Bajo el cielo antioqueño, de Arturo Acevedo (1925)

El espejo de una sociedad

Íñigo Montoya

La cultura paisa siempre se ha sentido orgullosa de sí, de sus virtudes y posesiones. Su primera película, Bajo el cielo antioqueño (Arturo Acevedo Vallarino), se inspira en este espíritu y lo hace parte de su contenido, porque no solo fue concebida como una película, sino también como una pieza de propaganda sobre su progreso, su fortuna de “nuevo rico” y esa sociedad que la ostentaba.

 

Así que revisitar esta película en su centenario no solo es entender cómo fue el nacimiento del cine nacional, sino también apreciar una radiografía de lo que entonces era la sociedad antioqueña, con todos sus valores, pretensiones y relaciones de poder. Porque si el filme trasparenta cómo era la estética y narrativa de las películas de entonces, las circunstancias de su producción, en cambio, fueron muy distintas a las demás, pues la idea de realizarla fue impulsada, no por un hombre del oficio del cine o de las artes, sino por el arquetipo del paisa negociante, entusiasta de las nuevas empresas y orgulloso de su “raza” y de su tierra: Gonzalo Mejía.

 

El primer paso era contratar a un director que hiciera la película. La decisión obvia era acudir a Arturo Acevedo, quien fue un pionero de la cinematografía nacional, aunque más sabía de teatro que de cine, pero al menos ya había realizado el año anterior en Bogotá La tragedia del silencio, además de tener los equipos técnicos. Incluso, a falta de poder contratar a un camarógrafo extranjero con experiencia, propuso para tal cargo a su hijo, Gonzalo Acevedo.

 

El propio Arturo Acevedo, con las indicaciones de Gonzalo Mejía, elaboró un argumento en el que una joven, Lina, luego de terminar sus estudios con monjas, empieza su vida social, donde,de entre todos sus pretendientes, elige al menos indicado, un joven de buena familia, pero despilfarrador. Ante la negativa del padre (interpretado por el mismo Gonzalo Mejía y Lina por su esposa), la pareja decide fugarse, pero en el camino encuentran a una mendiga maltratada por su pareja y esto hace que Lina se arrepienta y hasta le regala sus joyas. Pero la mujer es asesinada para robárselas y el joven pretendiente es acusado del crimen. En el juicio, Lina logra demostrar su inocencia, luego él encuentra oro y con ello logra casarse con su amada. En medio de esta historia el relato se desvía varias veces para mostrar las fincas cafeteras y ganaderas, la navegación por el río magdalena y la visita a una fábrica de cigarrillos. Porque la idea es que la película también fuera una forma de propaganda de las riquezas y logros de esa sociedad que se mostraba y se auto celebraba por medio del cine.

 

De estas intenciones y circunstancias de producción se pueden hacer dos lecturas, principalmente, una cinematográfica y la otra del contexto social y cultural. En lo que respecta al cine, son claras las limitaciones narrativas y estéticas que se hacen mucho más evidentes si se tiene como referencia, no el cine nacional, claro, sino el internacional, tanto el de Hollywood como el francés e italiano, que eran los que poblaban las carteleras del país para entonces.

Porque la idea es que la película también fuera una forma de propaganda de las riquezas y logros de esa sociedad que se mostraba y se auto celebraba por medio del cine.

Una película como Bajo el cielo antioqueño, en cambio, fue realizada con las dinámicas de la puesta en escena y las narrativas propias del teatro, para luego ser filmadas y organizadas también con esa sintaxis. Esto se traduce en unos decorados recargados y con el artificio afín a un escenario, no a una locación; la mirada de la cámara casi siempre es frontal, sin juegos de angulaciones, profundidad ni perspectivas, así como los encuadres con un limitado sentido de la composición, por no decir muchas veces descuidados, y los pocos movimientos que tiene,son faltos de fluidez; igualmente, la presencia, salida y entrada de los actores en el encuadre suele resultar incómoda y sin armonía con respecto a la posición de la cámara y de los demás actores; y el orden del relato, por lo general, tiene la simpleza de la sucesión lineal de las escenas, sin apelar mucho a los ricos recursos del montaje.

 

Por otro lado, este filme se produce en un periodo de bienestar y crecimiento económico, especialmente en Antioquia, no obstante, frente a estas nuevas dinámicas económicas y de inversión en cultura y entretenimiento, todo ello asociado a las ideas de progreso y modernidad, convivía una arraigada filiación a la tradición y el conservadurismo, representados en los puritanos valores religiosos, el patriarcado imperante, el delimitado papel de la mujer y las marcadas diferencias sociales.

 

Es decir, la presencia de las jerarquías sociales, la autoridad y el llamado al orden están presentes en casi cada secuencia de esta película. El relato mismo empieza con la educación religiosa que le daban a Lina y continúa con la imposición del padre ante un inconveniente romance, porque aplica aquella máxima de la moral católica y paisaque dice que hay que ganarse el pan con el sudor de la frente: “La mano de mi hija la daré solo a un hombre que sepa vivir del trabajo”, dictamina el padre al pretendiente en la película. Así mismo, cuando Lina se arrepiente de fugarse, sus deseos y pasiones están cediendo ante la obediencia al padre y ante el temor del oprobio social regido por la moral católica.

 

De otro lado, la sociedad que muestra la película es la de las mansiones, haciendas, lujosos carros, suntuosos bailes de disfraces, una sociedad que va al club, juega tenis y golf. Pero siempre definiendo las diferencias sociales.Así, al “negrito” atropellado, el pretendiente lo toma a su servicio sin siquiera preguntarle; la mendiga produce conmiseración en Lina y, como un gesto de caridad cristiana,esta le da sus joyas;o los campesinos que se casan son mirados desde el balcón por padre e hija, mientras reciben venias de todos los comensales en alpargatas. De manera que las líneas entre clases están claramente marcadasen esta película, tanto argumental como visualmente, y el contacto que tienen está definido por una mirada jerárquica.

 

Un siglo después, Bajo el cielo antioqueño ya no solo es la primera película de la región, sino un documento y testimonio de las dinámicas sociales, económicas y culturales de la época, pero centrado solo en un sector social, la burguesía emergente, que retrató con altivez su ser y pretensiones, dejando traslucir esa contradicción, entre la tradición y la modernidad, que también la definía.