Daniel Tamayo
27 de enero de 2023
Querido Jonas,
Vi tu corto y rápidamente me vino una idea común: la naturaleza, los entes naturales, las fuerzas de la naturaleza o como podamos decirles son misteriosos, nos llaman la atención y también pueden asustarnos (por actitudes nuestras o por cualidades suyas). Aunque quizás no tanta gente lo cree en realidad. Sería bueno que dicha idea hiciera parte del sentido común, ¿no?
Tal vez tú lo crees o así lo quisieras. Sea cual sea el caso, te propusiste ir al encuentro con lo natural desde tu natal –y para mí todavía desconocida– Yopal. Cuando la llanura encuentra el piedemonte (2023) es un grupo de encuentros o contactos reales, oníricos, poéticos entre seres humanos y seres naturales… Aunque el humano también lo es, ¿cierto?, pero parece que nos hemos desnaturalizado. A lo mejor eso quisieras decirnos a tus espectadores, mas eres consciente de que probablemente no escucharíamos tus palabras en medio de los ruidos propios de la modernidad.
Y a pesar de ello te la juegas por un dispositivo de origen moderno: el cine. Este ha sido acaparado por su modo de producción industrial y un cierto carácter impositivamente narrativo. Parece que te fastidia ese cine, pero no puedes evitar amar un otro. Tú te las ingenias para moverte entre esas maneras canónicas de realizarlo y desde adentro lo dinamitas con tu poética (visual y sonora) y tus sueños (como aquellos apacibles bajo el sol). Percibes que el cine, aun en su forma dominante, tiene capacidades para transmitir mensajes que pueden ser escuchados.
Creo que fue eso lo que te propusiste en esta ocasión. Pero más que dejar un mensaje –que igual sí tuviste la intención, me parece–, quisiste crear una experiencia sensible, por ejemplo, estar bajo el agua de un río. Puede que fuera de algunas convenciones se trate de una situación poco moderna y poco capitalizada, y aun así tú y con quienes hiciste la película nos permiten sentirla en la pantalla (con la que se tiende a modernizar y capitalizar). Ahí las fuerzan se entrelazan, las del capital y las del cine. Pero jalan en diferentes sentidos, lo que resulta un poco ambiguo…
Un abrazo,
Dani
30 de enero de 2023
Amigo,
Repetí tu Cuando… Es ahí que he dado con una de las potencias de tu cine (o el que te propones hacer). Una que no se pierde a pesar de que entras (así sea tangencialmente) en la dinámica de la industria y la circulación mercantil. El contacto con la naturaleza puede sobrevivir ante el contacto con la institucionalidad. Pero su fuerza sí resulta ambigua si nos fijamos en que se trata de encuentros con espacios naturales por medio de la imagen digital y cinematográfica. Se trata de una ambigüedad semejante a la que, intuyo, se te presenta en tu cultura llanera, cultura de la que sé más que nada de sus estereotipos (tengan ellos algo de verdad o no). A pesar de ser tu amigo no sé si he podido conocer más de ella, pues tú me pareces un llanero muy peculiar. En eso se asemeja tu corto a ti. Da la impresión de que esa llanura que encuentra el piedemonte es al mismo tiempo tradicional y alterna, como tú y tu cine. Están entre polos: modernización y «renaturalización», tradición y novedad, pasado y futuro.
En esa tensión polar creo que se hallan tanto la oportunidad como el peligro para el potencial de tus ficciones experimentales. Esta en particular en que se puede llegar a sentir más de cerca el agua, el sol y los árboles me generó curiosidad y una sutil esperanza. Imaginaba que quienes la viéramos pudiésemos sentirnos atraídos, por ejemplo, a querer saber más nombres de árboles que de marcas de celular o, quizás, a estar dispuestos a escuchar un río como hipnotizados hasta caer dormidos. A lo mejor así nos dispondríamos, aunque temiésemos al sol imponente o a la pérdida de parte de nuestra humanidad moderna, lo que abruma pero sería emocionante.
Sin embargo, temo que yo no logre sentir y disponerme igual que como, aparentemente, lo pudieron hacer las personas que ¿actuaron? en tu filme. Dudo al pensar que fueron más sus personajes los que pudieron en verdad encontrarse con la naturaleza que ellas y ellos mismos. E incluso si sí, me inquieta que la brevedad de la experiencia que me permitiste vivir no llegue convertirse en acontecimiento suficiente para sacudir mi –aunque también corta– más extensa vida. Jonas, me pregunto qué tanto depende de mis capacidades y qué tanto de la obra misma poder asimilarla de tal modo que me mueva en la dirección que tú nos señalas. Aunque bueno, ¿qué dirección es esa?
