La evolución del proyecto cultural del Festival Cine en la Isla

El árbol que camina

Felipe Montoya Giraldo

Curador de cine y gestor cultural

“¿Por qué cuando me voy de este lugar lo sigo pensando tanto?”, me cuenta Jota*, quien con esa pregunta se dio cuenta de que se estaba enamorando de Isla Fuerte tras sus primeras visitas como turista. Más de una década después, afirma que la isla tiene una energía especial, alimentada por el mar que la abraza, la memoria de los corales en su suelo, los árboles que caminan y el talento de sus habitantes. Esa energía me permitió disfrutar intensamente de Isla Fuerte y del 9° Festival Cine en la Isla en enero de 2023.

Existen muchos modelos de festival de cine alrededor del mundo. Uno bastante popular es elegir un destino turístico, frecuentemente junto al mar, para convocar a cinéfilos e integrantes del sector audiovisual a conocer y premiar lo más reciente de la producción nacional e internacional y, de paso, hacer contactos y negocios. Bajo este modelo, aunque se estimula la economía del lugar, fácilmente se descuida la interacción de la población local con la oferta del festival. También se ha desarrollado un modelo de festivales de cine comunitarios, producidos de manera participativa y que destacan visiones de trabajo alternativas a las dinámicas tradicionales de la industria cinematográfica. Estos no han sido suficientemente estudiados y están, desafortunadamente, muy desconectados del circuito de la misma industria, ya sea por falta de difusión o por su programación, lo que dificulta potenciales caminos para el progreso de los cineastas locales.

He tenido la oportunidad de visitar festivales de cine muy diferentes y trabajar para proyectos culturales de diversa magnitud e impacto. Por ello pienso que un festival de cine exitoso es aquel que cultiva una personalidad diferencial y que, mientras celebra la imagen en movimiento, fomenta dinámicas para la producción de más películas. Sin embargo, la experiencia en el Festival Cine en la Isla me permitió descubrir un modelo de evento cinematográfico para el que el verdadero impacto es generar dinámicas de creación, promoción y conservación del patrimonio cultural de la comunidad que lo acoge.

Isla Fuerte es un corregimiento insular de Cartagena de Indias ubicado frente a las costas de Córdoba, con una población en su mayoría afrodescendiente. Desde 2012, tras cultivar relaciones con sus habitantes, Jota, junto a algunos artistas y colectivos de Medellín y Antioquia, organizaron pequeñas proyecciones y talleres de producción audiovisual para niños, y produjeron varios cortometrajes con la comunidad. Sin embargo, fue Juancho, el cuidador de un centenario árbol llamado El Tun Tun, y su variopinto grupo de amigos, quienes les compartieron el misticismo de la relación entre el monte y el mar e inspiraron el mediometraje La muerte del Camajón. En 2015, los colectivos K-minantes Cámara Nómada, Lalo y Anamnésico Colectivo Teatral, decidieron organizar un evento que sirviera como estreno de la película, el cual convocó a más de cuatrocientas personas para ver la magia de Isla Fuerte en una pantalla grande debajo de El Tun Tun. Con la proyección de otras películas y la realización de actividades de formación, esa se convirtió en la primera edición del Festival Cine en la Isla.

… el cuidador de un centenario árbol llamado El Tun Tun, y su variopinto grupo de amigos, quienes les compartieron el misticismo de la relación entre el monte y el mar e inspiraron el mediometraje La muerte del Camajón.

Para las siguientes ediciones, el equipo de trabajo del festival buscó financiación aplicando a estímulos gubernamentales, estableciendo alianzas con instituciones e incluso organizando rifas, con lo que consiguieron consolidar procesos de formación audiovisual, musical, teatral y de protección del territorio; diseñaron un modesto plan de asistencia para visitantes externos; y fortalecieron la programación con películas más diversas e invitados. Se establecieron las secciones Marejada, una selección oficial de cine afro, Raíces de mangle, que presenta cortometrajes colombianos, Altamar, una muestra de cortometrajes internacionales, y Pez Loro, especializada en obras para público infantil y juvenil.

