Lina María Rivera (Sunnyside)
Iván Garzón y Santiago Posada emprenden una aventura hacia lo desconocido cuando deciden escribir como tesis de grado Lo peor hasta el momento, sin conocer por completo el procedimiento de escritura de un cortometraje, que con cincuenta páginas estaba destinado a ser su primer largometraje autofinanciado. Después de cuatro años, creyendo incansablemente en los sentimientos e ideas planteadas en el material, se deciden por un corte final y la película se estrena a nivel nacional en el FICCI 2023. Por sí mismo, este recorrido, que solo puede generar admiración para quienes saben o por lo menos se imaginan la osadía que significa realizar una película, es merecedor de ser resaltado en la historia del cine colombiano. No obstante, la obra de Iván y Santiago, sólida, desbordante de matices y detalles, fascina más allá de sus aspectos de producción y nos habla directo al corazón con una historia tan entrañable como desgarradora.
La película comienza planteando la pesadilla de una familia que, fragmentada por conflictos del pasado, trágicamente se reúne por la enfermedad degenerativa de Marta, la madre de Mario y Juan, dos hermanos incapaces de reconciliarse y verse en el otro. Desde un punto de vista, donde el narrador silencioso es el espejo que mira a los personajes tal y como son, sin que puedan devolverle la mirada la mayoría de las veces, acompañamos a los protagonistas en una transición hacia lo conocido.
La mirada y presencia simbólica del espejo se mantiene presente durante todo el relato. Detalles diminutos como la nomenclatura de la casa 55-22, la duración de la película 1:11 y la tipografía con iniciales invertidas. Así como elementos más evidentes que hacen parte de la trama, como el apellido de la familia, Espejo; los encuadres, la forma misma del relato y la función alegórica que tiene cada personaje en las dinámicas familiares; una madre que no puede hablar como proyección de ese silencio inquebrantable entre los hermanos, Mario y Juan como reflejo de lo que el otro podría ser pero no es. Son algunas de las decisiones estéticas y narrativas con las que Lo peor hasta el momento convierte esa superficie reflectiva en un instrumento de la psique que remarca la complejidad del alma y que, en términos metafóricos, refleja el “afrentamiento” de los hermanos y la dificultad para encontrarse con sí mismos, cautivando al espectador en un drama bogotano, tan juvenil como maduro, que recuerda los inicios del cine de Felipe Aljure.
En la dirección de Iván Garzón, el universo realista que envuelve a la familia Espejo se convierte en una realidad palpitante y viva. Representada de una manera romántica, en el sentido en que considera a los sentimientos de los personajes como el elemento definitivo para determinar lo que cada escenario proyecta; las texturas desgastadas, el desorden vetusto, tanto como la luz y sombra, nos permiten identificarnos con las palabras de Mario Espejo cuando dice que “Siempre le muestran a uno dos caras de todo. Es blanco o es negro. Es vida o es muerte… pero igual todos pasamos por todas las caras; lo más importante es la transición de una a la otra”. Y es precisamente en esa espera que carcome lo existente, cuando el tiempo pesa sobre lo que queda y el presente es una sombra tenue a la que le falta luz y oscuridad, donde reside la esencia del film.
Alejándose del enfoque tradicional sobre la juventud en el cine colombiano, caracterizada como liberada y enajenada en su micro universo, pero uniéndose a una visión del futuro imposible y a un sentido de la existencia indescifrable, Lo peor hasta el momento evidencia una voz sensible e inusual que reflexiona sobre la negligencia generalizada de la realidad citadina, la vida acorralada como mera supervivencia y los demonios internos de una generación que tiene como proyección la evasividad o escapatoria, permitiendo matizar la calamitosa enfermedad de Marta con anhelos sobre encontrar la muerte en la dureza fulminante e inmediata de un disparo o una bomba, en vez de la dilación incalculable de un padecimiento crónico. Acercándonos a una visión pulsante sobre violencia e incertidumbre, en la que el silencio, el desamparo y la escasez son las armas con las que la ciudad sigue devorando la juventud y el ansia.
… las texturas desgastadas, el desorden vetusto, tanto como la luz y sombra, nos permiten identificarnos con las palabras de Mario Espejo cuando dice que “Siempre le muestran a uno dos caras de todo. Es blanco o es negro. Es vida o es muerte… pero igual todos pasamos por todas las caras; lo más importante es la transición de una a la otra”.
El tono cómico con el que se cuenta esta tragedia, se unifica de una manera magistral en una de las escenas más divertidas al tiempo que reveladora de la película. Casi en la mitad del relato, cuando los pequeños conflictos se acumulan en el carro varado en medio de la vía y el absurdo supera el destino fatídico, los hermanos luchan con el peso de la realidad para ir en contravía, asumiendo que un nuevo paradigma entre los dos debe efectuarse para conseguirlo. Esta escena define y resume casi por completo el desarrollo de la trama de una manera tan fresca, pertinente y natural que podría pasar por insignificante, pero que si se descomprime puede observarse cómo funciona a manera de microrrelato que sintetiza el esquema general de la película.
Este drama familiar, escrito por Iván Garzón y Santiago Posada, tiene además otro componente que supera los límites de la pantalla. Desde dos escenas donde el metacine se convierte en metarelato, a través de un paralelismo entre la clásica escena de la película mexicana Nosotros los pobres, de Ismael Rodríguez, y las acciones reprochables de Juan hacia su madre; o cuando los personajes de Marta y Mario sueñan con ser parte de una película como Lo peor hasta el momento. Se teje un diálogo profundo y conmovedor con los espectadores que conocen perfectamente ese sentimiento de soñar sobre lo invisible, confiar sobre lo improbable y arriesgarlo todo por el deseo de hacer cine. Aspirando a crear una obra que acompañe a otros durante su vida y les haga saber que aun en sus ideas más retorcidas o pesadumbrosas no están solos, quizás como una eterna respuesta de gratitud hacia lo que el cine hace en las personas y lo que las personas hacen por el cine.
Es una lástima que para estos modos de producción aún nóveles en Colombia, no haya una ventana más accesible para que películas como esta estén disponibles en la cartelera del país. Sin embargo, sé que por su calidad y singularidad será una obra que no pasará desapercibida y que seguirá rompiendo los parámetros en las etapas venideras de distribución y promoción. Acercándose al público, quizás también de maneras tan propias y diferentes como la película desde su génesis lo reclama. Definitivamente, “lo peor hasta el momento” solo podría ser perderse la oportunidad de ver un film con un alma que se desborda por fuera de la pantalla que, a través de una absurda y agreste cotidianidad, nos recuerda que aunque la vida nos diga lo contrario, los sueños pueden volverse realidad.