Ahora saldré de viaje y espero que esa lejanía me ayude a encontrar respuesta. Probablemente esto suena «clichesudo» y pretencioso, pero no por ello falso. Lo malo es que uno impone expectativas y tal vez cierra más que lo que abre. Intentar lo contrario, con la conciencia de lo primero, es igualmente soberbio. Ya veremos.
Un saludo y suerte,
Dani
14 de febrero de 2023
Hola nuevamente, Jonitas,
Volví hace tres de días de mi viaje. Me encuentro vital pero débil. Suena confuso, pero de hecho me siento con unos impulsos clarificadores. Puedo imaginarme alguna frase que ayude a entender: habitar la ambigüedad permite dar con caminos concretos. Tal vez comprendamos de forma semejante si habitamos –sin saber bien cómo– tu ficción experimental.
Volviendo a la pregunta que te dejé en la carta pasada… Creo que son muchas las direcciones que se señalan en tu película. Y son muchas más las posibles en los entornos naturales donde rara vez los caminos son tan demarcados (por lo menos para buena parte de nosotros los humanos). Caí en cuenta de ello en días pasados, ya que tuve la fortuna de habitar –aunque solo fuera por algunas horas– playas, ríos, desiertos y montañas. No digo “fortuna” solo para referirme a estas experiencias (no siempre fáciles de apreciar) que pude vivir a manera de maravillas, sino que me pareció que hay un aspecto de azar cuando se presenta una tal vivencia; y que alguien pueda llegar a asimilarla de modo que la aprecie depende, también fortuitamente, de la dirección que termine hallando a medida que se mueve hacia lo profundo o por la superficie. El tiempo que se permanezca en los lugares también es un factor que determinante. No es lo mismo estar por unas horas que por semanas o que por ratos, de manera reiterada, en algunos meses. Igualmente pesa con quién más se está ahí o si la persona se encuentra sola.
Lo repito: en tu película la naturaleza se nos muestra tanto intimidante como atractiva, entre otras muchas facetas. Que uno pueda verse afectado por tales o cuales o por más de una para poder contrastar, obedece a la situación concreta del encuentro o encuentros. Ahí entran a jugar las propias capacidades y disposiciones, la historia personal, las rutas que halle y las que tome, el clima, el insecto que estaba sobre una u otra planta, la cantidad de nubes, si el calor del sol llega a agobiar y qué tan profundo se hunde uno en el agua. Pienso que pasa de forma similar con el cine: que un encuentro con él sea afortunado depende de que cada quien “haga lo suyo” y “las cosas se den”.
En mi caso puedo afirmar que el haber visto tu corto y rumiar a partir de él –además para terminar de escribir esta carta– tuvieron parte en la forma en que viví y reflexioné sobre esas experiencias con la naturaleza y que todavía siguen en mi memoria de forma vívida. No sé si así permanezcan, a lo mejor dejen una huella en mi cuerpo y me conduzcan por nuevos caminos, o quizás no. En tu caso pudo ser que tu historia, el ir y venir entre la llanura y el piedemonte y, por qué no, ver una o varias películas, te permitieron asimilar los encuentros de tal modo que quieres que más personas los vivan.
Me da por pensar que tu película es testimonio, memoria e invitación. Allí nos atestiguas experiencias que son posibles dentro y fuera del cine –o al menos eso quisiera creer– al reconstruirlas audiovisualmente con otras personas. Es también un cúmulo de recuerdos que nos transmites y que, como muchas de las memorias individuales y colectivas, son parcialmente producto de la capacidad imaginativa (poética) que tenemos los humanos. Es igualmente una invitación, además de al encuentro ya obvio, a uno con un cine.
Claro, puede que la invitación no sea correspondida o que aún al aceptarla y seguirla, “no pase nada”. Y es que no es evadible la tensión entre el peligro y la oportunidad de proyectos vitales como el tuyo, pero estos en parte tienen sentido por existir bajo riesgo en un mundo que nos sobrepasa al mismo tiempo que lo sentimos carente. Seguramente tampoco evitaremos encuentros con la naturaleza o el cine que nos presentas, pero ellos pueden llegar a ser más o menos brutales o indiferentes según nos dispongamos y la suerte que tengamos. En ese sentido, ya has hecho más que suficiente y aun así queda mucho por hacer. Probablemente continúes si sigues creyendo en tu magia. Espero que así sea, entre otras cosas, porque creo que me hace bien a mí. Confío en que también a ti.
Gracias por todo,
Dani