Juan Sebastián Muñoz
El cine colombiano no se ha caracterizado especialmente por la realización de películas biográficas, y mucho menos si se trata de la vida de las mujeres. Un caso emblemático, no solamente en el contexto de lo biográfico en el cine colombiano, sino en el relato de la incidencia misma de las mujeres en la historia del cine, de las mujeres cineastas y de las mujeres encarnando muy protagónicamente a esas mujeres, es María Cano, de Camila Loboguerrero, protagonizada por María Eugenia Dávila. La confluencia de María Cano, Camila Loboguerrero y María Eugenia Dávila en esa obra cinematográfica representa una manifestación esencial en cuanto a la presencia misma del feminismo en el arte colombiano. Pero no se da solamente por el encuentro de tres mujeres en una película, sino por la reivindicación de la inmensa incidencia de María Cano en la historia de los derechos laborales en Colombia, por el tratamiento profundamente feminista que Camila Loboguerrero le dio a su película, y por la interpretación especialmente sensible y llena de matices de María Eugenia Dávila.
Camila Loboguerrero (en guion coescrito con Felipe Aljure) dibuja el mapa del activismo por los derechos laborales, encabezados conscientemente por María Cano como lideresa social natural en aquellos años veinte colombianos, quien se conectó profundamente con una comunidad extensa y vinculada estrechamente con la génesis del socialismo en Colombia. Desde ese planteamiento conceptual, también se elabora toda una reminiscencia sobre la sociedad obrera colombianaen los años veinte. Con base en una organización que contextualmente se gestaba en un país gobernado por los conservadores y ya instalado en el bipartidismo, se percibe una esencia cooperativa de trabajadores que gradualmente se despiertan en la conciencia de clases y encuentran en una mujer a la guía para la conquista de unos derechos que pronto empiezan a comprender. En ese punto, la actuación de María Eugenia Dávila cobra una relevancia extraordinaria, pues encarna a una María Cano plenamente consciente del crecimiento de su influencia social y política; de su ascendencia sobre la comunidad de trabajadores organizados, y al mismo tiempo con un espíritu específicamente feminista, no solo con respecto a lo colectivo y lo público, sino también a su propia intimidad.
De la misma forma, desde la otra orilla, en la construcción de una relación que nos pone de manifiesto la personalidad profunda de María Cano, es preponderante la presencia de Frank Ramírez en el papel de Ignacio Torres Giraldo, otro de los líderes del movimiento de reivindicación laboral, quien no solo allana devotamente el camino de María Cano en el movimiento social, sino que además se convierte en su amante, y ella, en una época profundamente conservadora, lo consiente y además lo procura, incluso a sabiendas de que Torres está casado y es padre de dos hijos. En medio de ese tejido específico de la trama, se expresa hermosamente la sensibilidad profunda de María, incluso en su deseo sexual, en un enamoramiento conectado integralmente con su espíritu rebelde, con una pasión diversa que no está desprovista de la ternura. Loboguerrero borda con Dávila un personaje que está a la altura de lo que la histórica Margarethe von Trotta construyó con BarbaraSukowa en el retrato de otras mujeres revolucionarias en la historia de Alemania, como Rosa Luxemburgo y Hannah Arendt, pero con el aroma permanente de aquella Colombia atravesada por el Río Magdalena sobre la cual tantas veces escribió García Márquez.
En medio de ese tejido específico de la trama, se expresa hermosamente la sensibilidad profunda de María, incluso en su deseo sexual, en un enamoramiento conectado integralmente con su espíritu rebelde, con una pasión diversa que no está desprovista de la ternura.
Más de tres décadas después de su estreno, María Canose ajusta a una mirada de profunda reivindicación sobre la participación de las mujeres en la construcción humana de la sociedad. Con una aguda perspectiva, la directora bogotana construye un relato histórico con perspectiva feminista; desde la posición de una mujer que como María Cano no solo observa sino que vive su propio tiempo, en las especificidades de su comunidad, de los obreros colombianos, lo cual la conecta con la dinámica política e histórica del país ycon las convulsiones mismas de Latinoamérica en un siglo XX todavía joven entonces.
En lo que se refiere a esa mirada trasladada a lo cinematográfico, Loboguerrero en María Cano recuerda por momentos el realismo poético francés y en otros casos se perciben paralelismos estilísticos con el cine taiwanés. Frecuentemente habita los espacios con una cámara fluida que sigue a los personajes y los une profundamente con aquellos entornos de una Colombia ya casi perdida, específicamente al inicio y el cierre de la película en la casa familiar de María Cano, en donde naturalmente habitan las palomas, y pareciera que la muerte respirara como un ente endémico. Un tratamiento cinematográfico muy similar a lo que Jean Renoir solía hacer en grandes obras como La regla del juego (1939), casi toda en una inmensa casona aristócrata, y aún más fielmente en Toni (1935), en plena ruralidad francesa y en pleno romance, similar al de María e Ignacio en María Cano. Pero por momentos, la mirada de Camila Loboguerrero, con la fotografía del histórico Carlos Sánchez,detiene esa inmersión y con cierta distancia contempla los acontecimientos históricos, especialmente aquellos relacionados con los avatares del activismo político, como también entre los años ochenta y noventa lo hacía notablemente el taiwanés HouHsiao-hsien, de tal forma que se consigue transmitirle al espectador una sensación frecuente de presencia física en ese tiempo y espacio que cambia la historia misma, como un observador que viaja en el tiempo y puede instalarse en aquellas habitaciones para presenciar la historia que se define en la planeación y en la toma de decisiones; en las reuniones de los líderes del movimiento obrero y en aquellos acontecimientos que revelan abiertamente la personalidad de quienes son protagonistas de ese devenir histórico.
María Cano se mantiene vigente por su inmenso aporte en la construcción de un relato diverso sobre la historia de Colombia y de Latinoamérica, aquella que se teje desde la sensibilidad de las mujeres, desde sus circunstancias, desde su influencia definitiva en los acontecimientos específicos que se dieron en la cotidianidadde los grandes movimientos históricos que han conquistado los derechos y las libertades que hoy se disfrutan y que siempre ha sido necesario defender.