Mario Mitrotti (Colón 1944 – Bogotá, 2024)

Publicista y cineasta asociado    

Mauricio Laurens

Director, libretista y productor. Sus aportes e incursiones en películas colombianas de los años setenta: un polémico y contundente documental del Sobreprecio –en llave con Ciro Durán–, exitosa incursión comercial en el género de la comedia política chistosa, coproducción venezolana del violento subgénero precursor de narcos y escandaloso episodio de la madurez en Las cuatro edades del amor.

Nacido y criado en Colón (Panamá), asistente de dirección de varios largos venezolanos antes de asociarse con el documentalista y publicista norsantandereano Ciro Durán (1937–2022). En 1968, Mitrotti contrae matrimonio con Bella Ventura y ambos se dedican a filmar cuñas comerciales para televisión; cofundador, en 1969, de Producciones UNO, junto a Durán y su esposa Joyce Ventura –hermana de Bella–.  Fundan dos años después la ACCO (Asociación Colombiana de Cinematografistas), al lado de Alberto Giraldo y el querido fotógrafo Hernando González.

Mario realiza algunos documentales históricos, fue gerente de producción y conductor de telenovelas, o series dramatizadas, entre ellas: Los Victorinos (2009). Incansable defensor de la Ley Pepe Sánchez, gestor de los derechos laborales de actores de cine y televisión. En sus últimos meses de vida, Mario promovió la creación de la Sociedad Colombiana de Gestión de Directores Audiovisuales (DASC), en defensa de los derechos comerciales de autor.

Corralejas de Sincelejo (Ciro Durán y Mario Mitrotti, 1974).  Primer premio del Festival Nacional de Cine Colcultura. Durán y Mitrotti no solo desmitificaron uno de los espectáculos populares y sangrientos más orgullosamente españoles en sus raíces, también desenmascararon la organización gamonal de ganaderos y padrinos en la cruel fiesta que culminaba en cornadas recibidas por humildes campesinos al pretender arrancar los billetes de pesos colombianos insertados en sus cachos.

La llamada en su rodaje ‘Ron y circo’, hacia 1973, enmarcaba la explotación del pueblo sucreño para desembocar en un espectáculo de borrachera y sangre. Dos brindis se vieron en la pantalla: el wiski fino de los hacendados y el ron barato de los peones. Un cortometraje reconocido por la crítica, exhibido como ‘sobreprecio’ y, cuatro años después, recompensado con estreno en salas del 25 de diciembre. (La República, 22–III/1977).

El candidato (Mario Mitrotti, Colombia, 1977), primer largometraje del anterior documentalista ‘made in Caracas’, con libreto original del humorista Humberto Martínez Salcedo. Al vivir en una democracia cada vez más familiarizada con la corrupción gubernamental, resultaron muy entendibles los ingredientes o elementos desentrañados por esta sátira socio–política: típico ejemplar bogotano de rancia estirpe, finos modales y bolsillos rotos, Clímaco Urrutia busca “corbata” diplomática o “serrucho” burocrático que le recupere su prestigio social. Repentinamente, resulta favorecido como candidato presidencial, una estrategia de “gente bien” para retomar el poder. Su designación implicó alianzas y padrinos a derecha e izquierda, patrocinio económico de una clase emergente (traficantes, contrabandistas, esmeralderos), respaldo de sectores lumpen (agitadores profesionales, extorsionistas y manos negras), además de asesoramiento entre gentes conocedoras del oficio electoral (demagogos de plaza pública y pantalleros, mercachifles y tamaleros).

Se vislumbraba en aquel entonces una tendencia facilista –y por qué no decirlo, mediocre– que arrastraría ‘contra viento y marea’ a nuestro incipiente medio masivo de entretenimiento popular. Tal tendencia no era otra que las improvisadas farsas costumbristas, o representaciones caricaturescas simplistas, trasplantadas de la televisión casera que utilizaban conocidos comediantes ante su afán de contar chistes, remedar personajes locales y ridiculizar situaciones del común.

