Carlos Mayolo y Marta Rodríguez
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Durante los meses de septiembre y octubre de 1974, la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y concretamente la Facultad de Ciencias de la Comunicación, organizó una muestra crítica de los films colombianos llamados “de sobreprecio”, es decir, films en 35 mm., con preferencia color, que, amparados por un decreto gubernamental, se exhiben como “cortos” antes de los programas comerciales normales, pudiendo, entonces, llegar a un público masivo. La Superintendencia Nacional de Producción y Precios acordó recientemente un aumento en la tarifa del sobreprecio, así: $2 pesos con 70 centavos para largometraje nacional, y $2 pesos para cortometraje (si es en color) y $1 peso con 31 centavos si es en blanco y negro. Se podría deducir que es un tipo de cine “amparado por la ley”; de allí, entonces, que tiene que pasar por una junta de censura, que juega la posibilidad de ser patrocinado por cualquier empresa, plegándose a sus intenciones, a las necesidades de propaganda de instituciones oficiales. Siendo así las cosas es apenas lógico que comerciantes y pseudoartistas puedan realizar su “opera prima”.
A la muestra asistieron varios de los realizadores. Ya que la invitación de los estudiantes estaba planteada de antemano como “crítica”, se analizaron los films sin enmarcarlos en sus condiciones específicas, y el punto de partida para el análisis era de mucho más altura que los films en sí.
Así, a la pregunta de:
¿Por qué hicieron sus películas?
Se respondió:
1) Por mostrar algo
2) Por jugar
3) Hice el guion en 10 minutos
4) No quise decir nada
5) Utilicé un lenguaje grosero dirigido a un público popular
6) Para mostrar la mediocridad de la clase media
Ante semejantes respuestas, el público asistente enjuicia:
1) Es un cine ambiguo
2) Es un cine de pseudo-denuncia
3) Es un cine castrado desde que el realizador hace concesiones a la censura
4) Es un cine a-científico
5) Es un cine que usa un lenguaje pseudos-izquierdizante, siendo la cámara cómplice de una realidad que no cuestiona
6) Es un cine que, al asumir la censura, construye una crítica que se basa en el nacionalismo
7) De este nacionalismo resultan películas financiadas por institutos oficiales y hasta por la Policía Nacional.
8) Es un cine que aborda temas polémicos sin insertarlos dentro de la realidad (No habla el pueblo: es un “narrador” el que se encarga de contar sus cuitas).
Básicamente, estos fueron los términos en que se movió el debate, que llegó a convertirse en no pocas ocasiones en una especie de asamblea estudiantil, con las pugnas entre diferentes líneas, etc. Pero la pobreza del material exhibido fue corriendo la muestra hacia otra, mucho más interesante, de cine marginal en 16 mm. El debate dejó, de todos modos, una clasificación para los films de sobreprecio.
- a) Pseudo-denuncia
Gamín, de Sergio Trujillo
2-8, de Diego León Giraldo
Padre, ¿dónde está Dios?, de Crítica 33
Carta ajena, de Diego León Giraldo
Yo pedaleo tu pedaleas, de Alberto Giraldo
El oro es triste, de Luis Alfredo Sánchez
La patria boba, de Luis Alfredo Sánchez.
Todas estas películas obedecen a una misma estructura, parecen elaboradas por una computadora, casi todas recogen materiales ya filmados, y luego la imposición de un texto, que viene a ser, en últimas, la justificación del film. Pero no hay penetración en la realidad, la cámara no está con la clase obrera, a pesar de que se quiere estar con ella mientras se redacta el texto, que, en definitiva, no va dirigido al pueblo sino a la junta de censura. Son la pequeña degeneración de un género supuestamente político.
Todas estas películas obedecen a una misma estructura, parecen elaboradas por una computadora, casi todas recogen materiales ya filmados, y luego la imposición de un texto, que viene a ser, en últimas, la justificación del film.
- b) Cine de propaganda
Los defensores del orden, del Mayor Jesús Mesa García
Nuhxca, de Manuel Franco
Juegos nacionales, de Lizardo Díaz (El “Felipe” del dueto bufo “Los Tolimenses”)
Ayacucho, de Francisco Norden.
Como la ley da para todo, sumemos: propaganda a la policía + propaganda a un instituto de dudosa financiación para integración indígena + historia tergiversada = Dominación cultural. Así, el señor Ferdé Grofé ofrece a empresas norteamericanas costos más bajos en los documentales, pues son revelados a través de la Embajada Norteamericana. Las empresas se reservan el derecho de escoger los temas que mejor sirvan para deformar los valores culturales de nuestro pueblo.
- c) La indigestión
Domingo con Charles Bronson, de Gustavo Nieto Roa
Made in Colombia, de Manuel Busquets.
Dentro del problema que supone hacer un cine de ficción de 10 minutos, estas películas no logran dar con un tiempo fílmico apropiado, al mismo tiempo que intentan, por todos los medios, pretender que están bien hechas. Son las películas más alienadas, con temas absolutamente distantes de nuestra realidad inmediata. Apropiadas para universitarios ricos en Europa: marihuana, parodia de géneros, “collages”. Ridícula pretensión de enfermiza peligrosidad.
- d) Buen nivel estético
La molienda, de Herminio Barrera
Monserrate, de Carlos Mayolo y Jorge Silva
El camera, de Herminio Barrera
Cali de película, de Luis Ospina y Carlos Mayolo
La maquinita, de Fernando Laverde.
Los autores de estos cortos son conscientes de las limitaciones del sobreprecio, pero tratan sin texto, sin artificios y con dignidad, asuntos de interés real.
Entonces:
Siendo el del “sobreprecio” un cine que tiene todas las posibilidades de llegar a un público masivo, su función es la de llevar a las masas la ideología dominante. Esta legislación del sobreprecio no ha ayudado mayor cosa al impulso del cine en Colombia. Veamos, por ejemplo, el cable de apoyo del presidente Alfonso López Michelsen, a la Asociación de Cinematografistas Colombianos (1): “Resonante victoria obtenida en las urnas compromete todos mis esfuerzos y energías en la tarea de responder eficazmente a la esperanza que el país ha depositado en las ideas liberales. Para esta formidable empresa de renovación nacional espero contar con su valiosa colaboración y apoyo punto”.
Esto viene a probar de nuevo que un cine militante realizado con el mismo pueblo y distribuido según organizaciones populares, es el único que puede hacer una búsqueda cultural real y que siempre podrá ser honesto artística y políticamente, inscribiéndose en las luchas del pueblo colombiano.
Ojo al cine No 2. 1975
