Un poeta, de Simón Mesa Soto

El cielo sin promesas

Martha Ligia Parra

En Instagram @mliparra

-Óscar: Soy un poeta
-Hermana: Usted es un desempleado

“Pero lo que permanece
lo fundan los poetas
(verso final poema Hölderlin)

 

 

Yo quería volver a algo más puro: una forma de arte cruda, visceral, menos mecánica”. Afirma Simón Mesa a propósito de Un poeta. Sin duda su película más personal, sincera y libre. Una declaración de principios, una reconexión con lo que realmente importa en el trabajo artístico y en la vida. Y lo que es probablemente más difícil: ser auténtico consigo mismo. Para ello, en franca rebeldía y madurez se atreve a sacudirse de moldes, etiquetas o caminos trazados. Y hace una película como si empezara de nuevo, con el ímpetu y la fuerza de alguien apasionado por su oficio.

 

Esta elección recuerda a Truffaut cuando decía que es mucho más importante la inspiración, las ganas de decir algo, de hacer algo. No hay reglas en el cine, solo seguir tu instinto. Y se complementa con la afirmación de Carrière: “El cine es una experiencia abierta, siempre redescubriéndose a sí misma, huyendo permanentemente de las reglas que tratan de aprisionarla en algún código bien establecido”.

 

Un poeta es un parteaguas en la obra del director al recoger los temores yfrustraciones y darles una forma creativa; acorde con la propia intuición. Este filme nace del miedo a quedarse estancado, a vivir de glorias pasadas. Recobra así la fuerza para ir a contracorriente y optar por los desusos, por lo que no está de moda. E, igualmente, persistir en la defensa dulce amarga de la creación independiente. En últimas, del sentido que debe tener el arte.

 

Óscar Restrepo (Ubeimar Ríos), el protagonista, es un poeta fracasado y borracho, de aspecto feo y desaliñado. Ni él ni su interés, responden a la utilidad que exige la sociedad. “Soy un poeta” le dice a su hermana. Y ella le responde: “Usted es un desempleado”. Óscar es la nota disonante, la pieza que no encaja. Un hombre anticuado como su oficio. Un bueno para nada según las reglas que le rodean.Él (ganador de un premio nacional de poesía en su juventud) se define como “un sempiterno, un perpetuo soñador buscador de quimeras a través de la palabra”.

Óscar es la nota disonante, la pieza que no encaja. Un hombre anticuado como su oficio. Un bueno para nada según las reglas que le rodean.

Ubeimar Ríos, quien encarna a Óscar, es un actor natural que logra un personaje entrañable. Y comunica con acierto desde la más profunda tristeza a la alegría más contagiosa. Todo el tiempo vemos los contrastes de su figura y expresión frente a cada situación, en medio de la vida que pasa: impasible, borracho, ido, distante, desconectado de todo.Como si fuera un extraño en el mundo, un extraterrestre.A veces es filósofo, loco, desadaptado, un vago, un alma en pena o todas las anteriores.Y en otros momentos, es todo lo contrario, lleno de vida y alegría.

 

Como profesor a regañadientes en un colegio, descubre a Yurlady (Rebeca Andrade), una alumna de un barrio humilde de Medellín, con talento y gusto por la escritura. Ella es la única de su grupo que escribe. Este descubrimiento renueva su fe y le da ánimo para tomar un nuevo aire. Pero ella es simplemente una joven que escribe por gusto y sin ningún afán utilitario.

 

Un poeta atrapa al espectador desde el comienzo. Gracias a una narrativa contundente y a la combinación de humor y patetismo. Esta comedia negra está cargada de crítica, pero también de compasión por sus personajes. Es una pieza que tampoco teme parodiarse a sí misma y que se desarrolla en cuatro capítulos o movimientos: El fracaso, Magnum Opus, El arte nos salvará y Un poema feliz.

 

La película asume todos los riesgos. Rodada en un tiempo récord de treinta días, para un guion con muchas escenas. Y en súper 16 mm, con limitado material cinematográfico y poco margen de maniobra.Una labor eficiente que obligó a concentrarse en lo más importante. Y, además, logró entrar a Cannes con el primer corte. Para Mesa esa cualidad de “inacabada” de la película encaja con la propia estética. Un poeta se nutre del realismo sucio en lo visual y narrativo. Los referentes en la poesía son José Asunción Silva, cuya defensa apasionada e imagen son constantes a través del relato, Bukowski, León de Greiff, Jorge Padrón, Alejandra Pizarnik, Beatriz Vanegas.

