Liliana Zapata B.
Medellín, Colombia
Hacer cine siempre ha tenido y tendrá un gran mérito, por el riesgo que se corre con la recepción del filme, la devolución de la inversión, el tiempo invertido en su creación y la satisfacción con el resultado de quienes la hacen, sin embargo, me atrevo a decir que hacer una película 100% independiente, implica todos esos riesgos y además pone en juego el futuro de quienes la hacen, si se tiene en cuenta la industria tan competida en la que están inmersos y con –no pocas veces– productos de tan alta calidad, donde destacarse para continuar adelante, es la premisa básica.
Estamos en un momento en el que hay cabida a toda clase de propuestas cinematográficas, el eclecticismo es tal que casi cualquier proyecto tiene un público, o un nicho –para expresarlo más concretamente–. Proyectos que no necesariamente están pensados para enriquecer a sus realizadores, más aún, sus ideas están menos permeadas por el dinero y más por la implicación que tienen en ese nicho, y si eso se logra, habrá valido la pena para ellos. Esta, llamémosla apertura, a nuevos y particulares planteamientos, nos permite ser testigos de realizaciones sencillas y de bajo presupuesto a las que quizás en el pasado no habríamos podido acceder. Me refiero específicamente a Lo peor hasta el momento (2022), la ópera prima de Iván Garzón Mayorga, quien, de la mano de Santiago Posada Bernal como coguionista, idearon una película sincera y cercana, a pesar de la extrema sencillez y carencia de recursos, tanto económicos como fílmicos, que, sin embargo, no fueron necesarios para obtener una cinta poderosa y profunda.
Llama la atención enormemente que dos estudiantes de Artes Visuales sin las herramientas de guion, edición, dirección de actores, entre otras –que sí podría tener un estudiante de cine–, obtengan un largometraje tan logrado, y precisamente desde estos aspectos –teniendo en cuenta que además su idea inicial era hacer un cortometraje–, pues lo que consiguen transmitir los personajes, los actores, y por supuesto la historia, son de una potencia tal, que ya otros más avezados quisieran conseguir. Sin embargo, el aporte estético al que seguramente ha contribuido el conocimiento que de él tiene su director, es innegable en los primeros planos y en el uso de la luz en las escenas y conversaciones más profundas, donde las protagonistas son las palabras.
Estrenada en la más reciente edición del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias –FICCI–, Lo peor hasta el momento, nos narra la historia del reencuentro de dos hermanos separados física y emocionalmente desde años atrás, cuando Juan, el mayor de ellos, decidió hacer su vida lejos de su madre y su hermano menor, entendemos que distanciándose completamente de ellos como consecuencia de una tensa relación con su madre. Mario, por su parte, el hijo menor, se quedó con su madre y ejerce ahora un rol de cuidador de esta, quien padece una enfermedad terminal. El reencuentro entre estos dos seres desconocidos por el paso del tiempo, ocurre precisamente debido a esta situación, y dos personas que tienen perspectivas radicalmente diferentes de la vida, deben encontrar juntos la manera de afrontar una realidad, ya de por sí retadora.
…el aporte estético al que seguramente ha contribuido el conocimiento que de él tiene su director, es innegable en los primeros planos y en el uso de la luz en las escenas y conversaciones más profundas, donde las protagonistas son las palabras.
Juan, el hermano mayor, es un hombre ensimismado con una alta carencia de empatía y fracturado, entendemos, por una sucesión de circunstancias adversas. Mario, el menor, es un hombre trabajador, dedicado y paciente con su madre enferma, y, sin embargo, saturado por una situación permanente que tiene signado su presente y su futuro. La madre, por su parte, es una mujer completamente discapacitada y a la merced de los demás. El abordaje de estos tres personajes, pero sobre todo el de la madre, es tan sincero como sobrecogedor, y podemos casi sentir su impotencia, tanto como la rabia, la desazón y el cansancio de Mario. Solo cuando la cuarta pared es rota en una escena crucial, volvemos a comprender que es una obra de ficción tan bien lograda y tan respetuosamente escrita y dirigida, que nos expulsa del hechizo de sentir que asistimos a un hecho real, pues incluso es sencillo caer en la trampa de creer que la madre padece fuera de la ficción, la enfermedad que se retrata en la pantalla.
Lo peor hasta el momento es un logro que no solo les permitió a Iván Garzón y a Santiago Posada graduarse de su pregrado –la película fue su tesis–, sino que además, nos recuerda que el cine también es esto, una herramienta para contar historias sencillas pero contundentes, que si hay infinidad de recursos al servicio de dicha historia, está bien, pero que si no los hay, el resultado también puede darse si se cuenta con un guion firme y claro, unos actores que entiendan esa historia, la vivan como propia y logren que el espectador compagine con ella, una puesta en escena convincente, una fotografía que busque ambientar las escenas pero que a su vez se compenetre y transmita la realidad de los personajes y lo que estos sienten en su interior. Esta cinta consigue todo esto de la forma más sincera posible y con una total precariedad de recursos –pero no de claridad en lo que busca transmitir–, logrando que nos abstraigamos de la parafernalia exterior que en ocasiones nos distrae de la historia, para terminar entendiendo que oscilar entre ser héroe y villano está en nuestra naturaleza humana, e incluso conviven en nosotros, aun cuando queramos creer que no es así.