Daniel Tamayo Uribe
Fue en una acogedora sala con tan solo unas cuantas sillas y una pequeña pantalla de tela. Hacia las 4 p.m. del viernes se exhibieron tres cortometrajes de un tal Arturo Jaramillo, los cuales estaban (y están) en formato analógico de 16mm. A través de un proyector correspondiente se plasmaron. Era oscuro y silencioso, prácticamente solo sonaba el mecanismo de proyección funcionando exitosamente. La tercera de las películas se titulaba Gabo premio Nobel (1983), según nos contaron a los allí presentes que decía en la caja donde se ha conservado el rollo más de cuarenta años. La tercera obra de cine mudo muestra el café en Bogotá, que frecuentaban Gabo y otros intelectuales de la época, el día que el Nobel literario iba a recibir el premio.
El señor que identificó a León de Greiff entre los del lugar preguntó ¿y cómo sabemos cómo se llama la película? Yo todavía no sabía lo de la caja, pero sí me había fijado en uno de los periódicos. El poeta y lo demás intelectuales ignoraron la pregunta, puesto que era una obviedad lo que allí los convocaba, además de la costumbre. En uno de los titulares de prensa en el lugar decía algo así como: “Este es un gran día para Colombia”, en letras grandes. El hombre que preguntó quizás también podría creer en la obviedad del asunto, pero eso no le evitó elevar su voz y llamar la atención.
En el café algunos conversaban con expectativa. “Gabito es un berraco”, “por fin la calidad literaria de García Márquez recibe su justo reconocimiento”, “obtener el galardón puede ser un acto estético y político en sí mismo, más aún porque se trata de una obra del realismo mágico”. Los clientes iban de a un lado al otro en el establecimiento, se estaban un rato sentados en las mesas o parados entre las puertas de entrada. Unos miraban al exterior del lugar y otros a algún punto adentro. Bebían café, el tradicional tinto colombiano para despertar el cuerpo o corresponder a la costumbre, o quizás la bebida estaba envenenada con un licor de antaño. “¿Y sumercé, qué va a hacer mañana?”.
Echo una ojeada rápida por Google y el nombre Arturo Jaramillo, junto a alguno de sus filmes, aparece en las páginas de Proimágenes, Mubi y a propósito de la presente edición del FICCI. Nada más. Pedro Adrián agradeció en redes al festival por el descubrimiento de Jaramillo, obras y personaje, y un amigo cercano me comentó del director/artista con algo de entusiasmo a propósito de su Plano fijo sobre Bogotá (1971), cuyo nombre lo dice todo. Este es el título de una de las muchas más, aparte de las tres que yo vi en esa oscura y silenciosa sala de la Casa Gabo, que se proyectaron en 16mm.
No solo el nombre de Arturo y la presencia del fílmico se vuelven novedad en un festival lleno de grandes nombres y de obras en digital, todavía más ha ocupado mi cabeza y manos el título del periódico en Gabo premio Nobel: “Este es un gran día para Colombia”. En un país en que abundan los fantasmas que deambulan a propósito de la dicha y la desdicha, no es una obviedad preguntar por qué celebramos, incluso si se trata de Gabo y del FICCI. Lo cierto es que las películas de Jaramillo, como esta de Gabo, nos sientan en la mesa con los fantasmas y eso está bien.