Manos que hablan, de Camilo Gómez

El viejo oro y la nueva esclavitud 

Martha Ligia Parra

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Instagram: mliparra

 

“La codicia es el peor defecto humano”.

–Aki Kaurismäki–

 

“Nuestra minería artesanal siempre ha sido organizada, 

respetuosa de la naturaleza. Y nosotros desde siempre, 

 desde que llegaron los ancestros, hemos pertenecido 

a la cultura del oro por la minería, somos hijos del oro”.

–Elpidio Mosquera, joyero de Andagoya–

 

 

“Al Chocó llegan los que quieren hacer dinero rápido, explotando maderas, sacando el oro detrás de una máquina y los árboles centenarios de los bosques. Y, por otro lado, entra mucho colono que va es a saquear”, afirma Camilo Gómez Durán, director de Manos que hablan: leitmotiv del oro. En todo caso, la rapiña ha sido a gran escala, a la vista de todos. El ingreso de los dragones (retroexcavadoras) es permitido por quienes deben controlar. La codicia no descansa y destruye sin piedad el otro oro, el verde, que son los ríos y las selvas, como lo expresa la investigadora y gestora cultural Ana Gilma Ayala.

 

Los entables han extinguido prácticamente la minería artesanal. Una tradición que lleva más de dos siglos como forma de subsistencia e independencia económica para los locales. “Somos los que heredamos el conocimiento de la minería de los pueblos de África, porque los españoles no entendían de minería”, señala José López, joyero de Istmina. Hoy cuando, en un día de suerte, los barequeros con sus bateas logran sacar algún gramo de oro, se ven obligados a cambiarlo por comida. Para Gómez, seguimos en un sistema de saqueo colonial. El afro nuevamente está siendo re-esclavizado por un oro cuyo resultado no se ve en su región.

 

Manos que hablan es el primer largo documental de Gómez, realizador bogotano radicado en Canadá. El punto de partida fue la investigación de Juanita Méndez, llamada Somos hijos del oro, Testimonios de la cultura del oro y la joyería tradicional en el Chocó, realizada en 2016 con el auspicio de la Universidad de Los Andes.  El objetivo fue seguir el rastro del metal que se queda en el Pacífico. Para las comunidades de la región, como lo indica Méndez, existe un vínculo ancestral poderoso con el oro. Al lado de su extracción florece la orfebrería chocoana, una sofisticada expresión cultural.

 

Gómez, comprometido con esta causa y con un presupuesto limitado, cubrió de su propio bolsillo los gastos de producción. Él mismo se encargó de la dirección, producción, fotografía, sonido, edición y hasta de la música.  Salió para el Chocó siguiendo el trazo del trabajo de Méndez: “Uno va pisando sobre la huella de otros”, reconoce con humildad. Filmó solo, echó en su morral una cámara 4K y un dron, viajó en moto y en embarcaciones por Medio Atrato cercano a Quibdó, Tadó, Condoto, Istmina, Andagoya y Nóvita. Y entrevistó a los joyeros como era su plan inicial.

 

La película quiere exaltar el trabajo de orfebrería que funde dos conocimientos: La técnica de la filigrana que vino de España, a través de Mompox y la traída de África por los esclavizados. La joyería es ejercida por los chocoanos desde hace quinientos o seiscientos años, explica el realizador. Este oficio, en su mayoría a cargo de los hombres, está en peligro; tanto por el precio del oro, como por la poca atención que se le ha dado.

 

En sus recorridos, el director encontró otra realidad aún más compleja, los estragos de la minería informal mecanizada, que comenzó en 1989, y cuyo símbolo es la retroexcavadora (Méndez,2021). También notó las múltiples amenazas sobre los territorios: la intimidación a los líderes, la lucha por mantener viva la tradición de la orfebrería y de la minería artesanal, la destrucción de la riqueza biológica e hídrica, la desidia y el abandono estatal, la pobreza. Y las mafias detrás de la explotación minera mecanizada. En la provincia de San Juan, por ejemplo, que es la más azotada, ya no hay nada que vaciar como dice una de las canciones del documental.

También notó las múltiples amenazas sobre los territorios: la intimidación a los líderes, la lucha por mantener viva la tradición de la orfebrería y de la minería artesanal, la destrucción de la riqueza biológica e hídrica, la desidia y el abandono estatal, la pobreza.

Camilo Gómez, quien se considera un activista, habla de manera clara y pausada. Su compromiso es social y político. El cine, para él, otorga una voz que le permite expresar inconformidad frente a la forma en que la sociedad está organizada. Para Manos que hablan, entrevistó a 75 personas de la base social; solo a locales del Chocó, aclara. Todos ellos son protagonistas e incluso, algunos, corren riesgos por hablar ante la cámara.

 

Uno de los entrevistados explica cómo reparte sus ganancias el próspero negocio de la extracción del oro con dragas. En donde todos sacan provecho menos la población y la naturaleza. El cuarenta por ciento va para el dueño del entable minero y los demás porcentajes se dividen entre los grupos armados ilegales, el consejo comunitario, las autoridades ambientales y el ejército.

 

Devastación, maltrato y explotación. Es lo que ha traído la minería a cielo abierto con retroexcavadoras. Ha destruido el bosque y la fauna, ha contaminado el suelo con los aceites y ha envenenado ríos como El San Juan o El Quito. Este último, según un estudio citado en el documental recibió cien toneladas de mercurio entre 2005 y 2022. “A medida que se va extrayendo el material aurífero, el río se transforma en un vertedero, en un cuerpo moribundo. Montañas de sedimentos reemplazan el paisaje tropical, se seca la sangre de la tierra”. (Echeverri, 2021).

 

Para algunos la minería mecanizada también ha permitido el desarrollo. Pero, ¿a qué precio?  El mercurio no solo está en la tierra, los ríos, los peces, sino también en la sangre de los pobladores.

 

Para Gómez las mujeres tienen mucho qué decir, pues, según él, está demostrado que los hombres ya generaron un mundo fallido. “En mi documental la voz de las mujeres pesa mucho más”. Son ellas, Mariyen Riva (bióloga), Martha Lucía Benítez (joyera), Ana Gilma Ayala (gestora cultural), Adriana Quejada (abogada), Digna Patricia Palacios (Psicóloga), Sioni Perea (barequera), Rubiela Cuesta, Ana Dolores, entre otras. También las cantadoras de Alabao de Condoto María Jesusita y doña Pita tuvieron un papel importante en la música del documental. Y voces como la de Rosmira se destacan al afirmar que en Colombia hay dos guerras: una social y otra con la naturaleza.

 

¿Cuántos kilos de oro migran del Chocó y hacia qué lugares mes a mes? se pregunta Manos que hablan. En todo caso, el noventa y cinco por ciento de la explotación es ilegal y destructiva. El brillo y las ganancias solo sirven a los conglomerados económicos, a las mafias y a los bancos que lo guardan en sus bóvedas. Únicamente sigue siendo sagrado para los indígenas y un valor cultural poderoso en la memoria y tradición afro.