El origen de las especies, de Juliana Zuluaga, Tiagx Velez y Analú Laferal

La esperanza de las que vendrán

Andrés Múnera

Lo que han hecho las cineastas Juliana Zuluaga, Tiagx Velez y Analú Laferal con El origen de las especies me recuerda al maravilloso ensayo de Ursula K. Le Guin La teoría de la bolsa de la ficción, siempre recuerdo el impacto que generaron en mí sus ideas sobre otra posibilidad de fabular, superar el relato del cazador de Mamuts, del hombre héroe que asesina y tiñe de bermellón el suelo que pisa, la estructura en forma de lanza alicorada con los acontecimientos siguiendo el hedor de los conflictos. Le Guin posibilita otros caminos de narración que yacen en los sedimentos invisibles de las formas hegemónicas tiránicas, narrar la vida con nuevos medios, lenguajes, moldear formas inusitadas que contengan revoluciones de afecto y cuidado, y así precisamente se presenta El origen de las especies, se puede entender como una película-manifiesto que recolecta pensamientos y sensaciones. Pero el viaje mutante-cósmico-transfuturista de Zuluaga, Vélez y Laferal también puede germinar en las distintas bolsas de ficción de forma autónoma, sin haber tocado previamente el abrasador trabajo audiovisual que han gestado ellas en Crisálida Cine a lo largo de los últimos años.

 

La película contiene una estructura epistolar de tres partes a modo de anzuelo de contención de los despliegues plásticos que van a acontecer. Bullendo en la caldera de la forma donde el uso de archivos fílmicos, imágenes digitales volatilizadas, descartes encontrados y redimidos y de puestas en crisis de la producción del tiempo moderno, todo se termina concatenando con la sensibilidad de un sonido dador de mundos que permite que fluya por los estertores del encuadre la posibilidad de miradas liberadas enfebrecidas. Laten las maniguas y los horrores cósmicos del caucho y el latex de El tercer mundo después del sol, de Tiagx y Analú, como los fuegos circulares y las meditaciones nocturnas de Presagio, donde Analú canaliza como médium el trance de cada embestida como una premonición y un incontestable gesto político, las películas de los años mutan como afluentes de pensamiento estético y ético llevado hasta sus últimas consecuencias generando una nueva posibilidad revolucionaria, más ecológica, de fiereza libre, para afrontar la creación cinematográfica haciendo saltar por los aires los hormigones fastuosos de la dinámica habitual de la producción industrial con sus prácticas violentas subrepticias y evidentes.

… las criaturas que musitan y braman el placer y el afecto en El origen de las especies  permiten el establecimiento de una temporalidad diferencial, un establecimiento generoso a pesar de ser un adversario contumaz de dicha palabra, permiten la entrada a una mitología inédita, pensable y soñable …

En este punto el cine de las directoras, que me permitía insinuar a Le Guin, me permite también tender puentes con las prácticas chamánicas de los Yanomami, tan bien descritas en ese diálogo potente entre el chaman Davi Kopenawa y el antropólogo marroquí Bruce Albert, esos estados oníricos de trance producidos por el polvo alucinógeno yakoana que permite ver y establecer conversas trascendentes con los espíritus ancestrales (Xapiri); parece que las criaturas que musitan y braman el placer y el afecto en El origen de las especies  permiten el establecimiento de una temporalidad diferencial, un establecimiento generoso a pesar de ser un adversario contumaz de dicha palabra, permiten la entrada a una mitología inédita, pensable y soñable, que se amalgama a la técnica de lo cinematográfico desde las herramientas y sus procedimientos, no solo transgrediéndolos con voluntad generosa sino también brindando nuevos sentidos después de la operación ejecutada, así como ocurre en la hipnótica secuencia de la caída del meteorito, alterada con maestría por las directoras, que hace de un misil documentario un objeto cósmico, como puerta de entrada al ritual fílmico-performático, mientras la melodía de La lista de Schindler, compuesta por John Williams, es enrarecida sutilmente por un Theremín, logrando una dinámica ritual hipnotizante, que por un momento nos recuerda a las variaciones que hacía el compositor Akira Rabelais en el magistral ensayo poético sobre la luna y su impacto en la historia del cine: To the Moon, de Tadhg O’Sullivan, siendo el diseño sonoro y la música orquestada por los habituales colaboradores de Crisálida Cine, El laboratorio de exploración sonora Archipiélago sonoro, una inmersión decisiva que debe ser aplaudida y profundizada en futuros años por ese ensamblaje afortunado de lúdica e imaginación, puertos que son cada vez más necesarios de conjurar en la práctica cinematográfica reciente del cine colombiano.

 

El origen de las especies viste de experiencia una declaración de intenciones transfuturistamitológica que invita a la exploración, vuelca regímenes representacionales de cuerpos y espacios sin apocalípticas sentencias sino más bien con una interesante arista esperanzadora más cercana al pensamiento Latourniano y eso en estos tiempos de advocaciones al desastre de oráculos necropolíticos es de mucho agradecer.