“Así fue como se inició un proceso que muy bien podríamos llamar de Revolución Cultural, porque además de intentar integrar las artes, el turismo, la afrocolombianidad y la ecología, se enfrenta a la adversidad ideológica de personas que visionan la finanza comercial inmediata, como única fortaleza de la economía local”, escribe Miguel Góngora, gestor cultural de Isla Fuerte, en el catálogo de la cuarta edición del festival. Sin embargo, ese proceso no habría sido posible sin el abrazo de personas como Miguel y las familias de Amalfi Martínez y Nelys Méndez, señoras que desde el principio pusieron a disposición sus casas y brindaron servicios de alimentación para el equipo de trabajo del festival, en parte por la confianza que le tenían a Jota, y porque creían en las oportunidades que el festival ofrecía a la isla. Muchos otros habitantes también estaban atentos a las necesidades del festival, a ofrecer mejores condiciones para la recepción de visitantes y participar de las múltiples actividades.

La organización se enfrentó a retos significativos por la magnitud de la tercera edición del festival, lo que llevó a la transformación del equipo de producción y a una búsqueda por reafirmar el propósito de hacer del festival un canal para visibilizar las problemáticas de la comunidad, especialmente mostrando el resultado de los procesos creativos llevados a cabo por isleños. Para ello, se creó Arrecife: Escuela de desarrollo cultural y ambiental de Isla Fuerte. En 2018, la recepción de una maleta de películas (parte de un programa gubernamental de circulación de cine colombiano) les dio la oportunidad de extender la presencia de la organización en la isla para desarrollar un programa de apreciación cinematográfica con proyecciones más frecuentes y, sobre todo, realizar más talleres de producción audiovisual.

La escuela se ha convertido en un punto de encuentro de los más jóvenes, que cuenta con una biblioteca, acceso a Internet (escaso en una población que no tiene un servicio de energía eléctrica pública constante), actividades de formación periódicas y el acompañamiento de los integrantes del equipo de la ahora Corporación FECISLA (figura jurídica que organiza el festival) y sus talleristas invitados, quienes se alojan temporalmente en la casa donde funciona Arrecife y que han desarrollado bastantes y estrechos lazos con los habitantes de Isla Fuerte.

Por la misma época, tras el diseño de planes turísticos para asistir al festival como estrategia de financiación, y sus buenos resultados, un sector de la población comenzó a desconectarse de la visión del evento por creer que la organización se estaba lucrando más que para su sostenibilidad, a pesar de los esfuerzos de la misma por informar continuamente sobre la administración de los recursos que lograban conseguir. Esos recursos casi siempre han sido inferiores a lo realmente necesario para la producción del festival; se buscan alternativas para el ahorro y el equipo base y colaboradores invitados donan su trabajo. Por otro lado, se puede identificar un creciente deterioro del tejido social por las condiciones económicas del territorio; cada vez más personas están vendiendo sus propiedades en la isla y buena parte de la población adulta no está interesada en procesos creativos y de protección de la biodiversidad de Isla Fuerte.

… tras el diseño de planes turísticos para asistir al festival como estrategia de financiación, y sus buenos resultados, un sector de la población comenzó a desconectarse de la visión del evento por creer que la organización se estaba lucrando más que para su sostenibilidad …

Debido a los altibajos en la relación entre la organización y la población, las trasformaciones sociales y económicas del territorio, la consolidación de Isla Fuerte como destino ecoturístico del Caribe colombiano, y por los efectos de la pandemia del COVID-19, la organización ha seguido transformando el festival con responsabilidad y creatividad, siempre con el objetivo de fortalecer su trabajo desde y para la comunidad. Por eso, el festival que viví en 2023 es el fruto de un proceso de constante de aprendizaje.

