David Sánchez
El director colombiano Sebastián Parra y su película Semilla del desierto formaron parte de la Selección Oficial del prestigioso Tallinn Black Nights Film Festival, celebrado en Estonia del 8 al 24 de noviembre de 2023. La obra, que explora la conexión entre los paisajes desolados de La Guajira y las emociones humanas, se presentó en la sección oficial. La entrevista con el cineasta tuvo lugar en el emblemático cine Apollo Kino Coca-Cola Plaza de Tallin, un espacio que reúne a cineastas y amantes del cine de todo el mundo, especialmente durante los días del festival.
¿Podrías contarnos un poco sobre ti y tu película?
Soy de Urumita, un pueblo que está al sur de La Guajira. Urumita está mucho más cerca de Valledupar, que es la capital de otro departamento, el Cesar, que del propio mar de La Guajira. Es un lugar pequeño, pero lleno de historias y de una riqueza cultural que me marcó desde muy joven. Mi película trata sobre las vidas cruzadas de varios personajes en un escenario que mezcla lo apocalíptico con la crudeza de la realidad cotidiana.
La película ha sido comparada con otros trabajos que exploran la conexión entre el paisaje y las emociones humanas. ¿Podrías decirnos en qué zonas fue grabada?
Claro, la primera parte del proceso, que incluyó la preproducción y la preparación actoral, la hicimos en Riohacha. Sin embargo, el rodaje como tal ocurrió en diferentes lugares: Uribia, Manaure y en el norte de La Guajira, específicamente en el Cabo de la Vela. Estos lugares no solo ofrecían la estética que buscábamos, sino también una conexión auténtica con la historia que queríamos contar. Fueron meses intensos, pero necesarios para capturar la esencia del lugar y transmitirla en pantalla.
El casting fue otro aspecto notable de la película. ¿Cómo fue ese proceso? ¿Las personas eran de la zona o venían de otros lugares?
Fue un proceso largo, complejo y, sobre todo, muy enriquecedor. Inicialmente, alrededor de 2.000 personas se interesaron en participar. Hubo mucha gente que asistió a los castings, pero después de varios filtros y evaluaciones, logramos encontrar a nuestros protagonistas. Lo complicado no era tanto el perfil físico de los actores, aunque sí había ciertas características que buscábamos, sino su perfil emocional y psicológico.
La película trabaja exclusivamente con actores no profesionales, por lo que necesitábamos personas que pudieran conectar profundamente con sus personajes. Esto significaba encontrar paralelismos emocionales entre la vida de los actores y las experiencias de los personajes. Fue un desafío, pero al final logramos reunir un elenco con una autenticidad que no podría haberse alcanzado de otra manera.
Hay una escena particularmente impactante en la que dos coches compiten tirando de una cadena, y uno termina en llamas. ¿Es algo basado en hechos reales o es completamente ficción?
Esa escena, que llamamos la candelita del macho, es completamente ficción. La película es una recopilación de vivencias propias, historias de familiares y amigos cercanos, pero también tiene elementos ficticios que reinterpretamos y ajustamos para integrarlos al contexto de la historia.
En la película también se aborda el robo de combustible, con un toque crítico hacia extranjeros involucrados. ¿Eso también es ficción o refleja algo de la realidad?
Es ficción, pero con un trasfondo crítico. Es una forma de hablar de situaciones reales que ocurren en muchos lugares de Colombia y Latinoamérica. En algunos casos, personas externas llegan a comunidades, toman decisiones y terminan afectando a quienes viven allí. Queríamos que nuestra película ofreciera distintas capas de interpretación y una de ellas es una crítica política y social. No se trata de señalar directamente, sino de invitar a la reflexión sobre quiénes controlan ciertos recursos y cómo eso impacta a las comunidades locales.
Es ficción, pero con un trasfondo crítico. Es una forma de hablar de situaciones reales que ocurren en muchos lugares de Colombia y Latinoamérica. En algunos casos, personas externas llegan a comunidades, toman decisiones y terminan afectando a quienes viven allí.
Hablando de lo local, ¿dónde estudiaste y cómo fue tu formación como cineasta?
Estudié en la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, pero mi formación más significativa fue filosófica más que técnica. Andrés Gómez, mi productor, y Giros Aulos, con quienes tengo una amistad de más de diez años, fueron clave. Empecé a explorar el cine desde una perspectiva más profunda gracias a un máster que hicieron en Bogotá a través de Solar Academy, que es una división de su productora Solar Cinema.
Ese máster cambió mi perspectiva completamente. Antes pensaba que hacer cine era simplemente crear una historia ficticia para entretener, pero con ellos descubrí que el cine puede y debe tener una mirada personal. Esa visión me llevó a realizar otros diplomados con directores como Amat Escalante, Carlos Reygadas y Lisandro Alonso, quienes son referentes del cine de autor. Estos cineastas me influenciaron profundamente, y creo que su enfoque irreverente me motivó a contar historias locales desde una perspectiva que busca generar preguntas y diálogos.
El cine colombiano ha ganado mucho reconocimiento recientemente. Películas como Los reyes del mundo y La jauría han dejado una huella. ¿Qué está ocurriendo con el cine colombiano en estos últimos años?
Yo creo que lo que está pasando es que hay una necesidad urgente de contar historias. En un lugar como Colombia, donde hacer cine es tan difícil por falta de financiamiento, quienes hacemos cine encontramos formas de sacar adelante nuestros proyectos, con o sin recursos. Es casi como escarbar el suelo para encontrar algo.
Las películas que mencionaste son ejemplos perfectos de historias que se tenían que contar. Fueron hechas con pasión, y ahora el mundo las está viendo. Eso es lo más importante: que nuestras historias lleguen a públicos de diferentes partes del mundo y muestren las realidades que vivimos en Colombia.
Tu película tiene elementos muy locales. ¿Crees que puede sorprender a los espectadores, no solo en el extranjero, sino también dentro de Colombia?
No diría que la intención es sorprender, sino generar conversación. Lo que buscamos con la película es abrir temas, plantear preguntas y mostrar realidades que muchas veces no se ven. Quiero que el espectador salga del cine con la necesidad de hablar, de discutir lo que vio. En ese sentido, creo que el cine tiene el poder de crear memoria colectiva y dar voz a historias que merecen ser escuchadas.
Cuando recibiste la noticia de que tu película fue aceptada en este festival de categoría A, ¿qué sentiste? ¿Conocías el festival?
Lo conocía de antes, sí, pero mi primer pensamiento fue: “Habrá más gente que la verá”. Para mí, eso es lo más importante. Que nuestra película esté aquí significa que habrá más ojos puestos en Colombia, más personas conectando con nuestras historias.
Ahora que estás aquí en el festival, ¿cómo ha sido la experiencia?
Ha sido muy interesante. Había escuchado que este público puede ser difícil, que es un público frío. Y sí, lo hay, pero también hay personas increíblemente cálidas que hacen preguntas profundas sobre la película, sobre las intenciones detrás de cada escena. Eso es lo más gratificante para un cineasta, que las ideas que estaban en el guion y en la cámara lleguen al espectador y provoquen reflexiones.
¿Tienes otros festivales planeados después de este?
Estamos esperando confirmación de varios festivales en Europa y en Latinoamérica. No puedo decir mucho todavía, pero es muy probable que sigamos mostrando la película en otros lugares.
Gracias por tu tiempo, Sebastián.
A ti, fue un placer hablar sobre la película. Espero que las historias sigan llegando a quienes más las necesitan.
FIN
21-11-2024
Tallin (Estonia)