chicas. Por eso fue importante trabajar con un grupo de rodaje lo más pequeño posible. Los rostros de las jóvenes con sus gestos y expresividad llenan el plano. Y como pausas, funcionan los planos del exterior del internado, los camarotes donde duermen con sus muñecos de felpa, las acciones cotidianas de lavarse los dientes, peinarse el cabello entre ellas, bailar, ver juntas televisión y arreglar el salón de clase. Una imagen llama, particularmente, la atención: la de una coneja rosa de peluche que da vueltas en la lavadora.
Explican los directores que el 86 por ciento de jóvenes como Alis se encuentran entre los 14 y 17 años de edad. El más reciente informe del Dane revela que más de 4.000 niñas de entre 10 y 14 años dieron a luz el año pasado. Y que en Colombia 45.000 menores de edad fueron mamás en 2022. Es una realidad estremecedora que debe pesar en la conciencia de nuestra sociedad. Y que también mueve a la reflexión que propone Alis sobre lo que significa ser mujer en el mundo actual. Como lo afirman sus realizadores: “Es además el comienzo de un diálogo sobre la niñez y la adolescencia; temas que parecen ser secundarios”. Al final, este delicado y acertado filme nos devuelve la mirada en silencio de sus protagonistas. Es como un golpe seco en el corazón.