Cada vez que muero, de la Red Comunitaria Trans y Raúl Vidales

Como aves Fénix 1

Javier Pérez-Osorio

PhD Candidate
Centre for Film and Screen – University of Cambridge
jap93@cam.ac.uk

Cada vez que muero (2022) es un documental desarrollado por el director colombiano Raúl Vidales en estrecha colaboración con siete mujeres de la Red Comunitaria Trans (RCT), un colectivo transfeminista colombiano fundado en 2012. La película recurre a técnicas narrativas tanto documentales como de ficción para explorar la sombra de la muerte que se cierne sobre las vidas de las personas transgénero en Colombia. Aunque no es una novedad que las vidas LGBTQ+ estén amenazadas, en los últimos años los casos de acoso, violencia y homicidios a los que se enfrentan las personas queer en el país han ido en aumento. En particular, el número de mujeres trans víctimas de crímenes de odio ha aumentado de forma alarmante, algo que ha sido ignorado en gran medida tanto por las autoridades como por los medios de comunicación. En un contexto tan hostil, Cada vez que muero es el primer largometraje que pone en primer plano los cuerpos, las voces y las experiencias transgénero como un valiente testimonio contra un gobierno negligente y una sociedad indiferente.

El director de la película es psicólogo de formación e incursionó en el cine a principios de la década de 2010. Durante más de diez años ha intentado trasladar sus intereses sociales y políticos al ámbito cinematográfico. La idea de hacer una película sobre la vida de las experiencias trans comenzó cuando conoció a los participantes de la RCT. Aunque consideró la idea de desarrollar un proyecto con y sobre ellas durante algunos años, esta no se materializó hasta la pandemia del COVID-19. Aprovechando el confinamiento forzoso y las dificultades para ganarse la vida que las integrantes de la RCT enfrentaron durante ese periodo, Vidales solía reunirse dos veces por semana con ellas para debatir posibles temas para una película. El resultado fue una obra colaborativa en la que el papel de estas siete mujeres en la producción (por ejemplo, como guionistas, directoras de arte y diseñadoras de vestuario) llegó a ser tan esencial como el del director. Cada vez que muero se estrenó en el Ciclo Rosa 2021 de Bogotá y se exhibió en salas seleccionadas de toda Colombia. Actualmente está previsto que la película se proyecte en varios festivales dentro y fuera de Latinoamérica.

Durante esas reuniones semanales, se hizo evidente que la muerte era un tema central para las siete mujeres de la RCT, Alexandra, Yoko, María Fernanda, Valeria, Katalina, Daniela y Sahory. Sus vidas han estado marcadas por el acecho persistente de la muerte, el luto por sus hermanas asesinadas y el interminable proceso de renacimiento que conlleva la transición. Como sugiere su título, la película indaga en la paradójica búsqueda del sentido de la vida a través de varias formas de morir. Aunque devastadores, los testimonios son al mismo tiempo reparadores. Cada vez que muero presenta así en estas mujeres trans una versión latinoamericana contemporánea de la leyenda popular del ave Fénix, la criatura inmortal que renace de sus cenizas.

Mientras beben y fuman, las protagonistas –jóvenes y de mediana edad– escriben y comparten sus historias. Ríen y lloran juntas al recordar su difícil infancia y adolescencia, los obstáculos para expresar su identidad de género y las horribles experiencias de violencia ejercidas por familiares, hombres y fuerzas policiales.

El documental se estructura en torno a dos líneas argumentales entrelazadas. Por un lado, muestra imágenes en blanco y negro de las reuniones semanales que originaron el argumento de la película. Con planos medios y primeros planos, la cámara invita al público a participar en esta reunión íntima. Mientras beben y fuman, las protagonistas –jóvenes y de mediana edad– escriben y comparten sus historias. Ríen y lloran juntas al recordar su difícil infancia y adolescencia, los obstáculos para expresar su identidad de género y las horribles experiencias de violencia ejercidas por familiares, hombres y fuerzas policiales. Sin embargo, también se toman el tiempo para hablar de sus sueños, de la alegría de su sororidad y de las innumerables oportunidades de renacer. Su forma de hablar informal y sencilla, incluso cuando cuentan historias sombrías, es tan entrañable como sorprendente.

 

Entrelazados con estas imágenes, por otra parte, la película presenta ocho relatos visuales independientes. Algunos son narraciones ficticias inspiradas en los testimonios de las protagonistas y otros son grabaciones de celebraciones/manifestaciones trans en Bogotá. A diferencia de las escenas de los encuentros, estas secuencias tienen colores vibrantes, música envolvente y variadas localizaciones de rodaje. Filmados en su mayoría en el barrio Santa Fe, donde viven y trabajan muchas de las protagonistas, los relatos ofrecen una descripción estetizada pero descarnada de sus experiencias cotidianas de la muerte. En uno de los relatos, por ejemplo, Alexandra y Valeria persiguen a un hombre –aparentemente un policía– que las amenaza con un cuchillo. Vestidas con trajes de colores neón y rasgos monstruosos, las mujeres arrastran al hombre hasta una habitación donde las espera un grupo más numeroso. Mediante un montaje rápido y planos subjetivos extremos, la película las muestra bailando furiosamente al son de una canción de heavy metal que denuncia los crímenes cometidos contra las mujeres trans. Más tarde, en la secuencia más impactante de la película, el grupo acaba tomándose la justicia por su mano y devora al hombre.

Cada vez que muero es deliberadamente provocadora en sus temas y formas. La provocación reside en la capacidad de alternar y conectar con fluidez imágenes desconcertantes con las conversaciones íntimas de las protagonistas. Este contrapunto entre violencia y calma, lucha y esperanza, y muerte y vida propone un retrato menos reductivo y más completo de las vidas de las mujeres trans en Colombia. Aunque la película puede resultar formalmente tosca en algunos momentos (por ejemplo, en la composición de algunos planos y en la edición de sonido), la innovadora mezcla de estilos cinematográficos señala la importancia de reflexionar sobre temas queer urgentes, así como sobre la forma más adecuada de representarlos. El contraste entre el documental monocromático y las coloridas imágenes dramáticas, el contenido gráfico sin complejos y la rudeza experimental de la película hacen eco de los matices de la vida de estas mujeres. Es precisamente esta libertad formal la que invita al espectador a entrar en contacto con las experiencias transgénero de una manera sin precedentes. De este modo, en un contexto social en el que las vidas transgénero se niegan persistentemente, Cada vez que muero les permite a Alexandra, Yoko, María Fernanda, Valeria, Katalina, Daniela y Sahory vencer a la muerte una vez más y renacer, esta vez en forma de cine.

 

1 Esta es la traducción de una reseña origialmente publicada en inglés en la revista European Review of Latin American and Caribbean Studies.