En los últimos años, en el área de la programación cinematográfica, optaron por reducir la cantidad de escenarios y funciones de exhibición, ante el limitado acceso a energía eléctrica y la poca asistencia de los isleños a las funciones diurnas. Aunque la sección Altamar de cortometrajes internacionales era un orgullo para el equipo curatorial, sintieron que realmente no resonaba con las necesidades e intereses de la comunidad (y que además consumía recursos de producción considerables), por lo que fue eliminada y se trabajó más en desarrollar una curaduría que refleje las problemáticas sociales y la naturaleza cultural de Isla Fuerte. Además, dejaron de separar las producciones afro para integrarlas a todas las secciones y establecer Marejada como una sección de largometrajes colombianos.

En la pasada edición, largometrajes como El alma quiere volar, Cantos que inundan el río, Nocaut y El árbol rojo, y los cortometrajes de la sección Raíces de mangle, resaltaron la importancia de generar diálogos generacionales sobre el rol de la mujer en la familia, la diversidad sexual, los efectos del conflicto armado colombiano, la realización profesional de los jóvenes y la conservación de tradiciones culturales. La proyección de estas películas al aire libre, en un campo de fútbol junto a una ceiba gigantesca llamada La Bonga, cada noche fue un encuentro emocionante de niños y adultos, muchos locales y algunos turistas, muy reactivos a todo lo que sucedía en pantalla.

La producción de cortometrajes con la comunidad se ha limitado por falta de financiación, sin embargo, los habitantes siempre han pedido que el festival se convierta en un epicentro de manifestaciones artísticas y culturales, por lo que la organización potencia el talento local con procesos de formación en diferentes disciplinas, llevando formadores especializados a ofrecer talleres de danza, clown, percusión, composición y producción musical, mostacilla, macramé, muralismo, cianotipia, acrobacia aérea en telas, fotografía y animación. Adicionalmente, en la franja Historias de mar y monte, convocan al público a escuchar sentidas conversaciones entre locales sobre sus orígenes, oficios y experiencias de vida, como un ejercicio para nutrir la tradición oral isleña.

FECISLA también reconoce el valor y fragilidad del territorio de Isla Fuerte, particularmente tras la consolidación de una industria turística y las problemáticas derivadas de esta actividad económica, como el consumo desproporcionado de recursos para la construcción, el transporte y la alimentación. La organización decidió limitar el alcance de sus iniciativas de planes turísticos para visitantes, ha dejado de usar papel para la publicidad del festival, promueve en sus piezas promocionales la responsabilidad de todos los asistentes con el uso de recursos en la isla y ha desarrollado y acompañado programas de protección de su fauna y flora.

Entre estas estrategias están las Rutas Agroecológicas, guiadas por isleños y organizadas en 2023 en alianza con la plataforma Espora – Semillas originarias. En una de ellas se identificaron las fuentes hídricas de la isla y se aprendió a hacer un biofiltro casero; otra estuvo dedicada a la recolección de semillas de mangle como parte de un programa de rehabilitación costera, y en la última se visitaron las huertas de tres familias locales, como un reconocimiento de la diversidad agrícola del territorio y de su labor como ejemplo de soberanía alimentaria.

La organización decidió limitar el alcance de sus iniciativas de planes turísticos para visitantes, ha dejado de usar papel para la publicidad del festival, promueve en sus piezas promocionales la responsabilidad de todos los asistentes con el uso de recursos en la isla …

Son muchos los motivos por los que Jota y el equipo del festival están comprometidos con su trabajo en Isla Fuerte. El colectivo K-minantes, con quienes Jota hizo sus primeros cortometrajes allí, tenía un fuerte compromiso político y buscaba hacer un cine de carácter antropológico y sociológico muy influenciado por el trabajo de Marta Rodríguez y Jorge Silva. La isla y su comunidad les brindaron un espacio propicio para la reflexión y la construcción teórica y práctica, con lo que pudieron fortalecer sus creencias cinematográficas. Otra fuente de inspiración constante para el equipo es la oportunidad de explorar la isla a través de los ojos de los niños y niñas, quienes crecen allí con una libertad inaudita, experimentándola permanentemente de manera casi anárquica.