Se añadieron varias fórmulas de moda para garantizar su éxito taquillero: promoción de farándula y consagración o lanzamientos de estrellas criollas, publicidad del seudo periodismo cómplice que hablaba de “maravillas artísticas”, exageradas y vulgares sobreactuaciones, más el trampolín intermedio del café–concierto o la explotación sensacionalista de la actualidad política electoral. En esas comedietas de la sinvergüencería nacional el ‘candidato’ competía con Préstame tu marido (Julio Luzardo, 1973), Mamagay (Jorge Gaitán, 1977) y Esposos en vacaciones (Gustavo Nieto Roa, 1978).

Se añadieron varias fórmulas de moda para garantizar su éxito taquillero: promoción de farándula y consagración o lanzamientos de estrellas criollas, publicidad del seudo periodismo cómplice que hablaba de “maravillas artísticas”, exageradas y vulgares sobreactuaciones…

Un excesivo localismo temático, casi restringido a la esfera cachaca bogotana y los resignados televidentes que pudieron soportar el ingenio de esos cuenta–chistes. Las referencias nacionales brillaron por su ausencia, excepto el tricolor utilizado como fondo para los créditos de presentación y los escenarios de la Plaza de Bolívar. Tanto esquematismo y despliegue de estereotipos (acentos, modismos, muecas, caracteres de vivarachos y retardados) no lograron adornar la trama y anulaban el ritmo ingenioso que caracteriza al género burlesco. Mientras la dirección de actores se escabullía bajo caprichos de luminarias que impusieron con anterioridad sus respectivas personificaciones, sobresalió el profesionalismo fotográfico del santandereano Herminio Barrera al combinar colores cálidos, luces adecuadas y aciertos en la perspectiva de interiores. Previsible chamboneo: Revista Guion, 20–II/1978.

Las cuatro edades del amor (1981). Producción de Copelco (Cooperativa de Películas Colombianas).  Cuatro circunstancias escandalosas sirvieron como pretexto para recrear otros tantos desajustes morales que, de una u otra manera, siguen afectando al país como entidad social. Con semejante título se expusieron vagamente los pecados reprimidos, la mojigatería provinciana, el machismo acentuado y la sordidez urbana. “Describimos personajes amarrados a una realidad nacional”, palabras de Ciro Durán, realizador de una de las ‘cuatro edades’ acompañado de Triana (Jorge Alí), Giraldo (Alberto) y Mitrotti (Mario).

Mujer de fuego (Mario Mitrotti, 1989). Coproducción colombo–venezolana que aborda el tema de la mafia criolla pero no hace más precisiones. El narcotráfico, que nos acosa todos los días, es un tema tabú… Dama de carácter férreo que proviene de un estrato humilde, no tolera las prácticas delictivas de su malcriado hijo; después de entregar la mercancía, contratado por narcos y enredado por un policía corrupto, el muchacho es asesinado y posteriormente la madre se infiltra en el cartel con los únicos objetivos de ejecutar venganza y desenmascarar la siniestra organización. Turbulencia para exportar: El Tiempo, 5–III/1989.

A continuación, transcribo mis textos originales en El Tiempo (20/III/1981) sin quitarles una sola coma o cambiar de adjetivos. La madurez (Tribulaciones de un taxista), según Mitrotti. “Compendio de vulgaridades, posiciones grotescas y lugares comunes. Se abre con un montaje rápido e intermitente de muslos, pechos y caderas, siguiendo modalidades caleñas bastante trilladas. Un chofer público utiliza el timón para lanzar piropos subidos de tono y se encuentra con pasajeros que hacen desesperadamente el amor frente a sus narices –¡no sea inoportuno y siga manejando!, mientras le pasan un billete de $500–; otro lo secuestra para rastrear el paradero de la esposa que ingresa a un establecimiento diurno de placer; allí, ellos descubrirán las aficiones secretas de sus respectivos cónyuges”. Sobran los comentarios.

Sí destaqué positivamente aquel episodio de Durán, el cuarto y último titulado Tú reinarás en torno a la vejez. Por su ironía política y factura regional, por el adecuado sentido de la puesta en escena y por una convincente dirección de actores al superar las fragilidades que pudieron haber cometido las tres edades anteriores. Una procesión con voladores y banda municipal abría la escena, el portaestandarte érase el alcalde quien coronaba a la reina local. ¡Viva la belleza colombiana! y… el cura le replicaba “la única reina de Colombia es María Santísima”. Otros dos episodios: La pubertad o No te dejarás tentar por el demonio, según Jorge Alí, y La adolescencia o Alas de ángel, por Alberto Giraldo.

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