Daniel Tamayo Uribe
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Hace poco escribí un texto acerca de Estancia (2024)[1]. En él me refiero a la vejez y la frágil fuerza que emanan unos viejos hombres confinados en un hogar marginado del reino de Dios. La película de Medellín me recordó la obra de Víctor Gaviria, particularmente “la vitalidad entrañable de los protagonistas ante lo trágico [que] trasciende lo heroico y lo meramente admirable o celebratorio”–en mis palabras–. En las bellas y brutales películas de Gaviria los personajes, sobre todo los protagónicos, son jóvenes o juveniles con una vitalidad inestable antes que frágil, a diferencia de los viejos del documental de los hermanos Carmona Rivera. En Tres lunas nuevas (2025), la ópera prima de Rodrigo Dimaté, son unos pelaos en escenarios precarios y violentos, principalmente en Bogotá, los que protagonizan los tres relatos de la película. Ahí hay un tercer carácter.
Este espíritu cobra vida en marcos semejantes: jóvenes en la pobreza, rodeados de violencia, tentados por el crimen y las drogas, destinados a la tragedia. Sujetos y situaciones recurrentes en ese como subgénero, lugar frecuentado, estereotipo del cine colombiano que se debate entre la pornomiseria denunciada en la agudamente revoltosaAgarrando pueblo (1977) y la poesía realista de la entrañableLa vendedora de rosas (1998). Una de las protagonistas deesta última actúa ya adulta en Tres lunas nuevas. Consciente o no, es un guiño que acentúa la inevitable referencia. Marta Correa, la actriz, hace de madre de una de las lunas, uno de los pelaos víctima de su condición social. Aquí ella no dice “gonorrea”, sino que mira con triste compasión y abraza a los fantasmas que encarna su hijo muerto al final de su historia.
Uno, dos y tres historias en que Alex, Steven y Kevin ven una fisura por donde entra la luz de una posible fuga siempre improbable, siempre arriesgada. La afrenta rebelde a su propia suerte parece condenada al fracaso como la tragedia de Edipo, donde cada acción inexorablemente lleva al mismo destino, además traicionando sus propios valores, en los que quizás alguna vez creyeron los jóvenes protagonistas: amistad, amor, familia. LasTres lunas nuevas no caen en el extractivismo denunciado por Mayolo y Ospina y tampoco aspiran a un vitalismo como el de las obras de Gaviria. En la película de Dimaté cada relato, el siguiente más que el anterior, parece un pronunciado descenso a los infiernos cuyo movimiento se envuelve de melancolía y una tímida contemplación. Queda una simple mirada al horizonte y un pálido abrazo. Ese es su espíritu.
En la película de Dimaté cada relato, el siguiente más que el anterior, parece un pronunciado descenso a los infiernos cuyo movimiento se envuelve de melancolía y una tímida contemplación.
El inicio de la sinopsis que encontré de la película dice: “Alex (16) no va al colegio y pasa su día por ahí, en aparente libertad, haciendo lo que le dijeron que no hiciera; Steven (20) intenta mantener un trabajo, pero siempre hay un amigo, una fiesta, un problema; Kevin (23) quiere huir de la droga y la violencia, esperando, en medio de continuos fracasos, un milagro…”[2]. Al final ellos como protagonistas y nosotros como espectadores hacemos lo que esperan que hagamos aunque no nos lo digan. Permanecemos en aparente libertad y a la espera de un milagro. No es carencia de final feliz, ni del descubrimiento del hueco en el sistema, tampoco de la revolución plasmada en la ficción. Lo que logra sacudir es más insospechado y misterioso. A lo mejor es un arrebato en la trama, en la actuación o en la imagen que nos toma por sorpresa. Podría ser sutil o espectacular. No hay fórmulas o no son tan fáciles de conseguir.
La primera luna de Tres lunas nuevas es cuya luz más fuerte brilla. Esto sucede cuando Alex y los otros dos chicos se escabullen al conjunto de casas gomelo y logran entrar a una. Ese escenario improbable rápidamente se pierde y su luz es apagada con abandono y traición sin más. Hasta ahí la historia y a Alex ni el vistazo al horizonte ni el gris abrazo lo tocan. Sin embargo, y con algo de fortuna (siempre necesaria), una sutil ternura en los tres protagonistas nos hace pensar que es posible el fulgor de una próxima película.
[1]https://canaguaro.cinefagos.net/n15/estancia-de-andres-carmona-rivera/
[2]Las cursivas son mías.