 

Pese al creciente número de estrenos del cine colombiano, Mesa se atreve a decir lo que muchos realizadores viven, pero no lo expresan ni directa ni públicamente: “Hacer cine en Colombia es increíblemente difícil y después de mi primer largometraje, realmente pensé en rendirme. En la mayoría de casos, solo puedes hacer una película cada tres o cuatro años”.Considera que cualquier película que se ha hecho en Colombia es un acto de fe, de terquedad.En todo caso, su más reciente obra hace las preguntas incómodas: qué es el arte y para qué sirve y qué pasa si se fracasa en el intento.

 

Este segundo largo del realizador refleja precisamente esas reflexiones sobre el arte “desde adentro: lo que significa crear, las limitaciones que impone, las renuncias que exige. La película nació de una especie de cansancio con la maquinaria del arte y de un deseo de hacer algo libre, sin molde, con un espíritu que se sintiera casi punk”. Y así se percibe, con una apuesta estética y narrativa libre, con capacidad de crítica y de humor, con unos personajes creíbles y cercanos.Producto de la sensible observación de nuestra forma de ser. Y de habitar una ciudad como Medellín, de grandes contrastes.

 

La cinta habla de relaciones fallidas, de intentos, sueños y caminos frustrados.De los varios propósitos por mejorar, de las cosas que solo a veces salen bien. Y de la felicidad momentánea que se tiñe de fracaso y escala en tragedia. Muestra la esperanza y la felicidad cortadas de tajo. Y cómo la realidad cruda y sin maquillaje, nos recuerda nuestra pequeñez y vulnerabilidad.

La cinta habla de relaciones fallidas, de intentos, sueños y caminos frustrados.De los varios propósitos por mejorar, de las cosas que solo a veces salen bien.

Un poeta acierta al des-idealizar el trabajo creativo, al mostrar sin adornos, sus costuras y paradojas. Des-romantiza la poesía, las buenas intenciones, la amistad, la relación profesor -alumno y las dinámicas de la cultura y el arte. También encara la relación madre-hijo, la paternidad, la pobreza y la falta de oportunidades. Ofrece así la polifonía de un universo cercano. Y si bien parece una ópera prima al querer poner muchas cosas en ella, es también una obra de madurez.

 

Tres ideas claves resumen esta realización: Libertad, sinceridad y desencanto. El deseo, tantas veces puesto a prueba, de querer vivir del arte. Y el choque continuo con la realidad: los gustos, el mercado, la dificultad para llevar a término un proyecto. Son muchos los que se rinden a medio camino o incluso antes. El protagonista de Un poeta es uno de ellos; alguien con un reconocimiento inicial que se apagó.

 

Un poeta llama la atención por su desparpajo y espontaneidad, pero también por el cambio de tono en la obra del director paisa. Por querer acortar, genuinamente, la distancia con el público. A la mirada sensible y cuidadosa de los cortos y el primer largo (Amparo, 2021) con sus protagonistas femeninas, le suma aquí el componente de comedia. El cual revitaliza, acerca y aliviana los temas que le interesan. Mesa retoma la creación con urgencia y vigor existencial recargado.

 

La película es arriesgada, sincera, ruidosa y calmada, fea y hermosa.

Una obra intencionalmente imperfecta, exaltada, que trata con la locura y el abismo. Pero también con la poesía, la conexión, la familia, la solidaridad.

Mesa hace una radiografía de su propio lugar en el cine, de lado b del arte. Y superpone el mal gusto y lo refinado, el cielo y la agonía. En un momento Óscar afirma: “Se necesita sensibilidad para descubrir la poesía en los lugares más inesperados, debajo de las piedras, en una calle, en el día a día, es más difícil que escribirla”. Y agrega: “No todo el mundo lo ve, hay que saber verla para no dejarla escapar. Y no me refiero a un bello atardecer o un arcoíris”.

 

La película es una oda a la imperfección, abierta a la emoción pura, al proceso. Y por, sobre todo, celebra la alegría de hacer cine; siguiendo a Truffaut.Como lo expresa Mesa a través de Yurlady: “Sin miedo en el alma, sin preguntas que arden. Cada lucha, sueño, cada sombra que persigo en este cielo sin promesas”.

 

En su corta pero potente obra, queda evidenciado el talento de Mesa y el lugar destacado que ocupa en el cine nacional. Quisiera cerrar con el espíritu que guía a Un poeta, a la creación y a la utopía que la sostiene:

Quizás digan que soy un soñador
Pero no soy el único
Espero que algún día
te unas a nosotros

Imagine, John Lennon–