Sin embargo, han identificado que la población tiende a subestimar la riqueza del territorio que habita y de sus manifestaciones culturales, debido a la precariedad de las condiciones de vida en el lugar. Por eso Jota, Carolina Mejía, María Vásquez y Jaír Pérez, quienes son el equipo base actual de FECISLA, y una gran cantidad de colaboradores, lo que quieren es brindar herramientas a la comunidad para que construyan sus propios relatos. “No estamos creando nada, no estamos salvando a nadie; estamos cogiendo lo que la gente tiene e intentando darle mayor visibilidad, adentro del territorio y hacia afuera”, dice Jota, pues FECISLA también ha trabajado por la circulación nacional e internacional de obras producidas en Isla Fuerte y ha hecho muestras periódicas en Medellín.

Así se han producido alrededor de cuarenta cortometrajes, entre documentales, cortos de ficción, piezas animadas y videoclips, dirigidos y protagonizados por niños, jóvenes, mujeres y ancianos: artistas de Isla Fuerte, que han contribuido a la transformación del imaginario sobre su territorio y a la apropiación y celebración de sus tradiciones culturales. Los procesos de creación y de apreciación audiovisual les han abierto el mundo a numerosos jóvenes, que ahora se encuentran en diversos caminos de profesionalización para seguir trabajando por la isla o encontrar mejores oportunidades de vida.

Pero lo más importante, es la memoria. En el abundante registro audiovisual y fotográfico del Festival Cine en la Isla, en los murales, las canciones y los collares de mostacilla, está plasmado un impresionante proceso de creación colectiva. En las películas hechas por los isleños y la corporación FECISLA, habitan las enseñanzas de viejos que ya no están y los sueños de niños que ahora son adultos activos en su comunidad. Todo esto constituye un patrimonio cultural invaluable que la gente de Isla Fuerte puede disfrutar y seguir alimentando.

Los procesos de creación y de apreciación audiovisual les han abierto el mundo a numerosos jóvenes, que ahora se encuentran en diversos caminos de profesionalización para seguir trabajando por la isla o encontrar mejores oportunidades de vida.

El Festival Cine en la Isla ha estado en evolución permanente, desarrollando cualidades de diferentes modelos de festival de cine y experimentando con diferentes estrategias para la consolidación de un proyecto cultural. Ha conseguido integrar en la programación cine colombiano que nutre la apreciación del público local, mientras dignifica la producción comunitaria. Ha desarrollado estrategias de conexión con otras disciplinas y creadores activos en el sector artístico nacional, para cultivar la diversidad creativa de la población y relaciones de trabajo enriquecedoras. Esto lo ha hecho sabiendo controlar su magnitud y alcance, no solo por la disponibilidad de recursos económicos, equipos de producción audiovisual e incluso la capacidad hotelera de la isla, sino por tomarse el tiempo de escuchar y diseñar su propio modelo de la mano de la comunidad. Ha priorizado las necesidades de la misma sobre los indicadores de la industria, midiendo el impacto como un estímulo efectivo sobre las dinámicas de creación y conservación del patrimonio cultural de Isla Fuerte.

Esta isla, su gente y su festival me dejaron pensando en la necesidad de una reevaluación de la producción de impacto en la gestión cultural; en que el cine es mucho más que imagen en movimiento sobre pantallas; y en la sabiduría de los árboles que caminan lento, convirtiendo sus ramas en raíces, para crecer con su entorno.

 

* Juan David Mejía Vásquez

Cineasta antioqueño y director de la Corporación FECISLA, organizadora del Festival Cine en la Isla.